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¿Por qué nos siguen importando los premios Oscar si muchas veces no hemos visto las películas nominadas?

El debate sobre si Greta Gerwig o Margot Robbie deberían o no haber sido nominadas por ‘Barbie’ muestra que, a pesar de la caída en audiencia, estas ceremonias de premios de Hollywood siguen generando una conexión emocional y continúan marcando la conversación cultural

Margot Robbie
Margot Robbie asiste a la 93º edición de los premios Oscar, el 25 de abril de 2021, en Los Ángeles, California.Matt Sayles (A.M.P.A.S./Getty Images)
Armando Quesada Webb

“Greta y Margot, aunque ganar en la taquilla, pero no llevarse a casa el oro puede doler, sus millones de fanáticos las aman”, escribió en X (antes Twitter) Hillary Clinton. El tono dramático de la ex secretaria de Estado estadounidense podría hacer creer, sin el contexto necesario, que se está refiriendo a alguna gran injusticia, a algún atropello de los derechos de estas dos mujeres. Pero la publicación era del día en que se anunciaron los nominados a los Oscar de este año, y Clinton hacía referencia a que Greta Gerwig y Margot Robbie quedaron fuera de las nominaciones en las categorías de dirección y mejor actriz protagonista, respectivamente, por Barbie. El mensaje de Clinton fue compartido por cientos de miles de personas y se convirtió en objeto tanto de validación como de burla. La excandidata presidencial demócrata no fue la única que consideró escandalosas estas omisiones; Ryan Gosling, coprotagonista de Barbie que sí fue nominado como actor de reparto y que suele ser muy discreto en estos temas, expresó en un comunicado su decepción por la ausencia de Gerwig y Robbie. Y así, como ellos, miles de personas saturaron las redes sociales durante semanas con su descontento.

El debate que ha generado la temporada de premios de Hollywood de este año, con las nominaciones de Barbie como tema principal, muestra que, a pesar de la caída en audiencia, estas ceremonias siguen generando una conexión emocional y que a una celebridad la nominen o no a un galardón sigue marcando la conversación cultural.

“Estamos interesados en estos premios, en esencia, porque nos dicen que debemos estar interesados”, sentencia por videollamada Robert Thompson, catedrático de Televisión y Cultura Popular en la Universidad de Siracusa (Nueva York) y autor de seis libros sobre la industria del entretenimiento. Para el académico, una de las razones tras la obsesión que generan es que, con el paso de las décadas, han adquirido un estatus de tradición cultural que les han permitido sobrevivir en la era de las redes sociales y el streaming.

Thompson considera a las ceremonias de premios como “precursores” de muchos formatos modernos, en el sentido de que eran el espacio donde las audiencias podían ver a sus estrellas favoritas en su ámbito más íntimo. Se trata de un monopolio que perdieron desde hace años, ya que ver a un famoso desayunando en su pijama se volvió algo de todos los días gracias a los reality shows y las redes sociales. “Ahora podemos observar a las celebridades fuera de sus existencias en la ficción, lo que significa que la emoción de un programa de premios no es ni de lejos tan grande como solía ser”, apunta el investigador.

Elizabeth Taylor admira su primer premio Oscar en una fiesta tras la gala. La actriz ganó su primera estatuilla en 1960 por la película 'Una mujer marcada'. Ver a las grandes estrellas de la época era un aliciente para ver estas ceremonias.
Elizabeth Taylor admira su primer premio Oscar en una fiesta tras la gala. La actriz ganó su primera estatuilla en 1960 por la película 'Una mujer marcada'. Ver a las grandes estrellas de la época era un aliciente para ver estas ceremonias.Bettmann (Bettmann Archive/Getty Images)

En la transmisión de los Oscar del año pasado, la audiencia televisiva subió un 12% con respecto a la edición de 2022. Sin embargo, la caída libre en la última década es notoria y las tres ceremonias anteriores (2021, 2022 y 2023) son las de menor audiencia en toda la historia de estos premios. Thompson, a quien la Associated Press bautizó como “el embajador de la cultura pop”, opina que las ceremonias de premios inevitablemente se comienzan a ver anacrónicas: “Si elimináramos el color de una transmisión de premios en el siglo XXI, se vería prácticamente igual que una de los años cincuenta o sesenta”. El autor sostiene, sin embargo, que sería un error calificarlas de “irrelevantes”. “Aunque no estén atrayendo a tantos millones de espectadores, aún están superando su franja horaria, siguen obteniendo los índices de audiencia más altos de la semana y son algunos de los programas más vistos de todo el año”, matiza.

En paralelo a la disminución de espectadores, durante los últimos años los premios han estado en el punto de mira por la falta de diversidad. Los Globos de Oro, el segundo evento de mayor audiencia tras los Oscar, ni siquiera tuvieron trasmisión en vivo en 2022 después de que la cadena NBC retirara su patrocinio ante los señalamientos de poca representación étnica en los nominados de años anteriores. Los Oscar, por su parte, se vieron presionados por campañas como #OscarsSoWhite, que buscaba mayor presencia de personas no blancas en las categorías de actuación, así como el empuje mediático para que más mujeres fueran consideradas en dirección y guion. “Los votantes de los premios Oscar durante mucho tiempo han sido desproporcionadamente blancos, masculinos y anticuados, y sus selecciones frecuentemente han sido objeto de burla”, indicó en una columna de The Guardian el escritor y productor de televisión David Cox.

En 2023, Michelle Yeoh se convirtió en la primera asiática en conquistar un Oscar en la categoría de mejor actriz por 'Todo a la vez en todas partes', y la segunda persona no blanca en hacerlo desde que Halle Berry lo lograse por 'Monster’s Ball', en 2002.
En 2023, Michelle Yeoh se convirtió en la primera asiática en conquistar un Oscar en la categoría de mejor actriz por 'Todo a la vez en todas partes', y la segunda persona no blanca en hacerlo desde que Halle Berry lo lograse por 'Monster’s Ball', en 2002.Axelle/Bauer-Griffin (FilmMagic)

Estas controversias llevaron a la Academia del Cine a diversificar su membresía para aumentar la participación de mujeres y minorías étnicas y que esto se reflejara en las películas nominadas y galardonadas. Por esto, Cox cree que, más allá de las discusiones sobre calidad cinematográfica, los premios son “un reflejo impresionante de las preocupaciones sociales actuales”.

Es en este contexto que muchos dieron por hecho que Greta Gerwig, quien realizó una comedia de empoderamiento femenino que superó los mil millones de dólares en taquilla, iba a estar entre los nominados a mejor dirección, y que su ausencia provocó tanta indignación. Aunque también surgieron voces como la de Helen Mirren, quien hace de narradora en Barbie, que han tratado de restarle importancia a las nominaciones y creen que ya la película aseguró su lugar en la historia. “Lo fantástico es que Barbie fue la película más taquillera que Warner Bros ha tenido en toda su existencia, ¿recuerdas quién ganó mejor película del año ante pasado?”, decía hace tres días la oscarizada actriz en declaraciones a Variety.

Las ceremonias de premios como los Oscar son entonces un cóctel de culto a las celebridades, tradición cultural y caleidoscopio de los debates sociales que se coloca, según Robert Thompson, en “el contexto de un gran evento deportivo”. Para el académico, lo más cercano a la emoción que generan estas ceremonias es la de un partido de fútbol, porque los directores, intérpretes, guionistas y demás nominados compiten en vivo por las estatuillas y siempre está la adrenalina de que pueda suceder algo inesperado (como cuando, en 2017, Faye Dunaway anunció que la ganadora del Oscar a mejor película era La La Land en lugar de Moonlight). “Y aunque el espectáculo se alargue, aunque tengas que soportar algunas introducciones mal escritas, nunca se sabe cuándo podría suceder algo. Chris Rock podría ser abofeteado. Y siempre está esa promesa”, explica Thompson.

Sobre la firma

Armando Quesada Webb
Periodista costarricense. Escribe en El País Semanal y colabora con el suplemento Ideas. Antes de incorporarse a EL PAÍS pasó por varios medios de comunicación en Costa Rica. Cursó el máster de Periodismo UAM-El País en la promoción 2021-2023.
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