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La paradoja y el estilo
Columna
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Paloma vuela sola

Tú, la adalid de la elegancia andaluza de traje largo, puedes dar la puntilla a todos esos vestidos con cola, revenderlos y echar un capote a alguna organización solidaria

Enrique Ponce y Paloma Cuevas, en una entrega de premios en Madrid en diciembre de 2016.
Enrique Ponce y Paloma Cuevas, en una entrega de premios en Madrid en diciembre de 2016.Samuel de Román (WireImage)
Boris Izaguirre

El matrimonio de Paloma Cuevas y Enrique Ponce no sobrevivió al encierro. Le ha pasado lo que a otras parejas: llevaban años sin convivir juntos más de cuatro días seguidos y de repente se tuvieron que torear, a diario, tres meses. Una faena. Paloma y Enrique, se habían convertido en una pareja objeto, un icono que llevaban de fiesta en fiesta para ayudarnos a creer en la ilusión del matrimonio. Ahora que va a haber menos fiestas de tronío, para qué seguir toreando si ya no hay dónde hacerlo.

Además, debemos cavilar un poquito en lo que debe ser un torero confinado. En el redil. ¡Madre mía, Paloma, te entiendo tanto! A toro pasado, es fácil hablar. Pero imagina que a Ponce le prohíban salir durante semanas a hacer un tanteo o una capea o lo que fuera por miedo a un contagio casual. No debe resultar fácil. Pero hay que coger el toro por los cuernos y tomar este divorcio como un cambio de tercio. Una oportunidad de reinvención, Paloma: puedes volar alto y sola. Tú, la adalid de la elegancia andaluza de traje largo, puedes dar la puntilla a todos esos vestidos con cola, revenderlos y echar un capote a alguna organización solidaria.

Voy a entrar al trapo. Paloma y Enrique han recorrido un paseíllo muy estiloso juntos. Cuando se conocieron, en 1992, ese año en que todos creímos que viviríamos como reyes y seríamos amigos para siempre, se vestían como jóvenes algo pijos en plan “rescate de los valores de siempre” recombinado con estampados atrevidos con efecto desigual. Aunque con frecuencia se señale el estilo Cuevas como pelín cursi, yo encuentro su evolución una de las grandes gestas estilísticas de las últimas temporadas. Cuando había que lidiar con el color nude, ahí estaba ella defendiéndolo con uñas y dientes. Cuando el imperio de la pamela XL se tambaleó, tras el divorcio de la Infanta Elena, ahí estuvo Paloma como una jabata para preservarlo. Ganó orejas y rabo. En la boda de Laura Vecino, donde estuve, tenías que contorsionarte como Linda Blair en El Exorcista para conseguir contacto visual con ella porque el tamaño de su pamela hacía impracticable cualquier verónica. Y cuando decidió que nunca más llevaría pantalones ni vestidos midi sino que todo sería un traje largo tras otro, la entendí porque haría de eso su traje de luces.

No me preocupan tanto ellos como lo que vaya a pasar con sus armarios. ¿Volverá a ser Paloma aquella muchacha hija de apoderado pero liberada de la esclavitud de estar siempre entre las más elegantes y silenciosas? Y, Enrique, ¿sabrá disfrutar de tener un armario más vistoso?

Belén Esteban y Paloma Cuevas son contemporáneas y compañeras en el altar mediático. Ambas iniciaron su andadura en los años noventa. Ambas son madres de hijos de toreros. Ambas saben qué es Cartier y Pronovias y lo que significan. Esteban se pagó su Cartier a plazos pero Pronovias no quiso vestirla en su boda. A Cuevas, en cambio, le han llevado todo a casa. Pero ambas han hecho mucho por la integración de las grandes marcas en el armario de muchas mujeres españolas. Belén ha anunciado esta semana su libro de cocina luciendo una blusa que pone Cha Nel, así separado, en su pechera. Divide y vencerás. Un poquito de picardía iconoclasta ante la ortodoxa elegancia sin sal de Paloma. Pero las revistas las necesitan a ambas. Una exitosa receta editorial podrían ser unas conversaciones íntimas entre ellas en forma de libro o de exclusiva con foto de portada sentadas delante de un buen armario o de un buen toro. ¡Olé!

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