Ernesto contra Ernesto: la lucha entre los príncipes de Hannover por un castillo y 350 millones de euros
El primogénito del aristócrata lucha por mantener el control de la casa güelfa ante los desmanes de su padre y con el apoyo de Carolina de Mónaco
No todas las familias reales tienen reino, pero algunas lo aparentan. Es el caso de los Hannover. Los jefes de la casa güelfa entroncan con buena parte de los reyes y príncipes europeos pero, más allá de ver su nombre en los libros de Historia de Europa, ahora mismo poco tienen que decir sobre ninguno de sus territorios. Sin embargo, dada su presencia mediática y el fervor que desatan, en ocasiones parecen reyes más que príncipes. A principios de julio de 2017 se casaba en la ciudad alemana que lleva su nombre Ernesto de Hannover, hijo, de entonces 33 años, con la diseñadora rusa Ekaterina Malysheva, de 30. La villa salió a las calles para recibir a los ilustres invitados y disfrutar de los fastos del matrimonio de quien es desde 2004 jefe de la casa. Pero, como buena familia aristocrática, no es oro todo lo que reluce. El padre del novio, el mediático Ernesto de Hannover, no apareció por allí. Estaba en contra de la novia, luego esposa, de su hijo: temía que si se separaban ella se quedara con los bienes de la casa. La guerra estaba servida.
Ernesto Junior y Ernesto senior no se llevan bien. Sus personalidades no encajan. Mientras que el padre es un bon vivant, aficionado a los placeres terrenales, el alcohol, los viajes y el dispendio, acostumbrado a ser portada de los medios del corazón, su hijo es discreto y más habitual de los medios políticos o económicos. Con poco más de 20 años asumió la jefatura de la casa, con propiedades por Alemania y Austria, y tuvo que enfrentarse a una situación ruinosa que pocos conocían. Aparte de bodas, funerales o actos familiares, es complicado verle en fiestas o actos públicos.
Hannover, Malysheva —diseñadora de moda y creadora de una firma de monos que visten famosas como Miley Cyrus— y sus dos hijos viven a caballo entre Londres y Alemania, donde acuden con frecuencia para manejar los asuntos referidos a sus propiedades o a la Fundación Duque de Cumberland, que encabeza y desde la que gestiona la riqueza familiar. Su hermano menor, Christian, vive en Madrid con su esposa, Alessandra de Osma, por lo que es común ver a las familias juntas, comiendo en algún local de moda o paseando por el parque del Retiro. Ernesto Jr. también mantiene una buena relación con quien es su hermana solo por parte de padre, Alexandra, hija del matrimonio del aristócrata con la princesa Carolina de Mónaco. Los Hannover y los Grimaldi están unidos por sangre, pero también por el mismo círculo social.
El principal problema alrededor del que gira la existencia de Ernesto Jr. es el mismo que le mantiene ocupado: su fundación, sus posesiones y su padre. Todo está ligado. En 2004 su progenitor le cedió la presidencia de la casa güelfa, buena parte de sus bienes y obras de arte, de las que subastó parte por 44 millones de euros para obtener liquidez, y la joya de la corona: el castillo de Marienburg. Un lugar construido de 1867, como de cuento de hadas, donde tanto sus padres, Ernesto y Chantal Hochuli, como él mismo celebraron sus matrimonios. Pero también un lugar siniestro y ruinoso. Una testigo de excepción como la reina Sofía lo definió en una de sus biografías autorizadas como “muy medieval, inhóspito, fatal”. “Me horrorizó: era tétrico, oscuro, con armaduras, con cuadros enormes, techos altísimos y escaleras muy empinadas”, relató la reina emérita de España sobre la impresión que tuvo de niña. “No me gustó nada”.
Tampoco parece que Ernesto Jr. se sintiera cómodo cuando descubrió que el castillo necesitaba al menos 30 millones de euros para seguir en pie, 60 para recuperar su brillo. De nada valían las visitas anuales de 200.000 curiosos a sus 136 habitaciones, las bodas de pago ni el restaurante a 45 euros el menú. Eran necesarias medidas drásticas. De ahí que en diciembre de 2018 decidiera venderlo... por un euro. Algo simbólico, fue a parar al Estado de Baja Sajonia, que con una empresa privada inyectaría el dinero necesario para que retomara su esplendor. Además, el Gobierno regional compró otras 100 obras por un par de millones de euros.
El propio Ernesto Jr. lo reconocía: “Ya no podía seguir haciéndome cargo de los gastos”. La familia acumula, según medios alemanes, 350 millones de euros, pero el príncipe explicó en Hannoversche Allgemeine que nunca le llegaron activos, sino que su padre solo le cedió “terrenos agrícolas y forestales” y por eso vio la compraventa como “una buena solución” para conservar palacio e inventario. Para ello también se creó una fundación cultural que agrupó 1.700 obras de arte del lugar, y el Gobierno regional compró otras 100 obras por dos millones de euros.
Por supuesto, el padre se negó y trató de paralizar la maniobra. Entonces arrancó una batalla judicial que no cesa. “La venta es ilegal e indigna”, no tardó en decir, demostrando que su enfado iba más allá de las paredes del castillo y traspasaba hasta llegar a su hijo. El aristócrata, que acaba de cumplir 67 años, se ha sentido abandonado por su primogénito, al que acusa de no cuidarle en sus peores momentos. Un conflicto personal que ha permanecido encallado hasta que hace pocos días volvió a saltar la alarma en lo judicial. El padre decidía demandar a su hijo y exigirle cinco millones de euros, que es lo que asegura que tiene sin ser suyo.
Según el bufete berlinés que representa al padre, el hijo ha “violado gravemente los derechos e intereses legales del demandante” y le acusa de “ingratitud”. Ernesto Jr. solo trata de evitar que este incendio personal se extienda por los medios y afirma que todo es “falso”. “Comprendan que no quiero comentar detalles por consideración a mi familia, también por la protección de mi padre”, dijo, cauteloso, al medio Bunte. Tacha la demanda de “insustancial” y asegura que la cesión de Marienburg “es legalmente segura” y la mejor solución.
Sin embargo, la situación actual de su padre, con episodios violentos y derroches inesperados —acaba de poner a la venta su chalet de 150 metros cuadrados de Frankfurt por 1,5 millones de euros— hacen que Ernesto Jr. no de ni un paso atrás. Tanto que ha buscado una aliada inesperada: Carolina de Mónaco. El joven le ha pedido a la esposa de su padre que no se divorcie, para que él no pueda volver a casarse, tener más hijos y complicar aún el legado familiar. Y la princesa monegasca ha accedido. Porque al final, entre las familias reales, todos juegan en la misma liga.
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