El ocaso del Hollywood dorado: la única casa que perteneció a Marilyn Monroe, a punto de ser demolida
La villa de estilo colonial que la actriz compró en Los Ángeles en 1962 y donde vivió los últimos seis meses de su vida no está protegida por la ciudad y sus nuevos dueños pretenden echarla abajo
Marilyn Monroe tuvo muchas cosas en su vida. Incluso distintas vidas. En sus 36 años de existencia se casó tres veces, trabajó en una treintena de películas, fue fotografiada miles de veces, concedió centenares de entrevistas, acudió a multitud de fiestas y estrenos y se convirtió en una de las estrellas más brillantes del firmamento de Hollywood. Sin embargo, solo tuvo una casa. Una única vivienda que compró cuando ya tenía 35 años y era un astro global sin parangón. Un lugar que ella misma buscó y escogió, que amó, que empezó a decorar ella misma aunque, tras su muerte, allí mismo, todo quedó a medio hacer. Un lugar histórico, al que los fans siguen acudiendo seis décadas después de su muerte y que ahora está a punto de desaparecer. Sus nuevos dueños pretenden demolerla.
En el 12305 de Fifth Helena Drive se asienta la casa de Monroe, una construcción relativamente pequeña para las hechuras de Los Ángeles, de unos 270 metros cuadrados. Es una casa clásica, sencilla, lejos del estilo de las mansiones de las estrellas de hoy. Situada en el barrio de Brentwood, al sur de la ciudad, cerca de las montañas pero no lejos de las playas del Pacífico, fue construida en 1929 y es de estilo colonial o español, como se le denomina en California, es decir, casas bajas de paredes blancas con patios y suelos de terracota. Así era la de la actriz, que compró a principios de 1962, tras vivir en las colinas de Hollywood con Joe DiMaggio y en la popular zona de Runyon Canyon, muy solicitada por los famosos, junto a Arthur Miller. Pero esta fue su primera y única casa, con cuatro habitaciones, tres baños, techos con vigas de madera, una piscina en la que, al parecer, nunca se bañó, buganvillas y un huertecillo de árboles cítricos, y en cuyo dormitorio principal fue encontrada muerta a causa de una sobredosis el 4 de agosto de ese mismo año.
La actriz de Niágara y Con faldas y a lo loco se hizo con la propiedad por unos 77.500 dólares de entonces, lo que con la inflación serían casi 760.000 dólares hoy, unos 710.000 euros, y se mudó a ella a principios de 1962. En marzo de 1963 el matrimonio formado por Gilbert y Betty J. Nunez se hizo con ella y con muchas de las pertenencias que albergaba por 87.500 dólares, 10.000 más que un año antes, y subastaron muchos de esos objetos a finales de los años noventa. En 2017, la finca fue adquirida por entre siete y ocho millones de dólares por Dan Lukas y su esposa, Anne Jarmain. La pareja la vendió en agosto. Se desconoce quienes son los nuevos dueños de la propiedad.
A partir de ahí, las versiones difieren. Según el diario local Los Angeles Times, los Lukas-Jarmain siguen siendo los propietarios y quienes estarían pensando en demolerla, aunque no contestan a las preguntas de la prensa. Según el medio especializado en lujo y propiedades Robb Report, la pareja se compró otra casa en la misma zona de Brentwood hace apenas seis meses por 13 millones (12,2 millones de euros) y el mes pasado vendió la casa por alrededor de 8,4 millones de dólares (7,85 millones de euros) a unos nuevos propietarios que son los que querrían deshacerse de ella, tirarla y construir algo más grande y moderno.
En cualquier caso, sus dueños han pedido un permiso de demolición a las autoridades de la ciudad. En principio, no tendrían por qué negárselo, sería un simple trámite. Desde mediados de los años sesenta, Los Ángeles cuenta con un programa de preservación de edificios y lugares de interés que agrupa a más de 1.200 lugares históricos en sus 35 áreas comunitarias ya sea porque han acogido eventos importantes, por su arquitectura o por su importancia. Incluyen desde iglesias, bibliotecas y hoteles hasta casas diseñadas por célebres arquitectos, de estaciones de bomberos a cementerios y estudios de cine (como los de Charles Chaplin, por ejemplo) y su calificación implica una protección total. Medio centenar de ellos están en la zona de Brentwood, pero la casa de Monroe no está en la lista.
EL PAÍS se ha puesto en contacto con el Departamento de Planificación Ciudadana de Los Ángeles, y este ha respondido que “los pasados años, la ciudad de Los Ángeles ha llevado a cabo una amplia encuesta para identificar propiedades potencialmente significativas por su asociación con Marilyn Monroe”. De hecho, desde dicho Departamento adjuntan una ficha técnica en la que se da cuenta de una evaluación que se realizó en junio de 2013 y en la que se explica que efectivamente la vivienda ha estado ligada a la industria del entretenimiento y también que, como la casa no tiene visión completa desde la calle, no se puede finalizar la evaluación. “En ese momento, la propiedad no fue designada [como histórica]. En la mayor parte de los casos, la parte interesada envía una nominación para designar una propiedad histórica, no la inicia la ciudad”, aclaran. “La ciudad está investigando si procedería o no una nominación, en este punto, dado que ya hay permisos de construcción pendientes”, reconocen.
Una asociación local, la Brentwood Homeowners Association (BHA), fundada en 1946 por voluntarios, vela por el patrimonio del barrio, y ha elevado una queja para que la propiedad no se pierda, no desaparezca como tantas otras casas del Hollywood dorado que se ha ido tragando la ciudad. Rodney Liber, exproductor de cine y vecino de la zona desde hace 30 años, es miembro de su junta directiva y, como explica por correo electrónico a este diario, “seguidor de Marilyn Monroe”. “La Asociación de Propietarios de Brentwood y muchos de sus miembros estamos muy tristes por la demolición en ciernes de la casa, especialmente porque es una de las casas más famosas del mundo”, cuenta con tristeza. “Sin embargo, la BHA no tiene potestad ni jurisdicción para interceder, puesto que no hay reglas acerca de obtener permisos de la ciudad y la casa no está en su lista de bienes históricos. Esperábamos que los actuales dueños la hubieran comprado para preservarla, pero debido al valor del terreno puede que hayan cambiado de opinión”, afirma Liber.
La de Brentwood es una zona tranquila, aunque siempre hay un puñado de turistas rondando por la casa de Monroe, aunque desde fuera no se ve completa. Era un lugar que ella valoraba, escogido, por fin propio. De hecho, unas semanas antes de morir concedió una larga entrevista a la revista Life donde, aun con las cajas a medio desembalar, hablaba de la ilusión de ser propietaria (”¡Y tiene paredes!”, afirmaba, feliz) y de la artesanía que había comprado en un viaje a México para decorarla, y explicaba por qué no quería mostrarla en las fotos del reportaje. “No quiero que todo el mundo vea exactamente donde vivo, cuál es mi sofá o el aspecto de mi chimenea”, relataba. Junto a la casa principal había una pequeña construcción, un apartamento, cuyo uso ya tenía pensado: “Un lugar para cualquiera de mis amigos que tenga algún tipo de problema, ya sabes, y quizá quieran vivir aquí donde nadie les moleste hasta que todo vuelva a estar bien para ellos”. Esa casita ya no existe, en una de las últimas reformas se anexó a la vivienda principal para hacerla más grande. Lo que al parecer sí sigue en pie es la inscripción en latín que se puede leer inscrita en los azulejos del porche delantero: “Cursum Perficio”: Aquí acaba mi viaje.
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