Muere a los 52 años Cristina Mariño, la hija de Roberto Verino y directora de su marca
La empresaria, que llevaba varios meses enferma, tomó las riendas de la firma gallega en agosto de 2021
Cristina Mariño, hija del diseñador Roberto Verino y quien estaba llamada a liderar el futuro de la firma del mismo nombre creada por su padre, ha muerto este domingo 31 de julio a los 52 años tras una enfermedad detectada tan solo hace unos meses, según han informado a la agencia EFE fuentes de su entorno. Según varios medios, Mariño estaba en tratamiento y en las últimas semanas su salud había empeorado notablemente. La noticia de su fallecimiento ha sido recibida con dolor por la comarca de Verín (Ourense), lugar natal de la familia y en la que Verino sigue teniendo su taller de costura. “En estos difíciles momentos, la dirección de la compañía ruega el máximo respeto en nombre de la familia”, dice el comunicado emitido por la firma, en el que “lamenta enormemente el fallecimiento”.
La empresaria estaba llamada a continuar con el legado de su padre Roberto Mariño Fernández (Verín, Ourense, 1945): cogió el relevo de la compañía de moda en agosto 2021, cuando fue nombrada directora de marca días después de que la firma presentara la colección Caminae, inspirada en el Camino de Santiago y dada a conocer en Bodegas Gargalo, en Monterrei, la otra casa de esta licenciada en Derecho. Aunque el diseñador gallego seguía ejerciendo de responsable creativo y la parte ejecutiva estaba a cargo de Dora Casal, que llegó a la empresa de moda en 2019. “Gracias a mi hija y a Dora, podré dedicarme a la parte que más me gusta y explorar nuevos caminos que hasta ahora no había podido”, declaraba a SModa el diseñador Roberto Verino, el pasado mes de marzo justo antes de presentar la colección Belleza Serena en el hotel madrileño Rosewood Villa Magna, dentro del marco de Madrid es Moda. “Siempre he estado rodeado de mujeres, y no puedo estar más orgulloso de ello”, añadía en la presentación de una línea inspirada en la belleza de las cosas sencillas y con la que quiso homenajear a todas las mujeres que han formado parte de su vida y a las que le han ayudado en su trayectoria. En toda su carrera Roberto Verino tan solo diseñó un único traje de novia: el de su hija.
Una triste noticia que se produce el mismo año que la firma Roberto Verino cumple sus 40 años en el mercado y tras afianzar la expansión de su marca en todos los continentes. Un año de celebraciones, como cuando el pasado mes de junio el diseñador ourensano ingresó en la Real Academia de Belas Artes como Académico de Número Electro, dentro de la sección Artes da Imaxe.
Mariño ejerció su carrera profesional durante 25 años en la empresa familiar creada hace cuatro décadas por su padre. Y desarrolló toda su carrera profesional en ella, donde empezó a trabajar en una de las tiendas de la firma, situada en la céntrica calle madrileña de Claudio Coello. Después pasó por varios departamentos hasta alcanzar, en la década de los noventa, el puesto de directora de marketing, aunque siempre estuvo en un plano discreto. “Yo empecé a trabajar en la tienda de Claudio Coello, en Madrid. Estudiaba y trabajaba los fines de semana. A mí, estar en tienda y el trato con el cliente me gustaban mucho”, contaba Cristina Mariño en una entrevista hace un año a La Voz de Galicia, en la que también aseguraba que había sido la guía de su padre, lo que le había llevado a escalar posiciones en la empresa. Adoraba a su padre, del que destacaba su carácter exigente pero para nada incompatible con una dulzura que no ocultaba y con un proteccionismo que tampoco pasaba desapercibido.
“He tomado este relevo generacional con mucho orgullo y respeto a la vez. Que mi padre deposite en mí su confianza, es un honor a la vez que un reto vital maravilloso. Soy consciente que el listón está muy alto”, declaraba al poco de ser nombrada como directora de marca al Diario do Támega, entrevista en la que aseguraba que el futuro de la firma gallega pasa por la innovación, la internacionalización, la digitalización y la sostenibilidad. Cristina soñaba con que Roberto Verino cumpliese cuarenta años más, y que lo hiciese fiel a su máxima de caminar de una manera lenta pero firme.
La empresaria, que vivía a caballo entre Barcelona (donde estaba siendo tratada de su enfermedad) y Galicia, deja tres hijos y definía a su hermano como su mejor amigo. Quienes la conocían aseguraban que la tenacidad era una de sus principales virtudes y así lo aseguraba ella: “Nunca me doy por vencida”, declaró al Faro de Vigo.
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