Erika Rodríguez, directora de la Fundación Carolina: “Los inmigrantes en España ya no estamos en guetos; estamos en las instituciones”
La colombiana que lidera esta influyente institución estatal de cooperación con América Latina ha visto durante dos décadas la transformación de Madrid en una ciudad cosmopolita


A los cuatro años, en un barrio humilde de Bogotá (Colombia), Erika Rodríguez, de 47 años, ya jugaba a ser profesora de universidad. Mientras otros niños inventaban amigos imaginarios y eran en su mente astronautas o futbolistas, lo suyo era ser catedrática. Ese sueño infantil, improbable en una familia obrera en la que su padre estudió electrónica industrial y su madre era modista y patronista, se convirtió en su brújula vital. Hoy, es la directora de la prestigiosa Fundación Carolina, una alto cargo del Gobierno español.
Pero el suyo no ha sido, ni mucho menos, el clásico camino jalonado de éxitos y de puertas abiertas por un apellido ilustre. Estudió Sociología en la Universidad Nacional convencida de que la educación era la única herramienta para transformar su futuro. Hizo un máster mientras trabajaba, pero en Colombia el doctorado era inalcanzable. “Prácticamente no había programas, eran carísimos y de tiempo completo. Yo me formé gracias a la universidad pública, pero un doctorado estaba fuera de mi alcance”.
Con 24 años llegó a Madrid con los ahorros justos. Ni siquiera pudo lograr el respaldo de la beca de estudios de la muy competitiva Fundación Carolina, la institución que hoy dirige con el objetivo de abrir las perspectivas de futuro de jóvenes esforzadas como lo fue ella en su día. “Vine con lo que tenía y trabajé de niñera, de azafata en ferias, en lo que fuera. Todo era rebusque para poder estudiar. No podía llamar a casa para pedir ayuda. Tenía clarísimo que venía a estudiar”. Poco después, consiguió una beca de investigación en la universidad pública. “Desde que llegué, la universidad me abrió la puerta. Le tengo una gran deuda. En Colombia y en España lo que me ha permitido crecer ha sido la educación pública”.
Ese apoyo le permitió doctorarse, publicar artículos y obtener una plaza como profesora de Sociología Aplicada en la Universidad Complutense. “Con mucho esfuerzo, porque no me pude dedicar solo a la universidad. Escribía en la hora del almuerzo, usaba mis vacaciones para congresos. Pero lo conseguí. Soy profesora, y ese era el sueño de mi infancia”.
Con el tiempo, se incorporó a la cooperación española a través de La Fundación para la Internacionalización de las Administraciones Públicas: “Entré como asistente administrativa en un contrato temporal y fui ascendiendo. Conocer la cooperación fue un aprendizaje enorme. Me permitió estar vinculada al sistema español, primero desde dentro y después en organismos multilaterales y en terreno en América Latina”. Más tarde, asesoró a Naciones Unidas y trabajó como asesora del ex vicepresidente de la Comisión Europea Josep Borrell en temas latinoamericanos cuando era alto representante. “Fue un punto de inflexión. Entendí que mi vocación académica podía convivir con la cooperación y con el análisis político”.
Rodríguez resume su trayectoria en tres carreras que se alimentan entre sí: la académica, la de cooperación y la de analista política. “Soy buena comunicando y escribiendo, y eso me permitió trasladar lo que veía en la universidad y en el terreno a los centros de estudios. Así me hice un nombre en los laboratorios de ideas y empecé a tener visibilidad”. Esa visibilidad la llevó también a la política municipal: fue concejal socialista en el Ayuntamiento de Madrid entre 2016 y 2019 durante el mandato de Manuela Carmena. “Es un trabajo muy de calle. Ir a los barrios y que los vecinos te pongan en la mano sus expectativas es de las experiencias más fuertes que he tenido. Que alguien que viene de fuera tenga la responsabilidad de interceder por ellos es un honor enorme”.
Hoy, al frente de la Fundación Carolina, Rodríguez defiende la necesidad de importar talento: “Los latinoamericanos no somos una nota de color en las fotos políticas. Somos capacidad técnica. Tenemos formación, aportamos conocimiento, soluciones. América Latina tiene universidades de altísimo nivel, y ese talento hay que reconocerlo”.
Por eso insiste en que se necesitan más mujeres migrantes en espacios de decisión. “No es lo mismo diseñar políticas de cuidados cuando no tienes familia cerca. No es lo mismo homologar un título o incorporarte a un sistema de salud distinto. La mirada migrante es indispensable”.
Cada año, la Fundación Carolina otorga más de 700 becas y organiza programas de liderazgo, investigación y diplomacia pública. “La fundación cambia vidas. No es un eslogan: lo vemos todos los años. Queremos que se formen aquí, que aporten a las universidades españolas y que luego transformen sus países. Lo que se llevan es enorme, pero lo que dejan aquí también lo es. Dejan conocimiento, redes, vínculos que permanecen”. Desde el año 2000, más de 20.000 personas han pasado por sus programas. “Cuando llegan lejos, siempre serán amigos de España. Ese es un activo fundamental para nuestras relaciones internacionales”.
En dos décadas en Madrid, Rodríguez ha visto cómo la ciudad se ha transformado con la migración latina. “Antes decían que la cosmopolita era Barcelona. Hoy Madrid también lo es. Es la capital de Iberoamérica. Aquí te encuentras con todo el mundo. La migración ha hecho la ciudad más diversa, más plural y más rica. Y lo más importante es que ya no estamos en guetos, sino que estamos en instituciones. Mis hijos crecen en una sociedad plural que no existía hace 40 años. Y eso cambiará España para siempre”.
Afronta el futuro con optimismo, pese al auge de discursos que rechazan la migración: “Vivimos un momento difícil, pero creo en la gente. La mayoría sigue creyendo en la solidaridad y en los valores. Nuestro papel como migrantes es tender puentes, no hacer trincheras. Esa es la ventaja de quienes hemos vivido en distintas culturas, que sabemos encontrar lo bueno de cada lugar”. A la niña de cuatro años que jugaba a dar clase Rodríguez le enviaría un mensaje: “Se puede, se puede. Nada es fácil, nada es regalado, pero se puede”.
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