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Adam Driver: la confirmación de un galán improbable gracias a una inusual escena de sexo

Un tórrido anuncio en el que cobra forma de centauro y su papel en ‘Annette’ le sitúan este verano como el actor que ha resignificado el atractivo masculino en el cine.

Adam Driver Annette
Adam Driver, durante la presentación de 'Annette', en el Festival de Cine de Cannes, el pasado julio.Dominique Charriau (WireImage)

Ayer se estrenó en los cines españoles Annette, el musical de Leos Carax que ya suscitó reacciones extremas en Cannes. La película tiene mucho de raro —no abundan en en cine las óperas sobre la masculinidad tóxica y los problemas derivados de tener una hija que es una marioneta—, pero hay una escena que ya se ha hecho de culto desde su primer pase en la Croisette, cuando los críticos empezaron a tuitear sobre el tema: una en la que Adam Driver interrumpe la práctica de un cunnilingus a Marion Cotillard para seguir cantando el tema principal de la película, We Love Each Other So Much, de los Sparks. Cuando acaba de cantar, resume la tarea.

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Al parecer, el rodaje de la escena tuvo ciertas dificultades técnicas. En los musicales, los actores suelen grabar las canciones en un estudio y hacer playback en el set, pero en este caso Carax quería que todos cantasen en vivo y que se notase en las voces el efecto de los movimientos. “Nos encontramos cantando en posiciones muy complicadas, inclinándonos hacia atrás o simulando sexo oral”, explicó Cotillard en la rueda de prensa del festival.

Además de sumarse a las escenas de sexo contemporáneas que adquieren dimensión de meme –el melocotón de Call me by your name, Sally Hawkins intimando con un monstruo marino en La forma del agua–, la secuencia servirá para consolidar el estatus de galán raro de Driver, un actor imprevisible capaz de hacer cosas de las que otros no saldrían indemnes, como ponerse a cantar Sondheim en medio de un bar en Historia de un matrimonio o recitar poesía en la cama en Patterson.

Driver también ha sido noticia este verano por protagonizar un anuncio bastante tórrido de Burberry en el que hace de centauro. Parece obvio que ese guion publicitario no hubiera funcionado si el protagonista fuese Timothée Chalamet, Chris Hemsworth o cualquier otro actor de los que se lleva los papeles grandes en Hollywood, pero le va que ni pintado a este exmarine que ha conseguido mantener su vida privada al margen del cotilleo.

Tráiler de 'Annette'.

De hecho, nadie conoce el nombre de su hijo, del que se filtraron algunas fotos durante el muy publicitado rodaje de House of Gucci. El niño nació en 2016, fruto de su matrimonio con la actriz Joanne Tucker, pero Driver no confirmó su existencia hasta dos años después. La pareja se deja ver en algunas alfombras rojas contadas, pero mantiene un perfil mediático bajo. Se conocieron en Julliard, la famosa escuela de teatro neoyorquina que solo acepta al 0,5% de los candidatos que solicitan plaza, se casaron en 2013 y han aparecido juntos en alguna película, como The Report (2019).

El actor es hijo e hijastro de pastores baptistas y solía cantar en el coro de la iglesia cuando era niño, con su madre al piano. A los 17 años se “dejó llevar por el fervor” post 11S, según explicó en una entrevista en Radio Times, y se alistó en los Marines, donde permaneció tres años, cuando recibió la baja médica por un accidente que sufrió yendo en bicicleta de montaña y en el que se rompió la nariz. A eso le debe ese perfil que le sirve para protagonizar campañas publicitarias millonarias. Suele decir que ser actor es bastante fácil comparado con estar en el ejército, con el que mantiene cierta relación. Fundó una ONG junto a su esposa dedicada a llevar obras de teatro a bases militares.

Adam Driver y Scarlett Johansson, en una escena de 'Historia de un matrimonio'. En vídeo, el tráiler de la película.

Justo antes de alistarse, había hecho un intento de irse a Hollywood a probar suerte como actor. Se despidió de su novia de entonces en Mishawaka, Indiana, partió en un coche viejo y volvió a las dos semanas, habiéndose gastado todos sus ahorros en arreglar el coche y pagar a un agente inmobiliario que le timó en Los Ángeles. “Me sentí como un jodido perdedor”, le explicó a The New Yorker. Su segundo intento de triunfar como actor fue mucho mejor. Lena Dunham le dio el papel que lo cambiaría todo, el de su novio desesperante con parafilias en Girls, que fue ganando peso a medida que avanzaba la serie. Ahí lo vio Spielberg, que lo incluyó con un pequeño papel en Lincoln y desde entonces lo suyo ha sido meteórico. Por un lado, cobra los cheques de Disney por hacer de Kylo Ren en Star Wars y, por otro, colecciona grandes directores. Ha trabajado con Scorsese, Spike Lee, los hermanos Coen, Jim Jarmusch, Noah Baumbach, Terry Gilliam y Steven Soderbergh. Todos encuentran algo nuevo para extraer de su metro noventa de estatura y de su aspecto de “hombre de las cavernas”, como decía de él en Girls el personaje de Jessa.

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