El Cordobés, Julio Iglesias o Samuel Eto’o: la lucha por la dignidad de los hijos ilegítimos del señorito
El libro ‘El ADN que te parió’ recoge los casos más mediáticos y determinantes de reconocimiento de paternidad en España, procesos en muchos casos eternos y marcados por el clasismo donde se cuelan detectives, órdenes de alejamiento a tumbas y mucho dinero
Soria. Lunes, 27 de mayo. La titular del Juzgado de Instrucción número 2 dictamina que los cuatro hijos que tuvo el jinete y aristócrata José Leoncio González de Gregorio —para los no iniciados en la genealogía patria, quien fuera marido de la duquesa roja, Luisa Isabel Álvarez de Toledo― deben llegar a un acuerdo para repartirse la herencia de su padre, fallecido en 2008. Se trata de un legado que su primogénita, Rosario Bermudo, podrá disfrutar 16 años después de su muerte. Y es que ella no consiguió ser reconocida como hija de su padre hasta 2016, cuando obtuvo una prueba de ADN del hidalgo soriano que demostraba sin lugar a dudas que era el fruto de una relación sentimental que este tuvo en 1950 con una de las criadas que trabaja en su casa. Cuatro años después, él contraía matrimonio con la duquesa roja, del que nacerían sus tres hijos reconocidos: Leoncio Alonso González de Gregorio, Pilar Leticia González de Gregorio y Gabriel Ernesto González de Gregorio. Rosario va a cambiarse el apellido ahora, 74 años después de nacer. Su madre siempre se resignó a ser una más de las mujeres de origen humilde que entraban a servir, que eran camareras, bailarinas… y que se quedaban embarazadas de un hombre de buena familia que se negaba a reconocer a su bebé.
La decisión de la jueza de Soria no aparece en el libro El ADN que te parió (Editorial Pábilo), que acaba de publicar el periodista Fermín Cabanillas, pero sí se detalla todo el relato anterior. Rosario es un claro ejemplo de “la hija o el hijo del señorito”, el patrón que transita en casi todos los casos de reclamaciones de paternidad que se recogen en el libro, la mayoría dirigidos por el abogado sevillano Fernando Osuna. “Lo que subyace en todos es un egoísmo bestial, clasismo, materialismo… machismo, en definitiva”, explica el letrado por videoconferencia, durante una parada de su viaje en coche desde Logroño, donde viene de defender otro caso de reconocimiento de filiación. “El presunto padre conoce a una mujer, empiezan a salir y esa armonía cambia radicalmente en cuanto ella se queda embarazada. Deja a la madre sola, generalmente en una situación económica dramática, mientras él se prevalece de su posición de superioridad económica, cultural…”, continúa.
Osuna se ha especializado en casos de reclamaciones de paternidad. Para garantizar el reconocimiento judicial de una filiación el ADN se ha convertido en una prueba determinante. “Conseguir que un detective tome una muestra de ADN supone un indicio muy grande para lograr una sentencia favorable”, señala. Este proceso no es nada sencillo. Hay que documentarlo y custodiar todos los restos biológicos tomados para que sean aceptados en un tribunal. La obtención de la botella de Julio José Iglesias de la que se extrajeron las muestras que determinaron que Javier Santos es hijo del cantante Julio Iglesias es un claro ejemplo de la trascendencia del análisis de los restos genéticos en este tipo de demandas.
La vital custodia de las muestras de ADN
Esa botella se ha convertido ya en un clásico recurrente del ecosistema de la prensa rosa, pero dar con ella y garantizar que las pruebas no se perdían ni se contaminaban fue fruto de un largo e intenso trabajo desarrollado por la empresa de detectives IPS de Dos Hermanas (Sevilla). Un episodio que se cuenta con detalle en el libro. “Todo el trabajo que implica documentar la obtención de las evidencias para que el juez no tenga ninguna duda es como una imagen de película del agente 007”, explica Cabanillas. El autor hace referencia a cómo los investigadores volaron hasta Miami con varias estrategias para conseguir el ADN, bien del cantante o de alguno de los tres hijos que tuvo con Isabel Preysler. Descartaron ir a por el presunto padre y a por Enrique Iglesias por la seguridad que les rodeaba y la zona aislada y privilegiada en la que residían. Tras desestimar la opción de Chábeli, constataron que Julio José era el más accesible y aprovecharon una escapada para hacer surf para coger de la arena de la playa un bidón deportivo que se había dejado allí. Porque nunca se le robó el recipiente, como aseguró en una entrevista el hijo del cantante, ya que, de haberse sustraído, la prueba hubiera sido invalidada.
Pero no solo cogieron la botella. Durante el mes de vigilancia, obtuvieron muchas más muestras y el problema surgió cuando tuvieron que tomar el avión de vuelta. A los problemas de los controles aeroportuarios se unió que si depositaban todo en una maleta y esta se extraviaba, se quedarían sin caso. Así que se guardaron las pruebas entre la ropa y así hicieron el vuelo hasta que las dejaron en un laboratorio de Zaragoza. El análisis del ADN ofreció una coincidencia del 99,9%, la máxima que se puede obtener. Y aunque un juzgado de primera instancia de Valencia dictaminó que Santos era hijo de Julio Iglesias, el tribunal que conoció el recurso entendió que se trataba de una cosa juzgada, porque su madre, que no él, ya había iniciado otro juicio de reclamación de paternidad años atrás que no prosperó.
Santos lleva más de 20 años luchando en los tribunales. Es uno de los casos que más se ha dilatado en el tiempo, pero no es una excepción. “Estos procesos se prolongan porque los presuntos padres o los hermanos tienen medios económicos y plantean recursos”, explica Osuna, que justo acaba de venir de un caso en el que el posible progenitor ha justificado que no quería dar su ADN porque no confiaba en que el juzgado fuera a hacer pública esa información. Muchos de sus procesos están recurridos ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por el retraso acumulado en su tramitación.
Orden de alejamiento de los cementerios
Son muchos los subterfugios que emplean los demandados en un proceso de paternidad o sus hijos —las personas de las que es más fiable obtener un cotejo de ADN― para evitar ceder esa muestra, hasta el punto de que, como se detalla en el libro, Osuna ha solicitado en más de una ocasión órdenes de alejamiento de la tumba del presunto padre fallecido para evitar que sus parientes lo incineren y eliminar el rastro genético. Precisamente, el hecho de incinerar sin autorización el cuerpo de alguien para evitar que se tomen pruebas genéticas sirvió como base para probar la filiación de un camarero de Utrera que pasó a cobrar una herencia millonaria, como se narra en el libro.
Porque, aunque el ADN es una prueba determinante, no es la única por la que se rigen los jueces. “Mensajes de WhatsApp, correos electrónicos, las cartas en los años sesenta o setenta o el parecido físico también son considerados para reconocer la paternidad”, explica. Son además alternativas para los clientes que no tienen capacidad económica para costearse la obtención de ADN. Así determinó la justicia la paternidad del futbolista Samuel Eto’o respecto de su hija Erika, cuando ella tenía ya 24 años —buena parte del proceso se empleó en localizar al jugador para notificarle la demanda, en otro ejemplo de maniobras para eludir las pruebas de paternidad―. El juez le ordenó que le abonara una manutención de 90.000 euros en compensación por todas las pensiones impagadas hasta entonces.
Si ver reconocida la paternidad implica en la mayoría de los casos emplear alrededor de 10 años batallando en los tribunales, conseguir cobrar la herencia a la que ese hijo o hija tiene derecho, después de décadas de abandono, menosprecio y en muchas ocasiones humillaciones por parte del progenitor hacia la madre o el propio vástago, es un camino mucho más arduo. Es el caso de Carlos Koplowitz, que nació después de la muerte de su padre, el empresario Ernesto Koplowitz, en 1962, fruto de una relación extramatrimonial. Tardó 25 años en ser reconocido hijo legítimo, pero aún no ha visto un euro de la millonaria herencia que le correspondía y que en su momento se dividió en cuatro partes, correspondientes a los cuatro hijos que ya tenía entonces. Su madre le pedía en una carta que se olvidara de luchar por lo que le correspondía. “Es imposible ganar”, decía.
“Estas señoras multimillonarias [Esther y Alicia Koplowitz, dos de las hermanas de Carlos] no tienen sensibilidad, su hermano vive en Suiza como profesor de deportes y el sueldo no le llega”, explica Osuna, sobre este caso en concreto. “Creo que todo es cuestión de ego, no veo otra explicación para personas que en general tienen su vida resuelta y que de repente ven que hay pruebas que acreditan que han tenido un hijo en su juventud”, añade Cabanillas abriendo la reflexión a otros ejemplos que recoge en su libro, como el de Julio Iglesias.
Secuelas psicológicas
Si un padre reniega de la madre de su hijo y permite que críe a su vástago sola y sin ayuda económica, si después sus hermanos también se oponen a integrarlo en la familia y compartir con él lo que en justicia le corresponde, ¿qué les lleva a emprender una batalla legal, muy cara y cuyo final casi nunca es de cuento?. “Lo hacen por dignidad y justicia. Sobre todo, para que se reconozca a unas madres a las que se las rechazó por quedarse embarazadas. Quieren que el juez les otorgue esa dignidad”, dice el abogado. “Y quienes son económicamente más débiles, también, ¿por qué no?, buscan heredar, porque bastante han pasado de niños, con un padre ausente, y carencias afectivas en el ámbito sentimental y familiar, además de penurias económicas”, añade.
Detrás de los casos más mediáticos, y de los que no trascienden, hay mucho más que la curiosidad de saber cómo se obtuvo el ADN o de cómo y cuándo se conocieron los padres y cómo de distinta es la vida de quienes reclaman y la de sus hermanos legítimos. Hay problemas psicológicos motivados por la ausencia de la figura paterna o por las humillaciones que han sufrido sus madres por reclamar sus derechos ―a la de Santos en un juicio se le llegó a decir que como en la época en la que lo concibió se acostaba con muchos, el hijo podía ser de cualquiera―; episodios de acoso escolar, ansiedad por el estrés de procesos interminables por la mala fe de los demandados...
El caso que se sale de este patrón es uno de los más conocidos del panorama social. El reconocimiento de la paternidad de Manuel Benítez, el Cordobés, respecto de su hijo, Manuel Díaz. Es el proceso del que más orgulloso se siente Osuna. “Es el más completo y el más feliz”, reconoce. “Es el único caso que conozco en el que existe una buena relación familiar entre los hermanos”, afirma Cabanillas.
No parece que vaya a ser el caso de Rosario, aunque su hermano Gabriel, que estuvo presente en el juicio del lunes, abogó por “dejar orgullos y cuestiones personales” atrás. Osuna explica que en este tiempo todos los hermanos ―que tampoco se llevan bien entre ellos― han recurrido todos los pasos, dilatando el proceso. Rosario podría embolsarse entre 1,5 y 2,5 millones de euros. “Van a llegar a un acuerdo porque las costas en este tipo de procesos van a ser muy altas”, reconoce Osuna. Rosario, que vive en Écija, quiere comprar una casa para que su marido, que no puede moverse, pueda salir a la calle porque ahora mismo la silla de ruedas no cabe por la puerta de su casa, según explicó esta semana en un programa de televisión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.