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Créditos con causa social

El voluntariado universitario se convierte en una asignatura más al aportar competencias para el mundo real profesional

EXTRA FORMACIÓN 2 07/09/2025
Belén Kayser

El voluntariado debería ser algo por lo que todo alumno pase alguna vez; por todo lo que te da, por las personas que conoces, los valores que aprendes… Es bonito y constructivo, a mí me aportó más de lo que yo di”. Estas palabras son de Mohammed Issam El Yahyaoui Agmir (24 años), estudiante del grado de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y voluntario en la ONG Fútbol Más, dedicada a generar entornos seguros para la infancia más vulnerable a través de este deporte. Su rol consistió, entre otras cosas, en dar apoyo a las sesiones sociodeportivas y a las actividades comunitarias con las familias.

La juventud en España no se caracteriza por participar habitualmente en programas de voluntariado. Según un análisis de Funcas basado en la Encuesta social europea de 2024, menos del 20% de las personas mayores de 16 años ha participado en el último año, frente al 30% del que presume el norte de Europa. Sin embargo, aumenta el interés en la Universidad; se aprecia en el XII Estudio sobre voluntariado universitario de la Fundación Mutua Madrileña, que recogía un aumento del 18% respecto al año anterior; un 37% más de proyectos activos y un 16% de iniciativas nuevas. El 75% de personas interesadas fueron mujeres.

Valor formativo

Este aumento bien puede deberse a la implicación y organización de las facultades que llevan años estructurando sus programas y dándoles cada vez más sentido académico. La propia UAM cuenta con sello de calidad por el itinerario formativo que se ofrece a través del programa de voluntariado local, según trasladan desde el Programa de Acción Formativa en Voluntariado Universitario de este centro. La UAM otorga seis créditos a las y los estudiantes que estén en proyectos de voluntariado y los soliciten. Además, llegan a reconocer académicamente otras experiencias de voluntariado fuera del paraguas de la Universidad.

Hay instituciones que han desarrollado procedimientos rigurosos, otras lo gestionan como una actividad extraacadémica más, y hay quienes consideran que convalidarlo académicamente puede desvirtuar su naturaleza altruista. A escala estatal, la Ley Orgánica 2/2023 del sistema universitario, si bien no obliga a convalidar créditos por voluntariado, sí habilita y recomienda que se reconozca académicamente. Así, hay normativas autonómicas que lo han regulado, por ejemplo, en Andalucía o la Comunidad Valenciana. Hay facultades públicas y privadas que lo han traducido en reglamentos internos y suelen poderse convalidar hasta con seis créditos optativos.

Como en la Universidad de Sevilla (US), que funcionan con mucha actividad fuera, conveniando con ONG y otro tipo de instituciones. Destacan especialmente por su sistema sólido de reconocimiento de competencias. “Certificamos el tipo de voluntariado, las competencias que han trabajado, las horas dedicadas”, detalla Ana López, vicerrectora de Servicios Sociales, Campus Saludable, Igualdad y Cooperación de la US. “Es importante que esta actividad pueda repercutir en su empleabilidad, y nos consta que se valora entre empleadores y empleadoras”, añade la académica.

La idiosincrasia de cada localidad influye notablemente en el tipo de voluntariado. En Santiago de Compostela “les facilita mucho el trabajo la extensión de la ciudad y el tejido asociativo del lugar”, explica Javier Agrafojo, coordinador del Servicio de Participación e Integración Universitaria de la Universidade de Santiago de Compostela (USC). Este centro pide a los y las estudiantes realizar una parte teórica: una memoria, unas pruebas, un comentario y un vídeo para resumir la experiencia. “Nosotros somos quienes debemos ayudarles a identificar esos aprendizajes ocultos, de ahí el marco teórico, pero ahora estamos trabajando en el desarrollo de competencias”.

En su experiencia, el perfil de quienes realizan los voluntariados “puede o no estar relacionado con lo que estudian, pero sí que veo que no vienen solo con una actitud de querer cambiar el mundo, sino con conciencia de que esta experiencia les va a aportar aprendizajes, y esa es una reflexión que antes no se daba”. Y añade que “se quedan muy impactados por lo que aprenden, porque es un aprendizaje vital algo que se queda en ellos para siempre, cambian el chip, se dan cuenta de que pueden aportar, que su implicación marca una diferencia”.

Nuevos contextos

En la Universidad de Alicante (UA), por ejemplo, casi todo el voluntariado se diseña dentro de las facultades; en ocasiones se hacen proyectos vinculados a los estudios, pero no siempre. “En la de Educación, por ejemplo, contamos con el programa Cuidaré, que lleva a los y las estudiantes a casas de acogida para trabajar con menores tutelados”, explica Eva Espinar Ruiz, directora de Proyectos de Responsabilidad Social Universitaria en la UA. “También trabajamos en barrios con altos índices de pobreza, desde el centro social comunitario de Juan XXIII. Sacar al estudiantado de sus contextos habituales, entregarse a otras realidades, afrontar pequeños y grandes retos, todo ello transforma su manera de mirar el mundo”, cierra Espinar.

En esta línea defiende su programa la Universidad Francisco de Vitoria, en Madrid. “Transmitimos al alumnado que el voluntariado no son actividades opcionales, sino experiencias transformadoras que contribuyen de manera real y significativa a su desarrollo ético, humano y profesional”, explican desde el Departamento de Acción Social de este centro privado. “Rompen prejuicios y estereotipos, y se enfrentan a la diversidad con otra mirada”, destacan.

El sentido de todos estos programas es dotar a los y las estudiantes de una primera experiencia laboral que esté vinculada con un lado social que, posiblemente, no esté presente en sus trabajos futuros. “Es un aprendizaje invisible, que el propio mercado laboral valora como tangible”, sostiene Ana López. “Las competencias blandas, las transversales, como el trabajo en equipo, la empatía, la gestión de conflictos, se consolidan con estas experiencias. El mundo necesita liderazgos más colaborativos y horizontales”, concluye.

Un impulso a la empleabilidad juvenil

El proyecto Reconoce nació en 2020 para servir de puente entre la comunidad educativa y las organizaciones y fomentar que el voluntariado esté mejor estructurado. “Muchas ONG tienen problemas para cumplir la normativa y estructurar sus programas adecuadamente”, explica su director, David Arduengo. “Por su parte, los centros deben establecer un sistema que recoja datos objetivos sobre la participación en el voluntariado”. Su meta es “combatir el desempleo juvenil". "Detectamos que muchos jóvenes, aunque bien formados, carecen de experiencia laboral, pero un voluntariado estructurado permite adquirir competencias profesionales reales antes incluso del primer empleo remunerado”. La asociación emite certificados de la experiencia voluntaria y de las competencias desarrolladas.

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Sobre la firma

Belén Kayser
Colaboradora de EL PAÍS desde 2008, actualmente escribe para la sección Extras y Mamás & Papás. Está especializada en medio ambiente y sociedad digital. Ha colaborado también con las secciones de Madrid, El Viajero y Negocios. En estos años ha informado desde Santiago de Compostela y Berlín. Es licenciada en periodismo y comunicación audiovisual.
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