Blanca Suárez: “Ni me escondo ni me oculto, pero no le cuento mi vida a cualquiera”
Consolidada como una de las actrices claves de su generación, la madrileña sigue engrosando uno de los currículos más envidiables de la industria mientras huye de los convencionalismos asociados a su profesión. “Hoy ser tú misma y sentirte orgullosa de serlo ya es un triunfo”, asegura
Si existe un Olimpo del cine español, Blanca Suárez (Madrid, 35 años) tiene un sitio indiscutible en él. Durante casi dos décadas, la actriz se ha erigido en una de las figuras más aclamadas y reclamadas de la industria, liderando taquillazos tanto en cine como en televisión y colaborando repetidamente con cineastas como Almodóvar y Álex De la Iglesia. Su nombre es el cebo más utilizado por medios digitales de todo cuño y en Instagram, su red social favorita —”Me sugieren TikTok por temas de publicidad, pero a mí no me nace”, precisa—, supera los 4,5 millones de seguidores. Su mayor satisfacción, sin embargo, es haber logrado los hitos enumerados siendo fiel a sí misma. “Nunca he estado dispuesta a vender mi vida para conseguir algo”, sostiene al comienzo de la charla. “En este trabajo tienes que estar dispuesta a sacrificar muchas cosas y a no estar presente en muchos momentos, pero intento no renunciar a ellos. Si te sales de la dinámica durante demasiado tiempo, tu centro y tu identidad pueden distorsionarse”.
Sabe de lo que habla. En apenas una semana se la ha visto disfrutar en Las Vegas de un partido de exhibición entre los tenistas Rafa Nadal y Carlos Alcaraz, ser aclamada por cientos de fans en la alfombra roja del festival de cine de Málaga y atender solícita a periodistas y fotógrafos, ya en Madrid, en la presentación de la nueva colección de la firma de gafas Mr. Boho, de la que es embajadora. La agenda quizá sea frenética, pero, en su caso, la experiencia es un grado. Con la desenvoltura digna de una modelo de carrera, posa sin esfuerzo ante las cámaras mientras juega con las monturas y da vida propia a los flecos de su capa oversize. En cambio, su moño de tendencia dosmilera, que copará las webs de moda y belleza al día siguiente, se mantiene intacto. En apenas un par de minutos, fotos hechas. Se nota que este no es su primer rodeo y lo hace exhibiendo carácter y seguridad. “En este mundo todos corremos el riesgo de ser clones y de querer ser algo que no somos solo porque las redes sociales así lo dictan. Hoy ser tú misma y sentirte orgullosa de serlo ya es un triunfo”.
En las jornadas previas a la entrevista, Blanca Suárez ha sido carne de titulares. En esta ocasión, por su indisimulado hastío ante lo que la autora Rebecca Solnit denominaba como “la madre de todas las preguntas”: ¿Para cuándo los niños? La madrileña lleva 17 años respondiendo con una sonrisa pétrea que no está dispuesta a mantener durante más tiempo. “Conforme vas cumpliendo años te lo preguntan más y más porque es como que el momento te debería estar soplando la nuca. Y es más incómodo incluso que cuando era joven, porque nadie sabe si tengo algún problema, si a lo mejor llevo intentándolo 10 años y me ha traumado no conseguirlo, si no quiero, si no me interesa… Antes me sentía obligada a sonreír, pero llega un punto de: ‘Por favor, dejad en paz a la gente porque no sabéis lo que puede haber detrás”. Su relación sentimental con el también actor Javier Rey, fraguada en 2020, ha hipertrofiado el interés por su vida privada, pero no las ganas de la intérprete de compartir más detalles sobre la misma. “Yo ni me escondo ni me oculto, no vivo en el secretismo, pero no le cuento mi vida a cualquier persona”, sentencia.
La próxima gran cita de su agenda será el estreno de Disco, Ibiza, Locomía (el 17 de mayo), la película sobre el auge y la caída de la boy band española en la que da vida a Lurdes Iribar, corista y diseñadora de vestuario del fenómeno pop. El grueso del reparto es tan bisoño que Suárez, metida en el papel de “hermana mayor” del grupo, ha sentido en primera persona los rigores de la brecha generacional. “Me fascinaba verlos porque parecen de otro universo, pertenecemos a planetas diferentes. Su forma de hablar, sus gestos, su modo de vestir y de mirar la vida… Me explotaba la cabeza y pensaba: ‘¿Me estoy convirtiendo en mis padres?’. Sabía que ese día iba a llegar, pero, ¿ya?”, evoca divertida.
Ella nunca ha tenido un plan trazado, y ni siquiera cree que en esta profesión eso pueda servir de algo. “No sé si he llegado donde quería porque no sé si alguna vez he sabido donde quería estar, pero sí estoy satisfecha con lo vivido. Cuando era pequeña jamás me imaginé todo lo que me ha pasado estos años”, asegura. El tiempo y la experiencia le han enseñado a lidiar con los altibajos inherentes al oficio. “Incluso cuando todo me ha ido bien, siempre me he sentido frustrada por algo. Quizá porque un año, en vez de cinco proyectos, solo tienes uno; porque tienes mucho trabajo y no llegas a tu vida personal o porque no sabes cómo encajar dos rodajes que coinciden en fechas. Es una estupidez, tienes la suerte de dedicarte a algo que desea mucha gente, pero sin querer entras en el bucle y te frustran muchas cosas”.
Más adelante en el calendario le espera Respira, una serie dramática sobre el día a día de un hospital a lo Anatomía de Grey para Netflix. Suárez ha vivido en un rol protagonista la transformación reciente de la industria audiovisual, surfeando con habilidad entre aquellos fenómenos de la televisión generalista de antaño (El internado, El barco) y éxitos del streaming como Las chicas del cable. ¿Regresarán las audiencias millonarias de la ficción de prime time? “Es difícil que la gente vuelva a comprometerse para ver una serie un día concreto. Antes había algo de solemnidad, esperabas toda la semana para verla, pero ese evento se ha perdido”, reflexiona melancólica la actriz. “Yo, por ejemplo, noto que consumo ficción de una manera desmesurada. Puedo verme una serie en tres días, pero lo hago en casa y, claro, viene uno, entra la otra, sin darme cuenta de repente estoy con Instagram en el móvil… Y pienso: ‘Ostras, no le estoy prestando la atención que se merece”. A ella, en cambio, es difícil no hacerlo.
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