Anarquía de un risotto y otras delicias de 'Top Chef'
Antes que nada, una pregunta. ¿Alguien ha informado a los programadores españoles de que hay gente que no es nini ni jubilada y se levanta pronto al día siguiente? Lo digo porque esto de que sus programas estrella acaben a las tantas es buenísimo para todos aquellos a los que les suena el despertador a las 7.30. De hecho, no sé cómo el Gobierno no les premia con una subvención por su ayuda para mejorar la productividad del país.
Top Chef, el nuevo reality-concurso culinario de Antena 3, empezó ayer a las 22.40 y acabó a las 0.20. Tan extenuante horario, unido a la duración del show (hora y media sin contar los anuncios), logró que éste se hicera largo cual morcilla de 187 metros. A pesar de que estuvo, en líneas generales, bastante bien. Hubo momentos divertidos. Hubo tensión. Hubo buena y mala cocina. Chicote se lució en los momentos pesadillescos que todos espérabamos -"¿sabes la diferencia entre crujiente y duro?"-, y sus compañeros de jurado, Ángel León y Susi Díaz, funcionaron como contrapunto sin resultar ni envarados ni blandos. Eso sí, todo recordó mucho a Masterchef. Quizá demasiado.
Hay cosas que me empiezan a cansar en este tipo de concursos. La estrategia de poner nerviosos a los concursantes, por ejemplo. Entiendo que el jurado tiene que intervenir para hacerles hablar y que televisivamente pase algo, pero me parece innecesario que les metan tanta caña mientras cocinan. La situación ya es suficientemente tensa como para cargar las tintas, y pienso que Díaz, León y sobre todo Chicote deberían ser cuidadosos con la presión que imponen. Y también con las directrices que les dan a los cocineros: parece confuso pedirles que arriesguen y a los dos minutos que jueguen sobre seguro haciendo lo que mejor saben.
Por suerte, los tres están mucho más naturales que los jueces de Masterchef en el primer programa. No se les ve tanto el guión ni parecen salidos de una corrala del Siglo de Oro. Chicote lleva las riendas, León cae simpático y Díaz, con su aire de profesora de Primaria, puede dar mucho juego como poli buena junto al poli malo de Pesadilla. La inexistencia de una Barbie presentadora estilo Eva González es un rotundo acierto, tanto como lo de zumbarse a cuatro participantes en la primera emisión y dejar el número en 11, una cantidad mucho más manejable para la memoria del espectador.
Aunque el formato es bastante similar, sólo que con cocineros profesionales en vez de aficionados, la troupe de Top Chef ha repetido por activa y por pasiva que no quieren parecerse a su predecesor en La 1. Sin embargo, no sólo el formato es muy similar, sino que algunos participantes repiten de forma llamativa roles que vimos en aquel programa: el niño prodigio repipi (Fabián/Iván), la maruji insegura de lágrima fácil (Maribel/Bárbara), el nervioso conflictivo (José David/Miguel), la que va totalmente a su bola y es más bruta que un arado (Santiaga/Begoña) y el pescado torturado con cuchillos, machetes, mazas, motosierras y cualquier arma letal disponible en el mercado (Rodaballo/Rodaballo).
Me gustaría que Top Chef no cayera en el error de primar el posible atractivo entre ciertos colectivos de espectadores de determinados concursantes. Es decir, de eliminarlos o no en función de su valor como personajes de reality más que por su talento como cocineros. En este sentido, recibí señales contradictorias. Por un lado, me resultó incomprensible que preseleccionaran a Erika Domínguez, una chica simpatiquísima pero que en su vida había cocinado un ave y que miraba la Thermomix un MyCook como si fuera un ovni (¿no había nadie en el cásting con más conocimientos?). Por otro, me alegré de que expulsaran por su falta de destreza a chefs con un fuerte potencial ternurista, como el jubilado Enrique Lozano o el discapacitado Vicente Cubertorer.
También me gustaría que los concursantes fueran tratados como cocineros experimentados y no como amateurs: si su nivel no es el adecuado es un error de los que hicieron la selección, no de ellos. O que el programa mantuviera e incluso aumentara los subrayados cómicos con las músicas: el momento del marmitako a velocidad valium del chef del Ministerio de Defensa fue grandioso. Y si es posible, pediría a Diosito no oír 300 veces en cada programa lo del "rock and roll" en la cocina, porque ya resulta un pelín cansino. Que cualquier día empezaremos a decir “aquí hay mucho hervor” o “¡menuda fritanga!” cuando vayamos a un concierto, y acabaremos haciendo el ridículo.
Más allá de estas cosillas, insisto en que Top Chef me gustó. Y no debí ser el único, porque el programa consiguió un total de 3.030.000 espectadores (más del doble que ¿Quién quiere casarse con mi hijo?) y un 17,7% de share, según la web vertele.com. Si el primer episodio, que en este tipo de concursos suele aburrir hasta al más entusiasta, ha sido digno, creo que las siguientes entregas pueden resultar muy entretenidas. Las pruebas conjuntas, las más dadas al conflicto, están por llegar. Y entre los concursantes no faltan seres que prometen los necesarios conflictos para que no nos durmamos entre plato y plato. Éstos son los que me parecieron más interesantes.
Miguel Cobo
Físicamente es lo que una buena amiga llamaría “un empotrador” en toda regla: alto, ancho y con buena planta. Un tipo con aires de triunfador, claramente necesitado de dos o tres Sosegones diarios y con ganas de convertirse en una estrella mediática (dice que “le encantaría que le reconocieran por la calle”). Cuando el último concursante que entra es Bárbara y no Eduardo, se le tuerce la cara y dice que “no la ve sincera”: en mi bola de cristal veo escenas de bronca (por parte de él) y llanto (por parte de ella). Dicen en su perfil del programa que fue “un joven rebelde hasta que encontró la gastronomía”, algo que siempre da curiosidad (si fuera ¿Quién quiere casarse con mí hijo? no sería un misterio porque tendría un pasado como actriz porno). Empatía: 3. Demasiado encantado de conocerse y nerviosillo. Capacidad para poner de los nervios: 8. Demasiado encantado de conocerse y nerviosillo. Talento culinario demostrado hasta ahora: 5. ¿He dicho ya que está demasiado encantado de conocerse y es ALGO nerviosillo? Top frase: "Es que pienso muy rápido".
Begoña Rodrigo
Por dura, borde, criticona y deslenguada, mi concursante favorita en estos momentos. Es valenciana pero parece vasca del Goierri. Se exige mucho a sí misma, lo que la convierte en una mujer siempre tensa, y exige mucho a los demás, lo que la convierte en un dolor en el culo para los que la rodean. Me parece una persona muy valiente por declarar su indiferencia ante un plato sagrado en su lugar de origen. Además es listísima: lo de llamar un arroz que parecía un vomitado "anarquía de risotto" fue un acto de rebelión punk absolutamente genial. Empatía: 1. Por desgracia, las personas así no caen bien. Capacidad para poner de los nervios: 9. Tiene todas las papeletas para ser la supervillana de Top chef. Talento culinario demostrado hasta ahora: 10. Es a la cocina lo que los Sex Pistols a la música. Top frase: "Cuando vi que me tocaba Susi Díaz, dije: ya está, una puta paella".
La "anarquía de una pasta" que me comí ayer. / EL COMIDISTA
Hung Fai
Imposible no enternecerse ante la sonrisa y las maneras educadas de este chico. Improbable mezcla de hongkongés y trianero, ya me caía bien en su programa en Canal Cocina Oriental y tal –donde preparaba platos asiáticos muy apetecibles, lo que me hace pensar que los nervios le traicionaron en la prueba–, pero intuyo que en Top Chef va a rozar el cielo del cuchicuchismo. Es un tipo tranquilo, y creo que puede funcionar muy bien tanto como herramienta de cohesión como para templar los ánimos cuando las cosas se pongan tensas. Es tercera generación de cocineros y (sólo por esto ya vale la pena que gane) quiere abrir un restaurante de cocina fusión oriental y vasca que se llame El Txino con Txapela. Empatía: 7. Dan ganas de que las cosas le vayan bien. Capacidad para poner de los nervios: 3. De momento. Talento culinario: 7. Lo digo más por su trabajo anterior en televisión más que por lo que se vio en el programa. Top frase: “Cuando [Chicote] ha entrado y ha hecho PUM [con la puerta], el corazón me ha hecho PUM”.
Iván Hernández
Para su carrera profesional, sería fantástico que ganara Top Chef. Para él como persona, no lo tengo tan claro. Este chaval de 22 años tiene un claro problema de alta autoestima. O de autoestima por la estratosfera, más bien. Creo que las tortas que se va a llevar en el programa le van a venir fenomenal para se le bajen los humos, y confío en que, por su bien, la experiencia vivida le lleve a no volver a decir jamás eso de "soy el mejor". Al menos hasta que no lo sea de verdad. Empatía: 5. Va de sobrao pero es jovencillo, por lo que se le perdona (en parte). Capacidad para poner de los nervios: 2. A pesar de su soberbia, no parece excesivamente conflictivo. Talento culinario demostrado hasta el momento: 4. La canela con arroz que preparó no sonaba muy apetecible. Top frase: su magistral definición de la cocina. "Ves cuatro ingredientes, los juntas, y lo que salga".
Bárbara Amorós
Una de esas concursantes del perfil “madre y esposa en la vida”. Estudió en Le Cordon Bleu de París, tiene una empresa de cátering y es asesora gastronómica de dos restaurantes en Nueva York, así que su poca habilidad a la hora de preparar un arroz o limpiar un rodaballo sólo se explica porque lleva una buena temporada lejos de la parte ejecutiva de la cocina. Aliña todos sus platos (de momento, TODOS) con un ingrediente secreto: unos lagrimones como puños, aunque también se ríe y charlotea como si se hubiera tomado tres o cuatro julepes de menta. Creo que va a adoptar rápidamente el rol de madre y los va a cuidar a todos (menos a Miguel, que ya ha dejado claro que no se va a dejar porque no le hace puñetera gracia) como una gallina clueca. Empatía: entre las señoras, 9. Entre el resto de la humanidad, 4. Capacidad para poner de los nervios: 6. Por la manía de llorar y pedir perdón. Talento culinario: 4. Aunque supongo que si vuelve a la práctica aumentará rápidamente.
Jesús Almagro
Claramente, uno de los máximos candidatos a ganar Top Chef. Jefe de cocina del Grupo Larumbe, es el chef con más prestigio de todos, y demostró su poderío haciéndolo impecablemente bien en la primera prueba. Almagro me despierta bastante admiración, porque habiendo alcanzado su nivel profesional hay que tenerlos bien puestos para presentarse a un concurso así, donde exhibes tus virtudes pero también tus defectos. Ahora bien, no sé si está un tanto sobrecapacitado respecto a los demás contendientes. Eso sí, el momento en el que Ángel León le besó en la calva fue lo más estrambótico del programa. Empatía: 6. Parece un señor simpático. Capacidad de poner de los nervios: Por lo visto en el primer capítulo, diría que 1. Pero el avance del siguiente anuncia un posible 7. Talento culinario: 9. Por ahora, es el mejor.
Elisabeth Julianne
La antisistema del programa. Abanderada de la igualdad en el mundo de la gastronomía y concienciada sobre los productos de proximidad, vive en Menorca donde tiene un huerto del que provienen las verduras que usa en su restaurante. También cría sus propios corderos. Tiene pinta de meditar un par de veces al día y se le empañan los ojos hablando de desigualdades. En resumen, es una jipitrusca. Pero, en un alarde de coherencia, cuando los jueces le piden que prepare un plato para deslumbrar se olvida de la huella ecológica y se lanza de cabeza sobre unos carabineros ligeramente más grandes que el principado de Mónaco. Empatía: 6, siempre que no se pase con lo de “la cocina, mundo de machirulos”. Capacidad para poner de los nervios: De momento, 2. Veremos. Talento culinario: 5. Su plato estrella, bien, pero el micropuré de caballa junto a mondongo gigante de aguacate picado de la primera prueba era una estafa.
Eduardo Sánchez
Era, con mayúsculas, EL personaje. Lástima que le echaran, porque una joya de tantos quilates no se ve con frecuencia en televisión. Posible inspiración de Gru, mi villano favorito y prueba viviente de las secuelas que te puede dejar trabajar para el Ejército, Sánchez protagonizó las escenas más divertidas de todo el show. Su marmitako paso total de vosotros y sus maravillosas declaraciones me llevan a suplicar una repesca de este hombre. “Haría lo que sea menos violencia contra los demás”, dijo. Qué pena, Eduardo, nosotros que te queríamos ver descuartizando a algún compañero... Empatía: 8. Era tan de otro mundo que molaba. Capacidad de poner de los nervios: 0, porque le han eliminado. Talento culinario demostrado: 2. Lo que guisó era puro cuartel. Top frases: "Mi pelicula favorita son Rambo" y "yo he dado de comer a políticos de alto estándar".
Documentación: Mònica Escudero
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