Por qué Mackenzie Scott se ha convertido en la mujer más rica (y más solidaria) del mundo
Con una fortuna de más de 57.000 millones de euros, la exmujer de Jeff Bezos, fundador de Amazon, ya ha superado a Françoise Bettencourt, heredera de L’Oréal
Tiene 50 años, cuatro hijos, el 4% de las acciones de Amazon y una fortuna de 57.460 millones de euros. Por eso, la tarde del 2 de septiembre Mackenzie Scott se convertía oficialmente en la mujer más rica del mundo, superando así a Françoise Bettencourt, la heredera de L’Oréal, que tiene unos 1.015 millones menos que ella.
Scott es la cofundadora del gigante del comercio electrónico mundial Amazon. Lo creó junto a quien ha sido su marido durante 25 años, Jeff Bezos, convertido hoy en el hombre más rico del mundo gracias a un patrimonio de 175.160 millones de euros. Jeff y Mackenzie se casaron en 1993, fundaron la célebre empresa en 1994 y anunciaron su divorcio de forma pública a través de las redes sociales en enero de 2019. Entonces las acciones de Amazon se tambalearon ligeramente. Hoy, año y medio después, no paran de crecer.
Porque lo que ha hecho ultrarrica a Scott ha sido, tristemente, la pandemia del coronavirus. Cuando se divorciaron, los Bezos se dividieron sus bienes, y Mackenzie se quedó con unos 31.000 millones de euros en acciones de Amazon. Eso suponía el 4% de la empresa: entre los dos disponían del 16% de los títulos de Amazon y ella obtuvo una cuarta parte de ese pedazo. Mackenzie decidió cederle a Jeff la propiedad del diario The Washington Post y también de la compañía espacial Blue Origin, pese que ambas empresas habían sido fundadas durante los 25 años que duró su matrimonio.
Pero con lo que podría parecer una mínima parte de Amazon, Mackenzie Scott ha logrado multiplicar su fortuna. En el segundo trimestre del año, entre abril y junio de 2020, la empresa facturó 88.910 millones de dólares (más de 75.200 millones de euros) y ganó 5.243 millones (4.435, en euros), el doble que en el trimestre anterior, gracias a la inmensa demanda de compra desde el hogar generada por la pandemia y por el confinamiento. Hasta el mes de junio, las acciones de la compañía habían crecido en un 65%. De hecho, solo en España, la empresa de distribución contrató a 1.500 personas para hacer frente a la exponencial demanda.
Gracias a ese inmenso crecimiento, ya a finales del pasado mes de junio Scott se convertía en la tercera mujer más rica del mundo, superando tanto a Bettencourt como a Alice Walton, la hija del fundador de los supermercados Walmart.
El portal económico Bloomberg, que actualiza de forma constante la lista de personas más ricos del mundo, es quien ha situado ahora a Scott (su nuevo apellido; el de soltera era Tuttle y el de casada Bezos) en el puesto número 12 entre las personas más ricas del mundo. Por delante de ella hay 11 hombres, siendo el primero su exmarido, seguido a una considerable distancia por Bill Gates, Mark Zuckerberg, Elon Musk y Bernard Arnault. El primer español de la lista es el creador de Inditex, Amancio Ortega, en el puesto 18 con 50.000 millones de euros.
Sin embargo, Mackenzie Scott no tiene ningún interés en quedarse con ese dinero, ni en dejárselo a sus hijos, los tres mayores ya adolescentes y la cuarta adoptada en China. En mayo de 2019, Scott se comprometía a donar en vida la mitad de su fortuna. Lo hizo uniéndose a una iniciativa llamada Giving Pledge y fundada por el empresario tecnológico Bill Gates y el inversor Warren Buffett. Su ya exmarido no es parte de la misma.
El pasado mes de julio, la filántropa empezó a hacer efectiva esa promesa. Entonces anunció que había donado 1.400 millones de euros a 116 organizaciones centradas en nueve causas benéficas diferentes y, como destacó, “de esta lista, el 91% de organizaciones de igualdad racial están lideradas por personas de color, el 100 de las LGTBI están lideradas por personas LGTBI y el 83% de las que buscan igualdad de género están gobernadas por mujeres”. En un escrito, Scott defendió: “El año pasado me comprometí a devolver la mayor parte de mi riqueza a la sociedad que ayudó a generarla, a hacerlo de un modo cuidadoso, a empezar pronto y a mantener la promesa hasta vaciar la caja fuerte”, escribía entonces en su perfil en la plataforma Medium. “No tengo dudas de que la riqueza personal de cualquiera es el producto de un esfuerzo colectivo y de estructuras sociales que dan oportunidades a ciertas personas y obstáculos a innumerables otras”.
En ese alegato, Scott —que decidió usar ese apellido porque es su segundo nombre y se lo pusieron en honor a su abuelo— explicó que en otoño le pidió a una serie de asesores sin ánimo de lucro que la ayudaran a “encontrar y a evaluar organizaciones con un gran impacto en causas diversas”. También explicó que el trabajo estaba todavía “en curso y durará años”, pero que quería explicar esas donaciones porque, gracias a ellas se había dado cuenta de que era poseedora de “un privilegio que había estado pasando por alto: la atención que puedo lograr hacia las organizaciones y líderes que impulsan el cambio”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.