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La princesa Aiko de Japón alcanza la mayoría de edad con una celebración más oficial que festiva y una polémica tiara de segunda mano

La celebración del 20º cumpleaños de Aiko, hija única del emperador Naruhito, distará de las de otras mujeres de la casa real japonesa: no habrá gran banquete y heredará la diadema de su tía Sayako, en lugar de recibir una tallada exclusivamente para ella

Aiko de Japón, hija de los emperadores Naruhito y Masako, con su perro en los jardines del Palacio Imperial de Tokio el 14 de noviembre.
Aiko de Japón, hija de los emperadores Naruhito y Masako, con su perro en los jardines del Palacio Imperial de Tokio el 14 de noviembre.AFP

No es el lujo lo que marca en estos tiempos las ceremonias de la casa real japonesa. La princesa Aiko, hija única del emperador Naruhito, alcanza el miércoles la mayoría de edad, momento que supone en su vida, como miembro de la familia imperial, la hora de asumir obligaciones de cierta envergadura. No obstante, los festejos distarán de los que se organizaron cuando sus primas o su tía cumplieron 20 años. A pesar de que la fecha no estará exenta de ritos tradicionales, la joya de la corona —nunca mejor traída a colación la frase para referirse al momento cumbre de esta liturgia— se antojará menos refulgente que de costumbre: Aiko recibirá la tiara de turno, pero no una tallada exclusivamente para ella.

Para entender mejor la relevancia de llegar a la adultez en la sociedad japonesa basta con mirar el calendario oficial: el segundo lunes de cada enero es festivo con motivo del Seijin no Hi, la ceremonia en la que se da la bienvenida a la edad adulta a los jóvenes que celebran sus 20 dentro del periodo escolar en curso. No sorprende, pues, que el cumpleaños de un miembro de la monarquía más antigua del planeta represente un suceso de gran magnitud en la tierra del sol naciente, y que los actos oficiales por el aniversario de la princesa Aiko hayan dado mucho de qué hablar desde que se conoció cómo y cuándo tendrán lugar.

Contrario a lo que muchos piensan, la realeza japonesa ha asumido un estilo de vida más austero, movida por la actual crisis sanitaria mundial. La reducción de gastos y un proceder más práctico han alterado lo que venían siendo ceremonias fastuosas.

Naruhito y Masako juegan con su hija, la princesa Aiko, a punto de cumplir tres años, en 2004 en Tokio.
Naruhito y Masako juegan con su hija, la princesa Aiko, a punto de cumplir tres años, en 2004 en Tokio.Getty

La celebración pública del cumpleaños de Aiko se ha pospuesto para el domingo, evitando así que interfiera con sus clases —cursa segundo de Literatura Japonesa en la Universidad Gakushuin de Tokio—. Aunque no tendrá lugar el gran banquete que siempre ha acompañado a la fecha, los titulares han girado en torno a la tiara de diamantes que portará Aiko, que fuera de su tía Sayako Kuroda, hermana pequeña del emperador Naruhito y del príncipe heredero Fumihito.

De acuerdo con la tradición, a las princesas japonesas se les regala un conjunto de joyas cuando terminan la adolescencia, pero que la hija única del jefe de Estado reciba una tiara de segunda mano ha sorprendido a muchos y generado críticas entre los más conservadores. La Agencia de la Casa Imperial ha informado de que se trata de una medida ahorrativa en medio de la pandemia. Y es que, desde 2001, cuando la princesa Akiko de Misaka —hija del difunto príncipe Norihito, primo del emperador emérito Akihito— alcanzó la adultez, estos juegos de diamantes se han pagado con el dinero de los contribuyentes. Se estima que la tiara de la ahora exprincesa Mako costó a los japoneses más de 28,5 millones de yenes (unos 267.900 euros al cambio de 2011), y la de su hermana Kako unos tampoco módicos 27,9 millones de yenes (189.720 euros en 2014).

Como la tiara de Sayako se costeó con el dinero de Akihito —técnicamente de su bolsillo, aunque la fuente siga siendo la misma—, no tuvo que devolverla cuando en 2005 renunció a todos sus títulos y privilegios imperiales al casarse con Yoshiki Kuroda, urbanista del Ayuntamiento de la capital. A Sayako —actualmente suma sacerdotisa del Gran Santuario de Ise, el lugar más sagrado de la religión sintoísta— no se la ha visto llevar dicha pieza tallada por la joyería nipona Mikimoto desde que abandonó la familia real, ni siquiera durante la entronización de su hermano en 2019.

Ahora decide prestársela a su sobrina y el hecho de que no se haya decidido si Aiko recibirá su propia tiara en el futuro ha airado todavía más a cierto sector de la ciudadanía.

Los príncipes Naruhito y Masako posan con su hija Aiko en Tokio en febrero de 2013, por el 51º cumpleaños del príncipe.
Los príncipes Naruhito y Masako posan con su hija Aiko en Tokio en febrero de 2013, por el 51º cumpleaños del príncipe.Getty

Sí está previsto que Naruhito otorgue a su hija el honor de primera clase de la Orden de la Preciosa Corona, la máxima distinción que la familia imperial japonesa concede a mujeres de la realeza. Entre las elegidas a recibir dicho título han figurado las reinas de España Letizia (en 2017, con el emperador Akihito en el poder) y Sofía (en 1980, con Hirohito).

Como parte de sus festividades, Aiko acudirá a tres santuarios ubicados en el Jardín Imperial, donde rendirá tributo a sus ancestros y rezará a las deidades sintoístas. Acto seguido, visitará a sus abuelos, los emperadores eméritos Akihito y Michiko, y por la tarde tendrá lugar una audiencia oficial en el Palacio Imperial, a la que asistirán miembros de la familia real, el primer ministro nipón, Fumio Kishida, y otros políticos de alto nivel. El evento será más oficial que festivo: sin bebidas ni comida para agasajar a los invitados.

El nacimiento de Aiko, el 1 de diciembre de 2001, vino precedido de ocho años de larga espera, un suplicio para los entonces príncipes herederos al trono del Crisantemo, sometidos a un enorme escrutinio público. Después de un aborto y, según la prensa amarillista, varios tratamientos de reproducción asistida, su advenimiento dejó un sabor agridulce dentro del círculo más cercano a la corona; Aiko cubría el vacío emocional de Naruhito y Masako, deseosos de ser padres, sí, pero en términos de sucesión era niña, y no el varón que los seguidores de la monarquía anhelaban para su futuro emperador y emperatriz.

Según lo estipulado en la Constitución de 1947, solo los hombres tienen derecho a convertirse en emperadores. El nacimiento de Aiko abrió el debate sobre la abolición de la ley sálica en Japón, pero las negociaciones quedaron aparcadas cuando nació su primo Hisahito en 2006. La reciente salida de Mako de la familia imperial tras desposarse con Kei Komuro ha provocado que el Gobierno valore nuevas vías para atajar la crisis dinástica. Permitirle a Aiko sentarse en el trono cuando su padre abdique o fallezca, sin embargo, no figura entre las opciones. Si nada cambia, la princesa, cuyo nombre se traduce literalmente como “la que ama a los demás”, está destinada, paradójicamente, a no casarse. De hacerlo, deberá abandonar la familia real.

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