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El misionero, el 69, a lo perrito... ¿A más posturas mejor sexo?

La coreografía de una relación sexual tiene mucho que ver con la calidad de la misma, pero ejecutar el ‘Kamasutra’ completo no siempre asegura el éxito, sin olvidar que lo que funciona con algunos amantes puede ser un desastre con otros y que si solo estamos preocupados por nuestro desempeño fracasaremos

Posturas sexo
Las personas que disfrutan del sexo, que se dejan llevar y que mantienen una relación de confianza y afecto con el otro, son las que más posturas realizan.Westend61 (Getty Images)

La manera en que colocamos nuestro cuerpo es importante en la vida, ya que refleja nuestra personalidad, actitud y estado de ánimo. De igual manera, y debido a la profunda relación cuerpo-mente, nuestra disposición también puede variar si alteramos nuestra postura. Traduciendo esto a la dimensión sexual, se puede sospechar que la colocación que adoptamos durante el sexo supone mucho más que una mera ubicación corporal e implica una cierta actitud, personaje o misión a desempeñar. La elección de determinadas posturas y la secuencia en la que se realizan puede decir mucho de lo que pasa por la cabeza de sus ejecutantes, de su nivel de pasión o de la relación que hay entre ellos.

A todo esto, hay que añadir la enorme carga simbólica, cultural y religiosa que cada acoplamiento sexual se ha forjado a lo largo de la historia. Si alguien nos dice que quiere hacer “un 69″, postura en la que la diferencia de altura de los practicantes puede derivar en una torticolis o una lumbalgia, inmediatamente interpretamos que esa persona entiende, disfruta y experimenta con el sexo. Y si queremos provocar a alguien mediante un mensaje de texto, jamás elegiríamos el emoticono del misionero (suponiendo que existiera), ya que, aunque esta postura puede ser muy gratificante y tiene variantes mucho más rebeldes y trasgresoras, siempre tendrá que cargar con el estigma de estar asociada a la iglesia. De ser la única aprobada por las autoridades eclesiásticas cuando el fin de la sexualidad era la procreación.

“Nuestro repertorio de posturas no debería depender de las modas ni de lo que hemos visto en el porno, sino de nuestras preferencias personales”, señala Sonia Bedate, fisioterapeuta especializada en suelo pélvico, osteópata y sexóloga, con consulta en Mérida y Almendralejo (Badajoz). “El mejor entrenamiento para el suelo pélvico, tanto en la mujer como en el hombre, es la relación sexual, y si hay variedad en las posiciones y en las prácticas, pues mejor que mejor, porque se estarán trabajando los diversos tipos de músculos; la lubricación, necesaria en las relaciones coitales, y se estimulará la vascularización de la zona”, comenta la experta. Ya hay estudios científicos que demuestran que un suelo pélvico tonificado tiene una relación directa con la respuesta sexual, con la excitación, el orgasmo, la erección y la eyaculación, según apunta: “Además, durante el clímax se producen unas contracciones involuntarias que son un gran entrenamiento para toda la musculatura de la zona”.

Dicho lo anterior, queda claro que una gimnasia más variada hará trabajar más grupos de músculos, lo que repercutirá en un mantenimiento integral de la zona. Sin embargo, y en opinión de Bedate, uno no debe obsesionarse con el hecho de hacer un montón de posturas o ejecutar determinados movimientos. “Lo principal en una relación es dejarse llevar, permitirse perder el control, y eso es justamente lo contrario a estar atareado ejecutando determinadas performances”, recuerda la fisioterapeuta especializada en suelo pélvico.

"Si estamos preocupados de nuestro desempeño, o creemos que hay que realizar muchas posturas para tener una buena relación sexual, fracasaremos. Y tampoco hay una postura mejor que otra. Todas son válidas en un momento dado", explica la sexóloga Sonia Bedate.
"Si estamos preocupados de nuestro desempeño, o creemos que hay que realizar muchas posturas para tener una buena relación sexual, fracasaremos. Y tampoco hay una postura mejor que otra. Todas son válidas en un momento dado", explica la sexóloga Sonia Bedate.Dann Tardif (LWA/ Getty Images)

La difícil y aparentemente contradictoria ecuación de abandono y pericia que controlan los buenos amantes se debe, sobre todo, al autoconocimiento, a la experiencia y al sentirse seguro y a gusto con el otro. “En principio, parece imposible abandonarse y hacer al mismo tiempo. Sin embargo, esto se consigue con conocimiento del cuerpo y la respuesta sexual”, considera Bedate. “De esta manera, se parte de la relajación para llegar a la excitación. Pero si estamos preocupados de nuestro desempeño, o creemos que hay que realizar muchas posturas para tener una buena relación sexual, fracasaremos. Y tampoco hay una postura mejor que otra. Todas son válidas en un momento dado”, asegura. Para Bedate, tampoco hay que quedarse con un repertorio fijo porque nos hayamos acostumbrado a esa secuencia y sepamos que así llegamos al orgasmo. “Lo bueno es variar. En general, yo le diría a los más jóvenes que no hay que emular a los actores porno, que la relación sexual no es una yincana, y les aconsejaría centrarse más en la sensualidad y el erotismo, y no tanto en la mecánica del sexo. A los más mayores, sin embargo, les invitaría a ser más aventureros y tomar otras rutas, aunque no siempre nos lleven a rincones idílicos”, subraya.

Cuando la coreografía llega por sí sola

Para Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga, directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, lo que más influye en la coreografía erótica es la vivencia de la sexualidad: “Es decir, las personas que disfrutan del sexo, que se dejan llevar y que mantienen una buena relación de confianza y afecto con el otro son las que más posturas realizan. Pero, además, lo hacen de una manera natural, automática, fruto de que los dos están a gusto con su propio cuerpo y con el del otro”, explica. Este tipo de individuos, dice, son los que mantienen un repertorio más variado, con excepción de los que, por causas físicas, no gozan de tanta movilidad o los que han pasado por alguna enfermedad. “Es el caso, por ejemplo, de las mujeres que han sufrido cáncer de mama y evitan ciertas posturas (por ejemplo, la de estar ella encima), porque se sienten más expuestas”, afirma.

La difícil ecuación de abandono y pericia que controlan los buenos amantes se debe sobre todo al autoconocimiento, a la experiencia y al sentirse seguro y a gusto con el otro.
La difícil ecuación de abandono y pericia que controlan los buenos amantes se debe sobre todo al autoconocimiento, a la experiencia y al sentirse seguro y a gusto con el otro. LWA-Dann Tardif (Getty Images)

Cuando no se goza de esta complicidad, la mayor parte de la gente es cauta y entona el “más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer”. En palabras de Molero, “esto se hace porque si sale bien, el sexo es un refuerzo muy potente; pero si sale mal, es algo muy decepcionante. Así que prefieren no arriesgar, aunque se estén perdiendo nuevas sensaciones y aprendizajes”. De esta manera, el repertorio se reduce a una serie de posiciones que casi nunca llegan a la decena.

El misionero, a pesar de su castrante pasado, es una de las posturas preferidas porque, aunque la mujer tiene la movilidad más reducida, como sostiene Molero, “es una de las posturas donde hay más contacto e intimidad”. Si tuviéramos que elegir una postura sexual que sea tendencia, seguramente sería la que los ingleses llaman doggy style (estilo perrito), la que utiliza el reino animal ―a excepción de los chimpancés y los bonobos, que tienen la habilidad humana de copular cara a cara―. Esto es, en parte, por el protagonismo que el trasero ha cobrado en los últimos tiempos como elemento sexual y porque, como apunta Sonia Bedate, “las coreografías y bailes de las cantantes de moda apuntan en esa dirección”.

“Los sexólogos siempre hablamos de que la penetración no lo es todo y que hay que evitar que las relaciones sexuales giren en torno al coito”, apunta Francisca Molero, “pero hay también un enorme placer en ese momento de mayor intimidad, en el que dos personas consiguen un acople corporal”. Probablemente, según ella, es un placer que tiene mucho de psicológico y de emocional. Pero, además, la penetración por detrás, que siempre es más profunda, conecta con la idea de que se pueden conseguir orgasmos vaginales a través de la estimulación del cérvix, por la vía del nervio vago. “A muchas mujeres les gusta explorar la sensación de la penetración profunda, que puede ser una mezcla de dolor y placer. Es curioso que cuando se habla del empotrador, la gente asocia el hecho de empotrar a la postura de pie, una de las más difíciles, aunque en la gran pantalla parezca coser y cantar”.

La penetración por detrás, que siempre es más profunda, conecta con la idea de que se pueden conseguir orgasmos vaginales a través de la estimulación del cérvix, por la vía del nervio vago.
La penetración por detrás, que siempre es más profunda, conecta con la idea de que se pueden conseguir orgasmos vaginales a través de la estimulación del cérvix, por la vía del nervio vago.Westend61 (Getty Images)

Posturas que funcionan con algunos amantes, son un desastre con otros porque hay que tener en cuenta, además, el gran poder evocador de determinados posicionamientos corporales, como el caso de la secuencia del hombre sentado y la mujer encima, que puede recordar a los inicios sexuales en un utilitario. “Es una postura que se relaciona mucho con la trasgresión y que rememora muchas emociones. Muchas parejas la utilizan cuando quieren revivir su vida sexual”, opina Molero.

En el fondo, y en la superficie, el sexo se asemeja mucho al baile. Uno puede saber muchos pasos, y ejecutarlos a la perfección, pero lo que define a un buen bailarín son los breves momentos en los que está parado, es el flow, es ese reloj que corre más lentamente y que le permite moverse sin prisas, sin miedo a no llegar a tiempo, porque el tiempo no corre para él.

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