Shakira, Justin Timberlake y otras canciones que sangran
El despecho, primitivo y universal, ha provocado exitosas letras. Las de las mujeres son más comentadas, pero también ellos firmaron venganzas musicales
“Odio molestarte en mitad de la cena. Fue una bofetada en la cara lo rápido que fui reemplazada. ¿Piensas en mí cuando te la follas?”. La canción se llamaba You Oughta Know (tú deberías saberlo) y lanzó al estrellato a una joven de 20 años, Alanis Morissette, “rabiosa y devastada”, como explicó en sucesivas entrevistas, tras haber sido traicionada por su pareja. Ella nunca confirmó su identidad, pero su novio de aquella época, Dave Coulier, conocido por su papel en la popular serie Padres forzosos, explicó que iba conduciendo cuando escuchó la canción por la radio y pensó: “Oh, no. No puedo ser yo”.
Era 1995, es decir, tres años después del lanzamiento del Renault Twingo, y el actor acudió inmediatamente a una tienda de discos para comprar el álbum completo, Jagged Little Pill, muerto de curiosidad. Más de 33 millones de personas hicieron lo mismo. Alanis no estaba sola. El estribillo universal del despecho provocó que miles de chicas en circunstancias parecidas, pero sin sello discográfico, dejaran de llorar para ponerse a cantar todo lo que sus ex deberían saber.
Mucho tiempo atrás, en 1967, es decir, siete años antes del lanzamiento del primer Casio, que ya es decir, Aretha Franklin había regalado a las mujeres una canción para que aprendieran a exigir respeto. Pero fue un hombre quien escribió, sin saberlo, aquel gran himno feminista. Otis Redding compuso la letra, molesto con su esposa, quien, a su juicio, no lo recibía con el entusiasmo debido cuando él regresaba de sus giras. Franklin se apoderó de la canción, la hizo suya —y de todas— añadiéndole el pegadizo deletreo -r-e-s-p-e-c-t- con su voz eterna.
También ellos han escrito canciones de despecho. Justin Timberlake le dedicó a Britney Spears Cry Me A River. En 2012 empezó la canción en un concierto diciendo: “A veces crees que has encontrado el amor de tu vida, pero luego te das cuenta de que no era más que una zorra”.
En Melody, los Rolling Stones cantaban: “El día que me dejó, se llevó todo cuanto se movía. La sigo con mi olfato, la cogeré por sorpresa, entonces tendré el placer de asar a esa chiquilla viva”. La experta musical Anabel Vélez, autora de Mujeres del rock, recuerda que todo el disco Blood on the Tracks (sangre en las canciones) de Bob Dylan “va sobre una ruptura”, y “aunque no es amor”, John Lennon “también se quedó a gusto” dedicándole a Paul McCartney otra canción de despecho: How Do You Sleep? (¿Cómo duermes por las noches?) en la que le dice: “Lo único que hiciste fue Yesterday (...) el sonido que haces es Muzak [música ambiental] para mis oídos...”.
Ahora el último tema de Shakira ha logrado que los mileniales aprendan el mismo día qué era un Twingo, qué era un Casio y quién era Paquita la del Barrio, mientras la generación de la autora, es decir, los de “dos de 22″ en adelante, comparte en redes sociales miniensayos sobre feminismo y relaciones parentales. La intensidad del análisis —”el número favorito y el dorsal de la camiseta de Gerard Piqué es el 3; la canción dura exactamente 3 minutos y 33 segundos”, escribe en Twitter Melany Mora― resulta hasta cómica porque la letra no es precisamente sutil —el despecho nunca lo es—, pero el éxito de la canción (38 millones de descargas en YouTube en 19 horas) evidencia lo rentable que es el morbo, es decir, la atracción por lo escabroso.
La infidelidad de Piqué ha funcionado como atenuante en el juicio público a la cantante colombiana por su deuda con Hacienda, porque en el mundo hay más cornudos y cornudas que inspectores de la Agencia Tributaria. Y que los ricos también lloren, que sangren por los mismos sitios que el resto de los mortales, quizá aporte más alivio que la magnanimidad, menos barata que el rencor.
Con todo, habría que recordar que Dave Cooley, el autorreconocido protagonista de You Oughta Know, logró mantener una buena relación con Alanis Morissette. “Cuando mi hermana estaba muriendo de cáncer”, explicó en una entrevista, “ella condujo desde Toronto hasta Detroit con su guitarra para sentarse a su lado y cantarle canciones en el hospital. Ese es el tipo de ser humano que es, una persona encantadora”. Quién sabe, quizá la loba y el novato vayan un día juntos hasta el fin del mundo en busca de otras auroras boreales para que los demás puedan comentar qué les parece. También hay quien se toma las reconciliaciones, aunque sean ajenas, como una traición personal.
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