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La marquesa que rompe los corsés de la aristocracia británica

“No quiero ser definida por el color de la piel”, reclama Emma Weymouth, la primera mujer de raza negra en ostentar el título y rostro popular gracias a un concurso televisivo de baile

La marquesa de Bath, Emma Weymouth, en Londres el pasado marzo.
La marquesa de Bath, Emma Weymouth, en Londres el pasado marzo.David M. Benett (EL PAÍS)

Ha sabido cautivar a los televidentes británicos con su gracejo a la hora de encarar la salsa o la rumba en un programa de máxima audiencia. Es una mujer de 34 años, guapa y extrovertida, que se esfuerza en parecer accesible cuando reclama que le llamen “simplemente Emma”. Ese relajo en las formas no acaba de agradar a un cierto sector de la nobleza británica, de la que lady Weymouth entró a formar parte por vía matrimonial, aunque lo que realmente escuece a algunos es la sangre africana que corre por sus venas. “Es bueno ver un cambio cultural, pero no quiero ser definida por el color de la piel”, ha subrayado Emma Weymouth tras convertirse este mismo año en la marquesa de Bath a raíz de la muerte de su suegro. La primera marquesa negra en la historia de la aristocracia del Reino Unido.

Su atractivo palmito, embutido en espectaculares modelos de atrevido escote, es la estrella del número con el que la revista Tatler –la biblia de la alta sociedad británica- estrenará el Año Nuevo. Desde sus páginas, es presentada como la nueva señora de Longleat, una de las más fabulosas mansiones isabelinas del país construida por los ancestros de su marido, Ceawlin Thynn, con 128 habitaciones y enclavada en una inmensa finca del sur de Inglaterra. Lady Weymouth no elude en la entrevista las cuestiones de etnia, aunque intenta orillar la controversia imprimiéndole un prisma positivo: “Tengo dos hijos con herencia nigeriana (por parte del abuelo materno) y espero que crezcan en un mundo donde eso ya no sea relevante”.

Aparentemente sí lo fue para su suegra, lady Bath, cuando esta hija de un magnate del petróleo de Nigeria y de una socialite británica se casó en 2013 con el vizconde Thynn. La madre del novio boicoteó la boda reprochando que se fueran a diluir “400 años de línea de sangre”, un extremo que ella niega pero que su hijo ha confirmado recordando, además, que nunca ha hecho un esfuerzo por conocer a los nietos. Tampoco asistió al evento el padre de Ceawlin, el excéntrico marqués de Bath, aunque más motivado por una cuita personal con su heredero que por el perfil de la nuera.

La flamante vizcondesa era una joven nacida de la relación extramarital entre Oladipo Jadesimi y Suzanna McQuiston (ambos estaban casados con otras parejas) y criada por su madre en el exclusivo barrio londinense de Kensington, donde recibía visitas periódicas del progenitor, residente en Lagos. “Es una familia poco tradicional, pero funciona”, dijo en una ocasión. Licenciada en Historia del Arte, se instaló unos años en Los Ángeles para probar suerte como actriz –aspiró sin éxito a un papel en la serie Juego de tronos– pero acabó regresando a Londres para volcarse en sus otras dos pasiones: la culinaria, con su propio programa en la Red, y la moda.

Ceawlin Thynn y Emma Weymouth, en Londres en 2018.
Ceawlin Thynn y Emma Weymouth, en Londres en 2018.David M. Benett (Getty)

Su ingreso en la nobleza no la disuadió de ejercer de modelo ocasional para diseñadores como Dolce & Gabbana o de participar, el año pasado, en el concurso de baile de la BBC Strictly Come Dancing. Entonces ya era una vizcondesa que no atendía a corsés, ni siquiera a la hora de revelar que, después del difícil embarazo de su primogénito John hace 5 años (la madre tenía inflamación en las glándulas pituitarias), recurrió a un vientre de alquiler en Estados Unidos para tener a su segundo hijo, Henry, de 3 años. Pagó por ello 60.000 libras.

Su marido es el primero en considerar la popularidad de lady Weymouth todo un símbolo de la moderna diversidad. Y gancho indudable para la promoción de Longleat, la hacienda familiar donde opera un safari que los visitantes (de pago) pueden recorrer en un tren para luego disfrutar del paisaje en una travesía por el lago. Sobre todo en este año complicado en el que la pandemia les ha forzado a varios cierres puntuales o a operar con severas restricciones tras la reapertura de puertas. El anfitrión, Ceawlin, es hoy el octavo marqués de Bath, título heredado tras el fallecimiento de su padre, el pasado abril, a causa de la covid. Y su pareja, una dama que en el reportaje de Tatler se define ante todo como “una esposa y madre normal”, si eso fuera posible en una rancia hacienda con 600 empleados. Aprovecha también para avanzar un sinfín de proyectos de renovación de Longleat, en los que jugará a favor la publicidad de su famoso rostro. La marquesa más atípica entre sus pares anuncia con ello que va a seguir en primera línea y a su manera. Pese a quien pese.

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