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¿Son más inteligentes los perros o los gatos?

La capacidad cognitiva de los animales viene marcada por cuestiones como la genética y las experiencias. Pero lo que más influye es la educación, por lo que es importante aportarles estímulos acordes a su especie

Los tutores de los animales pueden contribuir al desarrollo de su inteligencia enriqueciendo su entorno con estímulos.
Los tutores de los animales pueden contribuir al desarrollo de su inteligencia enriqueciendo su entorno con estímulos.PK-Photos (Getty Images)

Una de las facetas que define la inteligencia de cualquier especie es la capacidad para resolver problemas. Con perros y gatos se puede caer en el error de humanizar esta capacidad cognitiva, que en el caso de las personas se aplica a cuestiones como manejar una máquina o ser creativos a la hora de pintar un cuadro. Sin embargo, por razones evidentes, estas no son las competencias específicas de canes y felinos, que están aplicadas a ámbitos como rastrear comida o cazar presas para alimentarse. Pero el hecho de que sus habilidades sean diferentes a las de los seres humanos, porque se aplican en otras áreas, no las convierte en menos importantes. “Si entendemos que la inteligencia implica la habilidad para resolver problemas, cada animal está aclimatado a resolver los que son propios de su entorno. Por ello, perros y gatos evolucionaron de modo diferente para adaptarse a contextos diferentes”, explica Javier López-Cepero, psicólogo, profesor en la Universidad de Sevilla y director del grupo de trabajo HABIER (dedicado a impulsar estudios sobre la interacción humano-animal).

Si nos ceñimos a la capacidad de desenvolverse bien en el entorno humano, el perro tiene más destreza y adaptabilidad en ese terreno que el gato. De hecho, los canes llevan más milenios domesticados (alrededor de 40.000 años) que los felinos (5.000 años), lo que les ha permitido desarrollar una inteligencia muy bien adaptada para convivir con las personas. “Hemos tenido tiempo de moldearlos, seleccionando su genética, para potenciar determinadas características, como su carácter o su fisionomía, mientras que los gatos han conservado más su parte indómita y salvaje”, explica López-Cepero. El también autor del libro Un hocico prodigioso (Editorial Pinolia, 2024) destaca la desarrollada faceta de la inteligencia de los canes para interactuar en grupo: “Sobre todo en lo que tiene que ver con los humanos, son más sociales que los gatos”.

Los tutores de los animales pueden contribuir al desarrollo de su inteligencia enriqueciendo su entorno con estímulos acordes a su naturaleza: “Poniéndoles retos parecidos a los que encontrarían en su medio natural, como permitirles que huelan, persigan o cacen”, añade el especialista. “La idea es que los perros y los gatos desarrollen su naturaleza, no que actúen como las personas. No debemos esperar que hagan lo mismo que nosotros, al igual que tampoco podemos tener las mismas habilidades que ellos”, apunta quien considera un error pensar en términos de inteligencia humana para determinar o clasificar la de otras especies.

En cuanto a la raza, no se trata de una cuestión determinante para que un animal sea más o menos inteligente. “Por ejemplo, aunque los perros pastores han sido seleccionados genéticamente para llevar a cabo esa tarea, cada camada tienen animales con habilidades diferentes desde el nacimiento y, sobre todo, los perros y los gatos aprenden de sus experiencias y de la educación que han recibido”, prosigue López-Cepero.

Los perros tienen mejor capacidad para comunicarse e interactuar con las personas que los gatos, pero estos últimos tienen más destreza para sobrevivir en solitario cazando.
Los perros tienen mejor capacidad para comunicarse e interactuar con las personas que los gatos, pero estos últimos tienen más destreza para sobrevivir en solitario cazando. MelkiNimages (Getty Images)

Pero, ¿qué entendemos por inteligencia? “Además de la capacidad de respuesta ante las dificultades, implica la habilidad para adaptarse al entorno y a las circunstancias para sobrevivir y hay que tener en cuenta que, a lo largo de la historia, los animales han sido capaces de solucionar muchos inconvenientes para salir adelante en sus ecosistemas”, explica Stefania Pineda, especialista en medicina del comportamiento animal y profesora del Departamento de Producción Animal de la Universidad Complutense de Madrid. Según señala, canes y felinos tienen habilidades cognitivas diferentes. “Los perros tienen mejor capacidad para comunicarse e interactuar con las personas que los gatos, pero estos últimos tienen más destreza para sobrevivir en solitario cazando”. La inteligencia de cada especie difiere en función de sus distintas capacidades sensoriales. “Por ejemplo, la visión del perro y el gato son muy diferentes. En el primer caso, de noche es escasa y, sin embargo, los felinos la tienen muy desarrollada, porque son depredadores y cazadores nocturnos”, apunta la experta. Ella destaca varios tipos de inteligencia en los animales: “La espacial, porque son conscientes del lugar que ocupan en la naturaleza o en el ámbito doméstico donde viven; la cinética, porque también son conscientes de su cuerpo (de si tienen hambre o sed); la emocional, porque, por ejemplo, si un perro no hace lo que se espera de él cuando se le da una orden, se frustra”, explica.

Otra de las inteligencias de estos animales es la interpersonal o la capacidad de relacionarse con las personas. “De hecho, los expertos contemplamos la posibilidad de que los perros sean capaces de ponerse en los zapatos del otro, gracias a las neuronas espejo”, destaca Pineda. Hay otros tipos de inteligencias, como la artística o la lógico-matemática, que son más cuestionables fuera del ámbito humano. Aunque, ¿quién no ha visto relajarse y dormir plácidamente a su perro o gato cuando escucha música? En cuanto a la capacidad lingüística, las personas la asociamos al tipo de comunicación verbal humana. Sin embargo, se trata de un área con más posibilidades si la aplicamos a perros y gatos: “Los sonidos, los olores o los gestos. Por ejemplo, el perro es un gran comunicador, porque entiende muy bien a su círculo humano y también es capaz de hacerse comprender. Otra cosa es que se ignoren las señales comunicativas del animal y se produzcan malentendidos”, asegura la especialista.

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