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¿Por qué llamamos erróneamente té a bebidas como el ‘rooibos’?

Los tés provienen de una planta concreta, la ‘Camellia sinensis’. Todo lo demás, como la manzanilla, la tila, ‘rooibos’, son infusiones

Infusión 'rooibos'

Si alguna vez has pedido un “té de manzanilla” o un “té rooibos”, tengo noticias para ti: eso no es té. No, no es que te hayan engañado en la cafetería de la esquina, es que en España hemos decidido que cualquier cosa que se eche en agua caliente y se beba puede llamarse “té”. Pero, ¿de dónde viene esta confusión? Este lío lingüístico tiene mucho que ver con la historia del comercio con China y, por supuesto, con nuestra tradición de infusiones.

Todos los tés (el blanco, el verde, el rojo, etc...) provienen de una planta concreta: Camellia sinensis. Todo lo demás (manzanilla, tila, rooibos, etc.) es una infusión, pero no un té. Aquí es donde empieza el enredo.

El té llegó a Europa desde China en el siglo XVI. Existían diferentes rutas comerciales y ese es el principal motivo del origen etimológico de la palabra “té” en el mundo occidental: “Tea”, “thé”, “té” (en la forma inglesa, francesa y española, respectivamente) proviene del dialecto chino Min Nan, hablado en la región de Fujian. Esta versión de la palabra llegó a Europa a través de los comerciantes holandeses que, en el siglo XVII, compraban té en los puertos de la región y lo llevaron al norte de Europa, distribuyéndolo desde ahí a muchas regiones europeas. “Chá”, que es la versión utilizada en portugués, ruso, persa y otros idiomas, proviene del mandarín (茶, pronunciado “chá”). Esta versión llegó a través de la Ruta de la Seda y del comercio que Portugal mantenía con Macao.

En España adoptamos la versión holandesa “té”, pero no fuimos muy estrictos con su uso. Quizás el desconocimiento del origen único de la planta ha ayudado a esa confusión.

Herbales, infusiones o tisanas

El té llegó a España como un producto exótico, caro y poco popular. A diferencia de Inglaterra o China, aquí no se convirtió en una bebida de masas. Lo que sí teníamos era una fuerte tradición de infusiones con plantas medicinales locales: manzanilla, tila, poleo-menta, té de roca o té de montaña… Diferentes herbales con propiedades medicinales.

Dado que el té era una infusión de hojas en agua caliente, y nosotros ya bebíamos cosas parecidas, empezamos a llamar “té” a cualquier cosa que se infusionara, aunque no tuviera ni una pizca de Camellia sinensis. Excepto al café, que aunque también sea una infusión, la fuerte tradición árabe del café preservó su identidad propia.

En otros países, esto no pasa tanto. En Francia, por ejemplo, diferencian claramente entre “thé” (té de verdad) y “tisane” (infusiones de hierbas). En Portugal, “chá” es solo para el té real, mientras que las infusiones son “infusões”. Pero aquí, si entras en un bar y pides un “té”, prepárate para la temida pregunta: “¿De qué?”

La teína y otros mitos

Esta mezcla de conceptos ha desencadenado algunos malentendidos graciosos. A continuación, varios ejemplos:

- “Quiero un té sin teína”. El té tiene cafeína y no teína, se trata de la misma molécula, pero sus efectos son diferentes a los del café por los otros compuestos que le acompañan. Aun así, si quieres un herbal, pide una infusión, que efectivamente no contiene cafeína.

- “El té rojo es bueno para adelgazar”. Bueno, depende. En España llamamos té rojo tanto al pu-erh (un té fermentado de verdad) como al té rojo sudafricano (que en realidad es rooibos y ni siquiera es un té). Confusión asegurada de la mano de la gran industria de consumo y a sus productos “funcionales”.

- “El té de manzanilla me ayuda a dormir”. Pues claro, porque no es té, es una infusión de flores sin nada de estimulante.

Lo nuestro con el “té” es un enredo lingüístico, pero también una muestra de nuestra cultura: somos un país de infusiones y de café, más que de té, y no nos preocupa demasiado la precisión terminológica. Y eso está bien. Mientras lo disfrutemos, poco importa si le llamamos “té de manzanilla” o “té verde”. Eso sí, la próxima vez que pidas un “té de frutas del bosque”, acuérdate de que, en realidad, no estás bebiendo té.


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