Cómo comprar y cocinar para uno (y no tirar comida en el intento)
Vivir solo puede ser un auténtico lujo, pero la parte culinaria se complica en un mundo de formatos familiares y no demasiado tiempo libre. Aquí tienes 12 consejos para que no se te haga bola.
La vida en singular y la buena alimentación en casa pueden llevarse regular: hay que vencer la pereza de cocinar solo para uno, buscar formatos que no se encuentran en todos los comercios -¿para cuándo las botellas de leche de medio litro?- y tener una cierta planificación para no acabar tirando comida. Si convives con estas bestias negras -y con nadie más-, tal vez estos consejos te ayuden.
El plato único es tu amigo
Preparar un primero y un segundo para uno es de nota, y no siempre estamos para tanto festival. Un plato único con un buen equilibrio nutricional se prepara más rápido, llena menos -la mayor parte de las comidas que haces cuando vives solo son cenas, y no es plan de irse a la cama como una boa constrictor- y es más económico (siempre que lo único de tu plato único no sea un chuletón, claro).
Escoge bien las ofertas
Asegúrate de que una oferta no va a terminar siendo un gasto innecesario (con comida desperdiciada en el proceso). Si es de larga caducidad y de un producto que sueles consumir, adelante. Si es de caducidad corta pero vas a cocinarlo y congelarlo, también (congélalo ya en forma de salsa de tomate, sepia estofada o albóndigas, no en crudo cuando lleve días dando vueltas por el frigo). Si no, esta oferta no es para ti; no te dejes tentar y pasa de largo: seguro que vendrán otras.
Organízate
Intenta dedicar un ratito a planificar algunos platos para la semana, hacer la compra y cocinar. Pon música y disfruta del momento: si te da una pereza terrible y nunca sabes cuándo ponerte, invita a alguien a comer. Cocinar acompañado y motivado suele ser más fácil.
Ten comida sana a mano para comer entre horas
El guarreo es uno de los peores enemigos de la cocina para uno: si abres una bolsa de patatas familiar y una cerveza antes de cenar, hay bastantes posibilidades de que te acabes ambas cosas (y las patatas y la cerveza acaben siendo tu única cena). Ten a mano frutos secos, hummus, fruta y verdura frescas, pan y cereales integrales y cualquier cosa que te asegure picoteos y desayunos saludables. Evita tener en casa esas guarraditas a las que no puedes decir “no” para asegurarte de que solo las consumes eventualmente.
Si puedes, cocina doble (o triple)
Creo que es la vez número chiquicientos que damos este consejo, pero repito por si aún hay alguien que no lo ha leído. Vale la pena preparar dos, tres o cuatro raciones más de cualquier cosa que congele bien. Desde el sofrito base para un arroz hasta albóndigas, pasando por caldo, salsa de tomate o las setas salteadas con ajo y butifarra que tanto te gustan con la pasta. Envasa siempre en raciones individuales, marca la fecha de preparación y échale un vistazo al congelador una vez al mes para ver si hay algo que debería ir desfilando. Un congelador bien surtido es lo más parecido a los tápers de tus padres que puedes tener, así que mímalo y él te mimará a ti.
Compra a granel, al corte y por unidades
El mercado es tu mejor amigo: puedes encontrar toda la variedad que necesitas en un solo sitio, comprar la cantidad que quieras y ahorrarle al planeta un montón de bandejas y envases superfluos. Si escoges productos de temporada, además, será más barato. En los supermercados y grandes superfícies no suelen vender yogures sueltos o en packs de dos, pero en las lecherías y tiendas más pequeñas es más fácil encontrarlos (y además suelen estar más buenos).
Asegúrate un buen fondo de despensa
Tanto de alimentos de larga caducidad en la nevera -los yogures y los huevos son un básico que no debería faltar, por sencillez y versatilidad, y la pasta fresca también puede sacarte de un apuro cuando tienes hambre y prisa- como en la despensa. Unas buenas conservas de pescado, los botes de legumbres cocidas, unos pimientos del piquillo asados o espárragos, el arroz, la pasta seca y otros cereales crudos (trigo sarraceno, bulgur, etc), la sopa de miso de sobre o el cuscús o risotto con verduras o setas deshidratadas pueden convertirse en la base de una deliciosa comida sin volverte tarumba. Si sientes debilidad por algún precocinado sin marranadas, tampoco es mala idea tener un par de raciones a mano.
Asóciate con otros “unos”
¿Tienes un vecino, amigo del barrio o compañero de trabajo que también compra para uno? Si sumáis fuerzas podéis haceros la vida más fácil. Esa bandeja de filetes a buen precio con cuatro raciones que tú solo no te comprarías puede daros para comer uno y congelar otro y también podréis aprovechar las eventuales ofertas de 2 X 1 en fruta y verdura fresca. Si se trata de comer en el trabajo, intenta aliarte con otra gente para que cada día cocine uno: es mucho más agradecido cocinar una vez a la semana para cuatro que hacerte cuatro tápers a salto de mata. Si vives con más gente, dejad de repartiros las baldas de la nevera e intentad funcionar como una comuna (solo en la cocina, malpensados). ¿Hay alguien completamente negado que no sabe ni freír un huevo y no sabéis dónde encajarlo? Enhorabuena a los premiados: ya tenéis fregaplatos.
Sé realista
No compres cosas que no te vas a comer. Si vas el martes a la compra con buenísimas intenciones y cargas kilos de fruta y verdura, que sean cosas que te apetezcan y te vas a comer. Si te gustan las fresas, los kiwis y los albaricoques no te dejes llevar por el entusiasmo y te lleves también peras de San Juan y unos plátanos que no te dicen ni chus ni mus: es más que posible que acaben languideciendo en el cajón de la fruta. Tampoco te gastes 60 euros en una tabla de ocho quesos, porque o se te estropearán o acabarás comiendo más queso del que deberías (aunque seguramente menos del que te gustaría).
No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy
Porque, no te engañes, mañana seguramente te dará más pereza todavía. Si acabas de comprar para preparar curry de pollo y crema de calabaza, pero por el camino pasas por delante de ese sitio de pizza al corte que huele tan bien y te llevas un par de porciones para cenar, es posible que ese curry y esa crema no lleguen a ver la luz. Aprovecha el empuje que te da el hambre, prepárate la cena y deja la cuatro estaciones para cuando no tengas otra cosa (o te apetezca de verdad, y no por vagancia).
Ten a mano amigos tragones
Si no has hecho caso de ninguno de los consejos anteriores sobre austeridad y cantidades, prepara una cena e invita a tus amigos. No tirarás comida, te lo agradecerán y, con un poco de suerte, te invitarán a otra cuchipanda.
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