José Manuel Galán, el egiptólogo que desenterró un jardín milenario en Dra Abu el-Naga
El investigador del CSIC es el responsable de varios descubrimientos, como el hallazgo del único jardín funerario excavado hasta la fecha: el de tumba de Djehuty, con 4.000 años de antigüedad
José Manuel Galán comenzó pensando en palabras, ya que son la materia prima de los filólogos, la profesión de origen de este madrileño. Pero las tierras del Nilo le tenían preparado otro camino. Este investigador del CSIC ideó la forma de potenciar la egiptología en España. El fruto de su trabajo es el Proyecto Djehuty, del que es su director. Junto con su equipo, es el responsable de varios descubrimientos llenos de la magia del pasado, como el hallazgo del único jardín funerario excavado hasta la fecha. La pasión por seguir aprendiendo define su carácter.
PREGUNTA. ¿Desde qué año se viene desarrollando el Proyecto Djehuty?
RESPUESTA. La primera campaña fue en enero de 2002, así que llevamos 21 años. Trabajamos en una colina que se conoce hoy con el nombre de Dra Abu el-Naga, que es donde se ubica la necrópolis de la antigua Tebas. Muy cerquita tenemos el templo de Hatshepsut y el Valle de los Reyes. Por ejemplo, estamos a 100 metros de la casa de Howard Carter cuando estaba excavando la tumba de Tutankamón. No está nada mal el sitio.
P. ¿Cuál fue la razón de iniciar una excavación en ese lugar?
R. Cuando obtuve la plaza de científico titular en el CSIC pensé que había que aprovechar la ocasión para buscar un proyecto. Eso me daba la posibilidad de ayudar a empujar la egiptología dentro de España. Pero como yo no era arqueólogo, sino filólogo, busqué un proyecto que tuviera inscripciones, que tuviera textos, que es lo que a mí me gusta. Y la tumba de Djehuty está enteramente escrita.
P. En la excavación, en el patio de la tumba de Djehuty, un buen día encontráis un palito que asoma en medio de la nada.
R. Sí, eso fue muy emocionante, porque encontramos lo que parecía un palo en vertical, y al ir excavando se vio claramente que era el tronco de un árbol, erguido todavía. Se trataba de un tamarisco (Tamarix sp.) que vivió unos 25 años. Poco después salió a la luz la raíz que avanzaba por el suelo. Cuando empezamos a excavar la zona de la raíz salió una estructura de adobe reticular, un espacio de tres metros por dos y medio, dividido en cuadrados de 30 por 30 centímetros.
P. Entonces descubristeis el jardín funerario.
R. Al principio no sabíamos qué era. Pero una noche uno de los integrantes del equipo, Francisco Borrego, me dijo: “José Manuel, creo que tenemos un jardín”. Casualmente, esa misma noche me escribió una profesora de Hilderberg a través del diario online en castellano de la excavación que me dijo lo mismo: “José Manuel, creo que es un jardín”. Desde aquel momento nos dimos cuenta de la importancia del descubrimiento.
P. ¿Ya se había descubierto algún jardín de este tipo?
R. Nuestro jardín es el único bien documentado y conservado de la necrópolis. A principios del siglo XX se descubrió otro, pero no se documentó bien ni se excavó.
P. ¿De qué época es?
R. Es del año 2000 antes de Cristo, o sea que tiene 4.000 años.
P. ¿Y qué se cultivaba en él?
R. En cada cuadradito se conservaban los restos botánicos de lo que se plantó. Tenemos semillas de cilantro, de una especie de melón no dulce o también flores de la familia de las margaritas. Así que el jardín combina vegetales comestibles y flores.
P. ¿Se trataba entonces de un jardín ornamental o de un huerto?
R. Se trata más bien de un jardín simbólico para abastecerse en el más allá. Los antiguos egipcios jugaban también con el carácter simbólico de las cosas: se momificaban, pero, a la vez, tenían figuritas de madera o de barro con forma de momia, por si acaso su momia se deterioraba. Pues aquí vemos lo mismo: el difunto encargaba a sacerdotes que cultivaran parcelas para atender sus necesidades en el más allá; pero, por si acaso no iban bien, construían un jardincito a la entrada de la tumba.
P. ¿Qué función tenía el tamarisco en esa esquina?
R. Puede ser para dar sombra, o puede que con otro propósito simbólico que menciona el Libro de los Muertos: cuando el alma del difunto, que ha adoptado la forma de un pájaro, sale de su tumba para disfrutar de las ofrendas se posa en un árbol.
P. Otro de los descubrimientos, a nivel botánico, es la aparición de ramos de flores. ¿Qué significaba regalar flores en el Antiguo Egipto?
R. En el patio de entrada a la tumba de Djehuty encontramos 50 ramos de flores secas, con 50 vasijas del año 1000 antes de Cristo. Los ramos estaban todavía atados con fibra de palmera. Todo parece indicar que eran los restos de un funeral. A los difuntos en Egipto se les despedía con flores, por un juego de palabras, porque la palabra para vida en el Antiguo Egipto es anj, que es lo que se conoce como la Cruz de la Vida. Pero es una palabra que también sirve para referirse a las plantas, a las flores. Entonces, la idea es que cuando tú ofreces flores a alguien le estás ofreciendo vida. Así que la ofrenda de flores a los difuntos es un deseo de que viva en el más allá.
P. ¿Hay algún documento donde se muestre la importancia de los jardineros en el Antiguo Egipto?
R. Al lado de nuestra excavación se descubrió la tumba del jardinero o, mejor dicho, del florista, de Tutmosis III. Se desenterró a finales del siglo XIX, pero el problema es que luego se ha cubierto y se ha perdido. Así que los jardineros juegan un papel muy importante. Y luego en la iconografía no hay más que visitar las tumbas de los nobles en Egipto para ver que los jardines jugaban un papel fundamental. Eran parte de la vida social.
P. ¿A dónde le lleva la arqueología?
R. Lo bonito de la arqueología es que vives lo que hoy se conoce con el nombre de serendipia. O sea, tú vas buscando una cosa y te encuentras con muchas otras igual o más interesantes. La arqueología es como un río que te va llevando, casi que tú solo tienes que dejarte llevar. Desde el punto de vista científico, estás constantemente aprendiendo cosas que no tenías previstas. Junto con mi colega José Miguel Serrano, con el que llevo 21 años en el proyecto, hemos aprendido cosas que ni soñábamos. Hemos tenido mucha suerte. Y yo creo que el truco es dejarte llevar.
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