En las redes sociales, en los fracasos y en las mudanzas: cómo está cambiando el concepto de amistad
El dilema sobre qué es un amigo y qué gestos son saludables y cuáles abusivos en una amistad se filtra a la conversación digital al tiempo que el vocabulario sobre relaciones personales admite términos financieros como gestionar, invertir o compensar
¿Qué determina el valor de una amistad? Las variables para tomarlo en consideración podrían admitir toda una colorida diversidad de criterios. ¿Es un amigo alguien con quien encontrarse con asiduidad para llevar a cabo planes de ocio o alguien dispuesto a escuchar tus pesares, alguien que se presta a ayudar en un momento difícil, que está a las duras y a las maduras? ¿O simplemente es amigo esa persona con quien mantener una relación duradera en el tiempo, con quien compartir claves de un pasado como el barrio, el colegio o las tardes de la infancia? La presencia digital ha volcado gran parte del tejido de relaciones interpersonales en el plano virtual, introduciendo nuevas posibilidades al concepto de amistad, alterando su significado más tradicional. ¿Podrían ser amigos dos personas que no se siguen en redes sociales? O, por el contrario, ¿lo serían quienes tan solo han interactuado en el plano inmaterial que ofrece la red?
Sobre lo que se desprende hoy de la idea de amistad hablaba la escritora Sara Torres, autora de Lo que hay (Reservoir Books, 2022), en el podcast de Ciberlocutorio, auspiciado por Andrea Gumes y Anna Pacheco: “¿Estamos llamando amigas a personas a las que asociamos capital simbólico? ¿Llamamos amistades a personas con las que deseamos estar porque deseamos ser parte de su mundo?”. A raíz de estas reflexiones, el episodio posterior del programa, titulado Managers de la amistad, también abordaba, desde los testimonios anónimos, las rupturas de relaciones de amistad y el duelo consecuente, en un contexto en el que abundan los términos financieros como gestionar, invertir, reajustar o compensar para referirse a las relaciones personales.
La cuestión de qué es o qué debería hacer un buen amigo es una preocupación hacia la que pivota una parte de la conversación en redes sociales. En un artículo publicado en Dazed bajo el título ¿Nos estamos convirtiendo todos en amigos terribles?, Hannah Mackenzie toma como punto de partida para una reflexión sobre el significado actual de la amistad las críticas vertidas en TikTok a lo que se ha dado en llamar de manera coloquial en el lenguaje de internet como trauma dumping ―que en castellano podría interpretarse como llorar o descargar las penas―. Este está cristalizado en el ejemplo de un tuit que advertía contra los adultos que piden a sus amigos que les lleven al aeropuerto: “Usa Uber, salva una amistad”. De la misma manera, otras prácticas como pedir ayuda para llevar a cabo una mudanza eran puestas en entredicho, junto a cualquier otra que pudiera ser sustituida por una transacción económica.
As an adult, don’t ask your friends to pick you up from the airport.
— Codie Sanchez (@Codie_Sanchez) February 25, 2023
Use uber, save a friendship. pic.twitter.com/O12x2wJKZr
Una conversación que fluctúa sobre el dilema de qué se le puede exigir a un amigo o hasta qué punto es saludable ayudar a los amigos, y que deriva en otras cuestiones como la generalizada recomendación de poner límites en las relaciones de amistad, aprender a decir que no y a formular rechazos hacia estas personas cercanas, o incluso, llegado el caso, romper con ellas. Sobre la espinosa cuestión de cómo se debe dar por finalizada una relación de amistad y qué motivos llevan a este escenario, la periodista Sophie K. Rosa, autora de Radical Intimacy y una de las fuentes citadas en la pieza, apunta al impacto del capitalismo moderno en los ritmos de vida, comenzando por la proporción de horas dedicadas al trabajo.
Precisamente la industrialización del conocimiento psicoterapéutico es lo que coloca en la diana Marta Carmona, psiquiatra de la Seguridad Social en la Comunidad de Madrid, miembro de la Asociación Madrileña de Salud Mental y coautora de Malestamos (Capitán Swing, 2022), un ensayo que analiza la influencia de los ritmos y exigencias del capitalismo moderno sobre la preocupación por la salud mental frente a esta tendencia en redes sociales que aconseja poner límites a las relaciones de amistad. “La experiencia psicoterapéutica es una experiencia individual, intransferible y que sucede en el marco de la terapia, pero de la que tenemos a menudo la ilusión de poder sacar, como si fueran verdades universales, frases que han sido tremendamente reparadoras en consulta. Cuando lo hacemos, inmediatamente eso se convierte en corcho”, cuenta Carmona a EL PAÍS. “Existe una tendencia a intentar extrapolar pautas generales, redactando decálogos o una cierta prescripción de cómo deberían ser las relaciones. Esto obvia muchísimo la complejidad de las relaciones humanas, como sucede en el caso de la amistad. Una de estas estrategias que no se suele contextualizar y que aterriza mal sobre la variedad que te aporta la experiencia clínica es que es necesario y saludable poner límites. Y esto no es mentira, pero no se puede poner como norma general cuando no se discrimina de quién se trata o qué tipo de interacción es”.
Según la psiquiatra, detrás de esta pretensión de evitar adulterar las relaciones de amistad con peticiones que se podrían subsanar mediante la contratación de un servicio existe, paradójicamente, la mediación de una lógica muy mercantilista. Además de ser un consejo que prolifera en lo que Carmona denomina como la “uberización de la psicoterapia”. “La idea de la amistad abordada como materia a gestionar es una prueba más de que esta lógica mercantilista, que lleva a utilizar conceptos financieros para comprender lo relacional, es tremendamente empobrecedora”, esgrime.
Romper con amigos puede resultar todavía más complicado que dar por finalizada una relación de pareja. Mientras que el ghosting (cortar con alguien sin decírselo, simplemente dejando de contestar a sus mensajes) es ya reconocido y señalado como una mala praxis en el campo de la responsabilidad sexoafectiva, en el terreno de la amistad abunda con impunidad. La psiquiatra y escritora apunta a la carencia de referentes culturales que aborden el fin de la amistad en comparación con la literatura previa que existe en materia de relaciones románticas o paternofiliales. “Salvo las relaciones que se contextualizan en la fase de la adolescencia, en la que estos vínculos son imprescindibles para la configuración de la identidad del sujeto, hay poca representación del duelo por una amistad”, explica. “Nos faltan herramientas culturales para narrarnos durante el duelo por una amistad que se rompe, y se trata de un fenómeno complejo y necesario, que forma parte de quienes somos. Esta idea de que todo se tiene que gestionar está empobreciendo al sujeto y también nuestras relaciones. No solo porque escojamos la lógica financiera, sino porque es la única que tenemos”.
La cuestión de fondo latente bajo estos dilemas, entre poco y nada nuevos, pero marcados ahora por una sensibilidad contemporánea que también es digital y en la que la preocupación por la salud mental ocupa una posición relevante, es, en definitiva, qué consideramos amistad. “Necesitamos que las personas recuperen capacidad de acción sobre sus vidas para poder definir quiénes son, para poder definir sus condiciones de vida y también cómo se relacionan”, propone la autora de Malestamos. Más allá de la terminología de análisis de mercado que aplica conceptos como riesgo, inversión o beneficio a los afectos, la cuestión de qué es la amistad y qué gestos debería implicar queda en el aire como una reflexión que puede ser apasionante, y tanto personal como colectiva. “Aquí vendría preguntarse ¿Qué amistad queremos? La idea tradicional venía mediada por el arraigo a un lugar, a una familia. Entonces, los amigos eran los que pasaban tiempo contigo. Tal vez este concepto sea también un poco anacrónico”, sostiene Carmona.
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