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Catorce psicólogos atienden las 21.787 peticiones telemáticas de ayuda de los jóvenes de Madrid con problemas de salud mental desde 2023

El servicio de la Comunidad para personas de entre 14 y 30 años, impulsado tras aumentar las ideas suicidas entre los adolescentes en la pandemia, es apoyado por la oposición y profesionales, que afean que no sirva de entrada al sistema presencial

Cuando el fantasma de la ansiedad ataca, y ronda el demonio de la muerte, la ayuda puede estar a una llamada, un WhatsApp o un email de distancia. Esa fue la idea con la que la Comunidad de Madrid lanzó en marzo de 2023 un servicio de atención psicológica para jóvenes de entre 14 y 30 años tras detectar un aumento de las ideas suicidas entre los adolescentes durante lo peor de la pandemia. Poco más de dos años después, el dispositivo ha recibido 21.787 contactos, 9.688 por vía telefónica, 9.627 por mensajería instantánea y 2.472 por correo electrónico. Cada una de las llamadas superó, de media, los 37 minutos, según información enviada a la Asamblea por el gobierno y consultada por EL PAÍS. En ellas se habló, según detalla el ejecutivo, de ansiedad, estrés, ideas autolíticas, conductas violentas, relaciones sociales, adicción y trastornos en la alimentación. El cuidado de la salud mental es un tema capital aunque no se adelgace la lista de espera para lograr atención presencial y sea algo escasa la plantilla que se dedica a la telefónica, con apenas catorce profesionales para atender a toda la región y a esos 21.787 contactos.

“Que inviertan en recursos para salud mental para jóvenes está bien, el problema es que lo hagan de forma desligada de la red de salud mental comunitaria de la sanidad pública, que a su vez está enormemente saturada y no puede dar una atención de calidad”, opina Marta Carmona, diputada de Más Madrid en la Asamblea regional y psiquiatra de formación. “El plan tendría mucho más impacto si además de facilitar este primer acceso a los jóvenes, se hiciera enlace con la red de la sanidad pública (donde harán seguimiento los chavales si se ve que tienen algún trastorno) y además se reforzara el personal aquí también de manera que puedan dar citas con frecuencia suficiente, hacer terapia individual y grupal con quien la necesite, etcétera”, añade.

El problema en Madrid está en que el acceso presencial a un psicólogo puede demorarse meses: llegó a tardar hasta 121 días de media para los adultos en 2019, según datos del gobierno. En 2023, el 37% de los solicitantes de una cita de atención psicológica en Madrid tenía que esperar al menos tres meses, según el barómetro sanitario del CIS. Aunque si es un caso de suicidio se activa un protocolo que prioriza una atención rápida, en ese tiempo de eterna espera para el resto de casos, que se multiplica luego en función de cuánto tarden las sucesivas citas pasada la primera, pueden enquistarse los problemas y acumularse las preguntas angustiosas en la mente de los jóvenes a los que va dirigido el programa.

¿Conseguiré irme de casa? ¿Tendré un trabajo que me permita alquilar, o, algún día, comprar una vivienda? ¿Aguantaré el tirón de estudiar y trabajar al mismo tiempo? ¿Me fallará hoy el transporte público? ¿Conseguiré que me vea un psicólogo?

“Las listas de espera son interminables porque no hay suficientes profesionales”, lamenta la psicóloga Ana Asensio, de Vidas en Positivo. “En este momento hay solo unos cuatro psicólogos por cada 100.000 habitantes, cuando en Europa hay entre 18 y 20. Con esas cifras es imposible ofrecer una atención adecuada”, denuncia. Asensio explica que, ante la falta de personal, los casos se priorizan por riesgo vital, “lo que deja fuera a muchos adolescentes con crisis de ansiedad o cuadros depresivos leves que, sin atención temprana, terminan cronificándose”. A su juicio, el sistema actual “no es preventivo, sino reactivo”: actúa solo cuando el daño ya está hecho.

En ese contexto, insiste, “un teléfono o un chat de emergencia (como los de Madrid) pueden frenar una conducta de riesgo, pero no reemplazan una terapia”.

En la misma línea, la psicóloga sanitaria Zara Casañ, docente en la UNAM y la UCJC, considera que los servicios telefónicos y digitales de atención psicológica para jóvenes “han adquirido un papel clave como herramientas de contención emocional inmediata”. A su juicio, estos recursos actúan como “primeros auxilios temporales” en un sistema público tensionado, ofreciendo una escucha activa en momentos críticos. Sin embargo, advierte que “no sustituyen una intervención terapéutica continuada” y que su eficacia depende de que exista un protocolo de derivación ágil hacia Atención Primaria o unidades especializadas. “El riesgo es que muchos jóvenes vulnerables queden en un limbo si no se garantiza un seguimiento clínico real”, subraya. Y alerta: “Ocho psicólogos para toda la Comunidad de Madrid (en referencia a la plantilla mínima de empleados en el servicio telefónico) son absolutamente insuficientes para ofrecer un servicio de calidad”, lo que se traduce, a su juicio, en “atenciones breves, escasa capacidad de seguimiento y riesgo de despersonalización”.

Finalmente, la psicóloga Aída López Gómez, directora técnica asistencial de Bangardia Psicología Aplicada en Madrid, advierte que los servicios telefónicos y digitales de apoyo emocional “son necesarios como primer paso, pero insuficientes si no van acompañados de un seguimiento real”. Desde su consulta, explica que cada vez atienden a más jóvenes “con sintomatología muy avanzada, que llegan a terapia con ideación suicida o ansiedad severa después de meses de malestar no atendido”.

El torrente de dudas vitales sobre la emancipación o el futuro laboral que acompaña a la juventud empeoró con el terremoto del coronavirus, según el Estudio sobre el impacto socioeconómico del COVID-19 en la población joven de la Comunidad de Madrid.

Así, la pandemia, se lee en documentación gubernamental que justifica el lanzamiento del servicio de atención telefónica, obligó “a reacomodar todos los ámbitos vitales de la sociedad en general, de las familias y de la población joven, en particular”. Además, lo hizo “de manera intempestiva”, lo que provocó un quiebre en “las estructuras de una realidad que ya de por sí, para muchos, resultaba complicada e incierta”, añade el gobierno en la descarnada justificación del contrato de 270.347,52 euros que estructura el servicio, y que depende de la consejería de Asuntos Sociales.

Peor: “Una parte importante de los jóvenes puede ver hoy con mayor intensidad abocadas al fracaso sus expectativas de futuro ante un escenario laboral incierto, la desaparición de relaciones sociales cercanas y directas, los cambios en sus costumbres y rutinas (...) lo que puede conllevar el surgimiento o acentuación de adicciones, un uso abusivo de las tecnologías de la información, su aislamiento social o incluso comportamientos depresivos que degeneren en las peores de las consecuencias”.

Para combatir esa situación, el servicio que prestan los psicólogos de esta unidad es gratuito y se da a través del teléfono 900 143 000, con mensajes de WhatsApp asociados a este mismo número y en el correo saludmental1430@madrid.org. La tarea se desarrolla los 365 días del año, en horario de 15.00 a 00.00 horas, y sin límite de intervenciones.

Según la Comunidad, los profesionales que reciben las comunicaciones establecen protocolos de actuación específicos y diferenciados en relación con los destinatarios, según sean jóvenes, familiares o profesionales que trabajen en actividades relacionadas con la juventud.

Entre los motivos de consulta más frecuentes destacan los problemas de ansiedad y estrés (18%), las dificultades en las relaciones sociales, familiares o de pareja (15%) y los síntomas de depresión (12%).

“Atienden situaciones leves y a partir de ahí derivan a Salud Mental”, dice un portavoz gubernamental.

Además, desde este recurso también se activa la derivación a los servicios de emergencia del 112 cuando se requiera de una actuación urgente, priorizando, por ejemplo, la valoración del riesgo suicida en la adolescencia, y al 012 Mujer en los casos de asistencia, información y asesoramiento en esta materia.

Dos cosas son seguras. La primera: que este sistema responde a lo difícil que es lograr una atención presencial. Y la segunda: que las más de 20.000 llamadas recibidas son solo la punta del iceberg del problema de la salud mental en Madrid.

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