Eve Hewson, la nueva estrella del clan Bono
Hija del cantante de U2, la joven lleva 10 años intentando triunfar como actriz y los papeles que interpreta en dos recientes series de televisión anuncian su despegue
De los muchos y muy famosos Hewson de Dublín, Irlanda, Eve es la única conocida por su apellido. Sus apodos, sus empresas o sus acciones filantrópicas han ocultado los auténticos nombres de la que es una de las familias más conocidas del lugar: el clan de Bono. El cantante de U2, que comparte su vida con la misma mujer desde hace 45 años, con quien tiene cuatro hijos, nunca ha hecho gala de su nombre, Paul David Hewson. Así que su hija, ya que está marcada por la fama desde que nació, al menos ha podido aprovechar la única invisibilidad que le quedaba. La del apellido paterno.
Pero Memphis Eve Sunny Day Hewson no quiere ser invisible, ni de lejos. A sus 29 años, lleva más de una década buscando labrarse una carrera como actriz de cine y especialmente de televisión. Parece que este último par de años pandémicos, los más complicados para el resto de la humanidad, lo está consiguiendo. El pasado 17 de febrero Netflix estrenó su primera serie para esta plataforma, lo que supone todo un salto de calidad (y sobre todo de cantidad, de espectadores) en su carrera. En Detrás de sus ojos, Hewson interpreta a la inquietante Adele, pata de un triángulo amoroso. En una reciente entrevista con el diario Wall Street Journal la joven contaba que había sido la mejor experiencia de su carrera por el carácter de su personaje. “Ser capaz de manipular al público y a los demás personajes y tomar decisiones que otra gente no entiende fue muy satisfactorio”, relataba entre risas. “Me sentí verdaderamente cómoda interpretando a alguien con tal nivel de histeria, lo que probablemente no es buena señal”.
Un personaje poderoso el de Hewson, similar también al de la pionera de mediados del siglo XIX Anna Wetherell, a la que interpretaba en la adaptación de la novela Las luminarias, rodada en Nueva Zelanda. Emitida primero en la BBC y a nivel internacional en Starz, su estreno en Gran Bretaña fue un enorme éxito, con más de cinco millones de espectadores.
Anna y Adele son dos personajes que le han dado a Eve un empujón en una carrera que no terminaba de convencerla, y de la que incluso ha confesado pensó en abandonar en algún momento. “Me estaba replanteando lo que quería de la vida y de la carrera, no estaba completamente segura de querer seguir actuando. Es un trabajo que requiere dedicación completa y a veces puede resultar demasiado difícil también por la forma en la que tenemos que trabajar las mujeres. He tenido experiencias positivas y negativas”, contaba en una entrevista con Radio Times hace casi un año.
Esas experiencias apenas están condicionadas por la familia en la que nació. Cuenta que su padre se enfadó tanto como podría haberlo hecho cualquier otro cuando le dijo que quería dedicarse a la interpretación. “Básicamente le dije a mi padre: ‘Mira, papá, siento tanta pasión por el cine como tú por la música y cuando tenías 18 años no hubieses dejado que nadie te detuviese, así que tienes que dejarme hacerlo”, contaba hace unos años en una charla con The Daily Beast. Empezó a hacer cortos y videoclips en 2008, películas en 2010 y en 2014 llegó su primer protagonista con la serie The Knick, de Steven Soderbergh. Desde entonces ha trabajado con Clive Owen (por el que siente confesa adoración), Eva Green, Sean Penn, Ethan Hawke, Marion Cotillard o James Gandolfini, de quien dice que la trató como a una hija.
Recién mudada a Londres, pasó el confinamiento en la casa familiar de Dublín, junto a su hermana mayor Jordan —de 32 años, empresaria tecnológica y fundadora de Speakable, que busca conectar a la sociedad civil a través de las redes, y Global Citizen, para acabar con la pobreza—, sus dos hermanos pequeños —Elijah y John, de 20 y 18 años—, su madre Ali, destacada filántropa, y su padre. Juntos cocinaban, se reían con juegos de mesa o preparaban cócteles los fines de semana. Soltera hasta donde se sabe, ha salido con actores como James Lafferty o Max Minghella.
Su carrera va a un ritmo normal, ni demasiado deprisa ni especialmente lenta. “El éxito no llega de un día para otro, pero eso es bueno, me impulsa a trabajar más duro”, confesaba en la revista S Moda en 2015. Como es lógico, en casi todas sus entrevistas se saca a relucir quienes son sus padres, pero ella asegura que no ha supuesto una ventaja especial; quizá sí para darse a conocer muy al principio, pero no para facilitarle continuar. Además, son muchos en el cine los que arrancan con padrino, y también está la cuestión de la presión extra por ser quien es. En cualquier caso, la dureza de Hollywood es tal que de poco le sirve el apellido cuando se trata de un buen papel o una producción importante, esas a las que ella aspira. Un apellido que, de todos modos, sigue siendo bastante anónimo. Hasta que llegó ella dispuesta a convertirlo en rutilante.
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