Se venden meteoritos: los aficionados a los fósiles y las piedras espaciales encuentran su nicho en Madrid
La Feria Internacional de Minerales, Fósiles y Meteoritos de España reunió a más de 2.000 personas en sus primeros días de actividad, ofreciendo desde pelaje de mamut hasta cáscaras de huevo de dinosaurio
“Se venden meteoritos”. El letrero, pintado a mano con colores estridentes, está apoyado sobre una mesa de dos metros de largo cubierta de piedras que se promocionan como llegadas desde el espacio exterior. Hay rocas que hicieron un viaje de casi 55 millones de kilómetros, desde Marte, antes de aterrizar en la Feria Internacional de Minerales, Fósiles y Meteoritos que se celebró en la estación de Chamartín, Madrid, este fin de semana. Más de 30 expositores de España y otros países —Brasil, Marruecos, India, Pakistán, República Checa— han participado del evento, que ya tiene 41 ediciones y que, entre este viernes y sábado, convocó a más de 2.000 personas, según datos de la organización.
La mesa de meteoritos está regentada por Adrián Contrera (Granada, 41 años). Un hombre alto, de ojos azules y acento pronunciado, que formalmente se dedica a la enseñanza, pero que hace diez años convirtió su afición por los meteoritos en un negocio. Las piedras marcianas se venden a 100 euros el gramo, y, junto con los trozos de la Luna, son de las piezas más buscadas por los clientes. Contrera asegura que todo lo que tiene a la venta es original y que si algún comprador tiene dudas, el comerciante puede certificarlo con un análisis de laboratorio.
Algunas de las rocas dice haberlas recolectado él mismo, “aunque es una tarea bastante difícil, no es muy agradecida, ni muy rentable económicamente”. Las demás se las compra a proveedores de su confianza. “Los meteoritos normalmente se encuentran en los desiertos”, explica. Luego, añade: “El Sahara es una gran zona de suministro. Hay gente, sobre todo de los campamentos de refugiados de Tinduf, que hace expediciones por el desierto y encuentra bastantes restos”. Contrera asegura que los compra desde ahí y luego los revende en ferias de aficionados por toda España. Su pieza más valiosa es un meteorito de 30 kilos, valuado en más de diez mil euros.
A unos metros del puesto especializado en piedras espaciales, se encuentra la tienda de Luis Fernando Villa (Valladolid, 65 años). Él tiene a la venta desde restos fosilizados de trilobites —una clase de artrópodos que habitó en la Tierra hace 250 millones de años—, hasta dientes de Megalodón, una especie extinta de tiburón gigante que vivió durante el Cenozoico. Villa está en esto desde hace casi tres décadas, cuando hizo un viaje a Marruecos junto a su esposa, bióloga, y descubrió el submundo del comercio de fósiles y partes de meteoritos. Dejó su trabajo como funcionario en el Ayuntamiento y comenzó una carrera como comerciante de rarezas. Sus piezas las compra, más que nada, donde la descubrió, en Marruecos. El país africano es el epicentro mundial de la exportación de fósiles, un sector desregulado basado en la mano de obra barata. “Hay mucha falsificación en este negocio, pero nosotros tenemos vínculo desde hace 20 años con una familia de allí que nos consigue los fósiles y tenemos plena confianza en ellos”, apunta.
La pieza más cara en el puesto de Villa es el cráneo de un oso de 90.000 años de antigüedad, procedente de Rusia y valorado en 2.800 euros.
El repertorio de la feria no se limita únicamente a los fósiles, también se pueden comprar, por 27 euros, un atado de pelaje de mamut, o por 16, un frasquito de vidrio con sedimento del límite K-T. Son restos geológicos de la zona en la que, hace 66 millones de años, cayó el meteorito que aniquiló a los dinosaurios. Es una arena gris, que en el medio tienen una franja de sedimento negro. Es una especie de memoria natural que deja en evidencia el impacto extraterrestre sobre el planeta. Y cabe en el bolsillo.
Una cuestión de confianza
Ana Díaz, una mujer de Madrid, llevó a su hijo pequeño a recorrer la feria en la mañana del domingo. Compraron un frasco de límite K-T y los restos fósiles de lo que promete ser la cáscara de un huevo de dinosaurio de hace 70 millones de años, por la que pagó 17 euros. “Mi niño colecciona minerales y cosas de dinosaurios. Prefiero que le dé curiosidad esto y no que ande todo el día en las redes sociales”, dice. Confía en que se trata de piezas originales. “No lo estoy comprando por Aliexpress, se supone que esta feria es seria y solo vende cosas auténticas”, asegura.
No todos los participantes de la feria persiguen intereses únicamente comerciales. A algunos, como José Vicente Casado (León, 57 años), también los impulsa la curiosidad científica. Casado trabaja en el sector “desde siempre”, cuando tenía un modesto negocio de piedras raras en una feria de su pueblo natal. “Para mí, todo empezó cuando un profesor nos mandó a hacer una colección de minerales y fuimos a una cantera a buscar rocas. Imaginarme cómo se podrían haber generado todas esas formas y colores, me fascinó”, relata.
Todos los años, Casado participa de grandes ferias internacionales, como la que se celebra en Tucson (Arizona, Estados Unidos). Allí compra e intercambia piezas con comerciantes y coleccionistas de todo el mundo, que luego trae de vuelta a España y vende, la mayoría por internet, a aficionados a la mineralogía.
—¿Cómo sabe que estas rocas llegaron realmente desde la Luna?
—Pues no lo sé. A simple vista es imposible saberlo porque no tengo rayos X en los ojos, pero me lo dice la experiencia.
Casado asegura que todos aquellos comerciantes que ofrecen certificados de autenticidad con sus piezas, están mintiendo. “No existe ningún organismo internacional que los emita”, explica. “El único certificado de autenticidad que ofrecemos es la factura de compra. Somos un comercio legalmente establecido y si vendemos algo que es falso, nos pueden denunciar a la oficina del consumidor”, espeta.
El hombre defiende la credibilidad de su rubro con la pasión que siente por los fósiles y los meteoritos. Dice que no pudo estudiar porque nació en una familia humilde, pero que su entusiasmo por la divulgación lo ha llevado a participar incluso en el montaje de exposiciones, la última en la Casa de las Ciencias de Logroño. “La parte de la venta es porque con algo tengo que comer”, explica.
Casado señala que es muy fácil detectar a un estafador al momento de comercializar las piedras. “Somos pocos los que nos dedicamos a esto y cuando alguien quiere venderte algo que es falso enseguida lo identificamos y hacemos correr la voz”. El vendedor cree estar seguro de que el 95% de los materiales que se ofrecen en la feria son auténticos, aunque siempre hay algo que se escapa: minerales coloreados con pigmentos artificiales, o trozos de plásticos que pasan como ámbar, una valiosa resina de pino fosilizada.
Junto a Casado también trabaja su esposa, Ana María Ordoñez (León, 54 años). “La mayoría de las personas que se acercan y compran son conocedoras, saben a lo que vienen”, asegura. Y agrega: “La gente suele fiarse de nosotros y a los que no confían podemos darles todas las explicaciones que necesiten”.
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