Comida viejuna: la Comtessa
Vamos directos al grano. ¿Se considera usted comida viejuna?
¡De ninguna manera! Soy una chica muy joven. Nací en Estados Unidos en 1981, así que sólo tengo 30 años. Estoy en la flor de la edad.
¿Quién la inventó?
Oficialmente, mi padre es Kevin Hillman, un apuesto desarrollador de productos de la marca americana de helados Wall's. Él tuvo la idea de hacer una especie de milhojas de helado, e impulsó el desarrollo de un sistema mecánico para hacer mis capas. De todas formas, por la elegancia y distinción que tengo yo diría que vengo de alguna familia de la jet italiana. ¿No le recuerdo un poco a Carlota Casiraghi?
Yo la veo más Sabrina Salerno, pero bueno, volviendo al tema: ¿cuál fue su momento de máximo esplendor?
Los ochenta, sin duda. Es mi época favorita de todos los tiempos. Todo era precioso: los cardados, los cinturones de medio metro de ancho, los vaqueros sobaqueros lavados a la piedra, Verano Azul, los Hombres G, Objetivo Birmania... ¡tantas cosas bonitas! Yo formo parte de aquel escenario maravilloso y feliz, porque fui la reina absoluta de los helados en aquella década.
Hombre, había otros que molaban: el Frigodedo, el Drácula, el Fantasmiko, los Negritos...
Bueno sí, chucherías para críos. Pero el helado elegante, el de los domingos, las bodas y comuniones, era yo.
También estaban los cortes de fresa y nata o de vainilla y chocolate.
Bah, antiguallas de los setenta. Ninguno podía competir con mis decadentes capas onduladas, mi chocolate crujiente, la sensación de que te metías algo duro en la boca y luego te estallaba la crema en la lengua, mmmm... ¿No se excita sólo de pensar en comerme?
Esto... no. Pero sí recuerdo que los anuncios con los que la promocionaban eran muy sexys para la época.
Eran la bomba. Yo es que fui un poco pionera del food porn y todo el rollo de vender la comida como un placer capaz de sustituir al sexo. ¡Si hasta los vídeos de cómo me fabricaban son eróticos!
Ahora que habla de su fabricación, yo la recuerdo con cariño, pero un poco química. A veces te dejaba peliculilla sebosa en el paladar.
Yo nunca he dejado peliculillas a nadie en ningún sitio. Comería usted imitaciones baratas de a saber qué marca. A mí en Frigo siempre me hacían con ingredientes 100% naturales.
Había otro problema con usted: la escarcha que se le hacía por todos lados una vez abierta.
A ver, eso era porque la gente humilde, los pobres vaya, no tenían congeladores no frost. ¿Cómo podrían vivir sin ellos? Ay, me estremezco sólo de pensarlo.
¿Es verdad que para 'calentarla' le echaban whisky por encima?
Uy, eso fue en mis años locos. ¡Cómo me ponía de achispada! Calle, calle.
¿Por qué cree usted que se pasó de moda tan rápido?
La gente es caprichosa. Un día te ven como una novedad y te adoran porque eres superguay. Y al siguiente no quieren saber nada de ti porque estás demodé. No sé, a veces me siento como las hombreras.
Háblenos de su cambio de nombre. Porque ahora la llaman Vienetta, ¿no?
Bueno, así es como se me ha conocido siempre en los círculos internacionales. En España no me pudieron comercializar como Vienetta por un problema legal, y por eso me llamaron Comtessa. Cuando se solucionó el tema en los noventa, pues los dueños de Frigo, Unilever, decidieron ponerme Vienetta para que no hubiera dos marcas distintas y ahorrar costes. A mí me gusta más Comtessa, pero hija, las multinacionales alimentarias son así.
¿Qué le parece que la preparen a usted en casa?
¡Superbien! me encantan esta clase de homenajes. Hay gente que me hace al estilo clásico, o de fresa... hasta me sirven en versión salada con jamón, ¡fíjese qué atrevidos!
¿Sabe usted que tiene un grupo de fans en Facebook?
Ay sí, mis fans. ¡Son tan monos! ¿Sabe cuáles son sus tres reivindicaciones básicas? Que me sirvan en todos los restaurantes, que me vuelva a llamar Comtessa y que llegue a España mi versión con palo para poder comerme por la calle. ¡Estos sí que son jóvenes rebeldes, y no esa gente tan cutre de las acampadas!
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