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De paseo por un vergel renacentista en Alicante: “Quien tiene la sensibilidad para sacrificar una mañana de su tiempo libre para visitar un jardín ya es alguien especial”

Enrique Montoliu creó su jardín, un impresionante parque de cinco hectáreas llamado L’Albarda en 1990. Las puertas de su jardín siempre están abiertas para quien desee echar un vistazo

L'Albarda a vista de pájaro
L'Albarda a vista de pájaroMarc Llinares
Eduardo Barba

Dialogar con alguien que está en paz consigo mismo, y con lo que le rodea, da una visión del mundo fresca y renovada. Así ocurre con Enrique Montoliu, para quien hacer cosas en beneficio de la naturaleza y de la sociedad se ha convertido en su día a día. En el año 1990 decidió no dejar pasar más el tiempo sin crear su propio jardín, y consiguió establecer un precioso e impactante vergel de cinco hectáreas llamado L’Albarda. Lo podemos encontrar en Pedreguer (Alicante), muy cerca de Jávea. A continuación, su energía y pasión también le llevaron a poner en marcha una fundación muy especial, Fundem, con la que quiere devolver a la naturaleza lo que la humanidad le niega en demasiadas ocasiones: dignidad y respeto.

Pregunta. ¿Cuándo fue la primera vez en la que pensó construir un jardín?

Respuesta. Prácticamente desde que era un niño, aunque he tardado unos cuantos años más (sonríe), porque no disponía ni de tiempo ni de dinero. Cuando cumplí los cuarenta años es cuando ya me planteé en serio hacer realidad mi sueño. En principio pensé en comprar un jardín ya hecho, antiguo. Pero los que veía no me gustaban: o tenían una carretera al lado o edificios horribles. Así que al final pensé en volver a la zona donde veraneaba de pequeño, en Jávea. Busqué un terreno tierra adentro, con vistas al Montgó. Así comencé mi casa, rodeada de naranjos y de un jardín.

P. ¿Y de dónde viene esa afición tan temprana por la jardinería y por las plantas?

R. A mi padre le gustaba pescar con caña. Todos los fines de semana del año íbamos a zonas donde hubiera agua: ríos, embalses, cualquier sitio era bueno. Yo me aburría mientras mi padre disfrutaba mirando el corcho. No le importaba estar ocho horas sin pescar nada, porque para él eso era una terapia. Pero yo, con la vitalidad de un niño, me dedicaba a explorar los alrededores. Me alucinaba ver la vida que había en un río o en una charca. Hasta una vez cogí una serpiente pensando que era una anguila, y se la fui a enseñar con orgullo a mi madre, que pegó un grito enorme del susto. El amor que cogí a la naturaleza entonces me acompaña toda la vida.

P. Para crear su jardín, que es más bien un jardín de jardines, ¿qué referentes tuvo en cuenta para diseñarlo?

R. Pues no tuve un referente concreto, pero sí que tenía claro que quería hacer un jardín formal alrededor de la casa, para luego fundirlo con el paisaje. Posteriormente me enteré que en eso consistía el jardín renacentista. Entonces, se puede decir que L’Albarda es un jardín renacentista, aunque posteriormente le añadí otras partes inspiradas en el jardín valenciano y árabe.

P. Llama la atención que decidiera abrir el jardín a todo aquel que quisiera visitarlo.

R. Prácticamente desde el primer momento quise que el jardín fuera algo compartido. Al poco de comenzarlo ya empecé a realizar visitas guiadas gratuitas, para que la gente lo viera. No pensaba en hacer un jardín totalmente privado. Siempre me ha gustado compartir; no me molestan las visitas, al revés, me enriquecen. Así he conocido a personas maravillosas. Creo que quien tiene la sensibilidad para sacrificar una mañana de su tiempo libre para visitar un jardín ya es alguien especial.

P. La construcción de su jardín le llevó a pensar en otros proyectos.

R. Eso es curioso, porque al principio el terreno del futuro jardín era un pedregal. Al cabo de tres o cuatro años la naturaleza había construido rincones maravillosos en aquellos sitios olvidados. Es entonces cuando fui consciente de que si compraba terrenos que tuvieran un importante valor ecológico, y dejaba que la naturaleza fuera la única creadora, se podía hacer algo bello.

P. Y de esa manera nació la fundación Fundem.

R. Así es. Surgió la idea de ir comprando territorio y darlos en custodia a grupos ecologistas de esa zona, para que tuvieran un lugar donde experimentar sus aficiones y pudieran aumentar la biodiversidad. Poco a poco ya hemos conseguido más de 1.000 hectáreas compradas por más de 50 espacios. Con eso vamos sembrando semillitas para que la gente del lugar se dé cuenta de que tiene en su pueblo joyas que merece la pena conservar. No todo han de ser parques naturales o nacionales, sino que en cada lugar puede haber un lugar por y para la naturaleza.

Enrique Montoliu en L'Albarda.
Enrique Montoliu en L'Albarda.Jardin de L'Albarda

P. Las raíces de su fundación son los socios.

R. El ir haciendo socios tiene la ventaja de que cualquier persona que tenga la ilusión de luchar contra la deforestación o contra el cambio climático tenga una oportunidad de hacerlo con poco dinero. Nosotros hacemos socios con 50 euros al año, que son además desgravables en la declaración de la renta, y con eso se compran 100 metros cuadrados de terreno al año. Un socio que esté diez años con nosotros salvará 1000 metros cuadrados de la depredación del hombre. Estamos comprando terrenos en toda España, incluidas las islas.

P. Porque se hace un contrato para que ese terreno no pueda tener otro tipo de uso.

R. Eso es, ni vender ni construir. La idea es que ese terreno sea para la naturaleza y no se le saque ningún tipo de provecho: ni agrícola, ni turístico ni de ninguna clase.

P. Regresemos a su jardín, que parece que también está lleno de música.

R. Hacemos actividades culturales para recaudar fondos, pero también porque nos encanta escuchar música dentro del jardín mientras los pájaros están cantando y sentimos los aromas de las plantas. No se puede pedir más.

P. ¿Qué es lo cree que ha de tener un buen jardinero?

R. Lo que tiene que hacer un buen jardinero es crear el hábitat para que la planta y la naturaleza lo terminen. La naturaleza siempre lo va a hacer mejor que tú. Por eso, un buen jardinero debe observar la naturaleza. Las mejores plantas son las que nacen allí en su jardín, espontáneas. Yo lo que no hago nunca es quitar un árbol donde ha nacido, porque ese va a ser el más bonito de todos.

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Sobre la firma

Eduardo Barba
Es jardinero, paisajista, profesor de Jardinería e investigador botánico en obras de arte. Ha escrito varios libros, así como artículos en catálogos para instituciones como el Museo del Prado. También habla de jardinería en su sección 'Meterse en un jardín' de la Cadena SER.

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