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Ocio
Crónica
Texto informativo con interpretación

Pagar para que te quiten el móvil: así son las reuniones de desintoxicación digital que buscan reconectar con los demás

Los eventos de Offline Club son una iniciativa para encontrarse con uno mismo y con otros que ya han llegado a siete ciudades europeas, incluida Barcelona, y preparan su aterrizaje en Madrid. Arranca con 45 minutos silenciosos que continúan con una hora para charlar y jugar

Desintoxicacion digital
Un joven lee y otra dibuja durante los 45 minutos de silencio de uno de los eventos de Offline Club en Londres.foto cedida

Es miércoles por la tarde en el norte de Londres y unas 200 almas se disponen a pasar dos horas junto a extraños. Y lo que es más difícil todavía, sin usar el móvil. Estamos en uno de los eventos de Offline Club, una iniciativa que organiza reuniones en las que, previo pago de 10 libras (unos 12 euros), los asistentes “conectan consigo mismos y con los demás”, anuncian, sin poder recurrir al teléfono en ratos muertos o momentos incómodos. En estos tiempos que corren es toda una hazaña.

Adam, estudiante de Relaciones Internacionales de 19 años, es uno de los primeros en entrar. No tiene redes sociales y es de los pocos de su círculo que combate conscientemente el uso descontrolado del smartphone: “Mi madre lo mira más que yo”, asegura. “Creo que el mundo está siendo corrompido por los móviles. Los usamos como mecanismo para enfrentarnos a todo”. Sentada en la misma mesa alargada está Nabi, de 32 años, empleada de una empresa de catering. Es su segunda vez desconectándose colectivamente. “Entablar una conversación cuesta los primeros 15 minutos, pero luego empiezas a divertirte. Es agradable que te fuercen a hablar con los demás”, explica. Para ella, se trata de una buena manera de conocer a otras personas con intereses compartidos. “Todos mis amigos tienen pareja o hijos, y es complicado organizar planes con ellos. Mi idea original era hacer cosas sola, pero ahora he decidido unirme a otros con una actitud similar a la mía”, cuenta.

La convocatoria tiene lugar en una iglesia con parte del espacio dedicado a un centro comunitario, un café, una zona de juego infantil y una oficina de correos. El público es diverso y, a ojo, se podría decir que su edad oscila entre los 20 y los 40 años. Las entradas se agotaron semanas antes del evento. Mientras los presentes toman asiento, el organizador, Ben Hounsell, explica cómo se desarrollará la sesión. Arranca con 45 minutos de silencio escuchando música para continuar con una hora de relacionarse con los demás, charlando, jugando a cartas o a juegos de mesa.

Tres desconocidos charlan durante la hora de relacionarse de la iniciativa Offline Club.
Tres desconocidos charlan durante la hora de relacionarse de la iniciativa Offline Club.SPARFIS MEDIA (foto cedida)

En plena crisis de soledad no deseada entre los más jóvenes, siempre conectados pero con la sensación de estar incomunicados, ¿qué suelen experimentar la primera vez que vienen? “Las reacciones varían”, aporta Hounsell. “A algunas personas se les hace cuesta arriba, lo que atestigua lo adictivos que pueden llegar a ser los teléfonos. Pero una youtuber famosa vino y dijo que fueron las dos mejores horas de su vida”. Él ya intenta dejar el móvil cuando queda con amigos, y reducir el tiempo de uso. Aunque las nuevas generaciones ofrezcan resistencia a la hegemonía de lo digital, Hounsell cree que romper con ciertos hábitos no será tan simple. “El cambio costará. Las compañías de Big Tech tienen tanto poder que van a hacer que fracase cualquier intento para regular su uso”, sentencia.

A sus 23 años, este licenciado en Económicas lidera la franquicia en la capital británica del Offline Club a tiempo completo, después de dejar atrás roles en startups y un puesto en marketing de redes sociales, donde se pasaba el día enganchado a TikTok. Decidió empezar a montar las quedadas cuando asistió a una de las ediciones organizada en los Países Bajos. “Se celebraba en una torre, con una vista increíble, y no podíamos sacar fotos”, recuerda. The Offline Club, fundado en Ámsterdam por Ilya Kneppelhout, Valentijn Klok y Jordy van Bennekom, empezó hace cuatro años como un retiro de fin de semana en el campo para la desintoxicación digital entre amigos. En 2024 decidieron trasladarlo a un entorno urbano con un formato más breve. Hoy está presente en siete ciudades, incluida Barcelona, y se prevé que llegue a Madrid en los próximos cuatro meses.

Los móviles de los participantes están guardados bajo llave mientras transcurre el evento.
Los móviles de los participantes están guardados bajo llave mientras transcurre el evento.foto cedida

Llega el momento de quedarse en silencio. La pianista madrileña residente en Londres María Garzón comienza a tocar piezas de Albéniz, Granados y Bach. Mientras tanto, los asistentes leen, escriben en sus diarios, hacen punto, dibujan con las pinturas que hay en las mesas o completan sudokus. Una joven lee el libro de autoayuda Cómo hablar con cualquiera, de Leil Lowndes; algunos escuchan la música con los ojos cerrados. Cuando Garzón termina, un grupo de chicas se acerca a hablar. “Me suelen hacer preguntas personales”, comenta. “Les interesa saber por qué toco el piano, cómo empecé… es la confirmación de que la música clásica no es para nada algo elitista”. Durante el periodo social, Adam, Nabi y otros jóvenes están inmersos en un juego de cartas, riéndose a carcajadas. En la sala algunos han pedido cervezas en la barra, pero la mayoría no bebe alcohol. Otros expresan alivio en haber dejado atrás la etapa silente.

Según reiteran los organizadores, estos eventos no se ofrecen como alternativas a las aplicaciones de citas, pero, en general, los más jóvenes se están cansando de ellas y prefieren conocer a alguien en espacios físicos. Daniela, diseñadora de interiores de 28 años que se ha trasladado recientemente a la capital británica, reconoce que estos espacios son interesantes para conocer a personas con la misma mentalidad. “En las apps no se logra la conexión real”, elabora.

Tres jóvenes dibujan juntas durante una de las quedadas de Offline Club.
Tres jóvenes dibujan juntas durante una de las quedadas de Offline Club.foto cedida

Se agotó el tiempo y llegó la hora de recuperar los teléfonos. Nadie parece tener prisa, por lo que se puede deducir que la desconexión ha sido un éxito y no los han echado tanto en falta. Escuchando la manera en la que los presentes aplauden la posibilidad de alternar con desconocidos, parece que nuestra capacidad de relacionarnos de manera espontánea está atrofiada y el ocio organizado ha llenado ese hueco. Pagar para que te quiten el móvil resulta hoy menos extraño que entablar una conversación en un espacio público.

Garzón se despide y, de camino a la salida, una de las asistentes le dice que ha sido un honor haberla escuchado frente al piano. “Me gusta tocar aquí” admite. “Teniendo en cuenta el nivel de aislamiento de las grandes ciudades, estas citas son algo importante. Porque tenemos que darnos cuenta de que la vida es algo más que el teléfono”.

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