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Carta no fumadora a Mariano Rajoy

Mariano Rajoy, en 2001. / GORKA LEJARCEGUI
Mariano Rajoy, en 2001. / GORKA LEJARCEGUI
Mikel López Iturriaga

Estimado Sr. Rajoy,

Imagino que andará usted estresado con la campaña electoral y que no estará para aguantar las monsergas de un bloguero. Puede quedarse tranquilo: no voy a discutir sus posiciones políticas ni a usar esta bitácora para alabarle o para soltarle un rapapolvo, ya que por suerte no soy un tertuliano. Le escribo por sus recientes y para mí muy alarmantes declaraciones sobre la ley que prohíbe fumar en bares y restaurantes.

Han pasado cinco días desde que insinuara en una entrevista la posible derogación de la norma cuando llegue al poder. Que yo haya leído, ni usted ni nadie de su partido han confirmado después qué van a hacer con el asunto en la próxima legislatura, en la que gobernarán a no ser que un asteroide choque contra la Tierra o nos invadan los extraterrestres. Así que nos han dejado en la inquietud de desconocer nuestro futuro a este respecto, como si del último capítulo de una temporada de Perdidos se tratara.

Siendo usuario habitual de establecimientos hosteleros por un lado, y fumador ocasional por otro, doy gracias al Señor y a la madre de la ministra que impulsó la ley cada vez que entro en ellos. Considero una bendición comerme mi filete sin que nadie me lo pueda amargar con la peste de un puro o tomarme una sopa libre del humo del cigarrillo del de la mesa de al lado, ese que por misterios de la física siempre va directo a tu nariz te pongas donde te pongas. Soy el primero al que le apetece fumar mientras se toma una copa, pero me voy fuera a hacerlo y aprovecho para recordar que, milagro, no voy a volver a casa oliendo como un gigantesco cenicero andante.

Creo sinceramente que es una buena ley, y me da igual qué partido la haya impulsado: la defendería fuera iniciativa de la Falange Auténtica, la Liga Comunista Revolucionaria o La Sandía con Tres Avances. Es buena para nuestra salud y, sobre todo, para la de los que trabajan en hostelería, que no se pasan 8 o más horas al día chupándose la nicotina ajena. Y es buena para nuestros paladares, que ya no están obligados a soportar las odiosas interferencias tabáquicas cuando disfrutamos de un plato o una bebida.

No entiendo muy bien a qué se debe su interés por tumbar una norma cuya aplicación se ha llevado a cabo sin grandes problemas. La inmensa mayoría de los fumadores dio desde el primer día un ejemplo de civismo al respetar la norma. Nadie ha muerto por salir a la calle a fumar en vez de hacerlo dentro. Al menos en mi entorno, muchos habituales del tabaco que se enfadaron con la ley reconocen ahora que no era tan mala idea.

Las apocalípticas profecías de algunas asociaciones de hosteleros, que preveían poco menos que una hecatombe en sus negocios, no se han cumplido. Se quejaron, con razón, de que la ley cambiaba una anterior que les obligó a llevar a cabo reformas en los locales mayores de 100 metros cuadrados. Pero es que esa ley intermedia nunca debería haber existido, puesto que la prohibición tenía que haber sido completa desde el principio. Como lo es ahora.

No se trata de perseguir a los fumadores, que están en su perfecto derecho de ahumar sus pulmones como un salmón. Es una cuestión de respeto, no sólo para los que no fuman, sino hacia cualquier persona que en un momento dado no le apetezca meterse en el cuerpo los cigarrillos de los demás mientras desayuna, come, cena o toma una cerveza, sea fumador o no.

No sé si sus declaraciones serán fruto de esa fiebre que les entra a los políticos españoles por descalificar todo lo que han emprendido sus adversarios. Le recuerdo que un buen gobernante es el que corrige los errores de sus prececesores, pero también aprovecha y defiende sus aciertos. En caso de que le haya dado un simple ataque de electoralismo campañil, y todo sea un intento de atraer el voto de las chimeneas más recalcitrantes, le recuerdo que según las encuestas la mayoría de los ciudadanos estamos a favor de la ley. Y de paso, que su propio partido votó a favor de la misma en el Congreso.

En resumen, le pido que reconsidere su postura. No ceda a las insensatas presiones de hosteleros que colaboran con las tabacaleras, y no cometa el disparate de volver a intoxicar los restaurantes y bares españoles, convirtiéndolos en una excepción entre todos los demás lugares públicos cerrados. Fúmese tranquilamente los puros en casa o en la terraza de su bar favorito, pero por favor no nos devuelva al pasado desconectándonos en esto de las naciones más civilizadas del planeta.

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Sobre la firma

Mikel López Iturriaga
Director de El Comidista, web gastronómica en la que publica artículos, recetas y vídeos desde 2010. Ha trabajado como periodista en EL PAÍS, Ya.com o ADN y colaborado en programas de radio como 'Hoy por hoy' (Cadena Ser), 'Las tardes de RNE' y 'Gente despierta'. En televisión presentó programas como El Comidista TV (laSexta) o Banana split (La 2).

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