Francisco Rivera habla sobre las adicciones de su madre: “No se dejó ayudar”
Carmina Ordóñez, la primera esposa de Paquirri, murió a los 49 años después de años de fiestas y excesos. Su hijo ha contado esa etapa en el espacio de entrevistas que conduce en ‘Espejo Público’
Francisco Rivera, retirado de los ruedos se ha reconvertido en un personaje televisivo, también en empresario. Ahora no es él el protagonista de las noticias –que también ocurre– sino colaborador y entrevistador en un espacio dentro del programa Espejo público de Antena 3. Dentro de esta moda de que famosos entrevisten a otros famosos y que se cuenten cosas que a otros no contarían porque se sienten como en casa, Rivera ha caído en su propia trampa. En su conversación con el bailaor Antonio Canales, el diestro ha respondido a la sinceridad del artista sobre la adicción a las drogas que consiguió superar, con la misma franqueza en referencia a su propia madre, Carmina Ordoñez.
Cuando Canales le contó que su adicción provocó la ruptura de su matrimonio y que tuvo que ingresar en un centro de rehabilitación para conseguir salir de ese “infierno”, Francisco Rivera habló sin cortapisas de lo que supuso para su propia familia la relación de su madre con las drogas. “Estuvo ingresada muchas veces”, le explicó a Canales y a los espectadores del programa. “Entraba en el hospital y cuando se recuperaba salía, pero recuperarse es un proceso muy largo. Seis meses, un año, dos años”. El torero terminó por reconocer que en el fondo cree que Carmina Ordóñez "no quería recuperarse. Una suposición que remató con una certeza tan cruda como dolorosa para él: “Mi madre no se dejó ayudar”, afirmó.
Según relató en su encuentro con el bailaor, lo más doloroso para él fue que veía como su madre era capaz de salir del centro del problema pero no estaba preparada para continuar con el resto del proceso. “Eso es demoledor”, aseguró Francisco Rivera recordando el sufrimiento de la familia y de su propia madre, quien finalmente falleció el 23 de julio de 2004 a los 49 años. Carmen Ordóñez, hija de torero –Antonio Ordóñez–, esposa de torero –su primer marido fue Francisco Rivera Paquirri– y madre de toreros –el mismo Fran y también su hermano Cayetano Rivera–, en sus últimos años de vida había convertido su vida en un espectáculo que aparecía en las portadas de las revistas del corazón y en los programas de televisión del gremio. Las exclusivas, contar las idas y venidas de sus amores y aparecer en las fiestas de Marbella y Marruecos, país en el que vivió durante una temporada, formaron parte de su forma de vivir y también de ganarse la vida.
El día que murió se encontraba sola en su domicilio madrileño. Su asistenta la encontró sin vida en la bañera de su casa y su muerte impactó no solo a su familia sino también a muchos de los amigos famosos que estaban ya preocupados por la deriva que había tomado en los últimos tiempos. Carmen Ordóñez pertenecía a una de las familias clásicas del toreo en España y siendo muy joven se casó, en 1973, con Paquirri, otra figura en alza en el ruedo, lo que convirtió su boda en un acontecimiento nacional. Con él tuvo dos hijos, Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez, pero la pareja se separó en 1979, cuando sus hijos tenían cinco y dos años de edad. Su matrimonio fue declarado nulo y la vida de Carmen Ordóñez siguió por los derroteros que ella eligió tras esos años de matrimonio en los que confesó sentirse recluida y aburrida. Más tarde contrajo matrimonio con Julián Contreras, un eterno aspirante a cantante, con quien tuvo a su tercer hijo, que se llama como su padre y que como sus hermanos también ha sido objeto del interés de los medios. Con él estuvo casada tres años y más tarde volvió a contraer matrimonio con el bailaor Ernesto Neyra.
Este matrimonio que duró solo dos años fue el más polémico de la vida de Carmina: en abril de 1999 la pareja salió en la portada de una revista contando que ella había sufrido un accidente doméstico y ella aparecía con la cara hinchada y un ojo totalmente morado. No mucho después esas mismas fotografías las utilizó para acusar al que todavía era su marido de malos tratos. Una vida recorrida a máxima velocidad, en la que desfilaron amores, fiestas y excesos que sus hijos, como ahora ha contado Francisco Rivera, no pudieron reconducir porque ella no dejó que lo hicieran.
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