Madrid, ante su nuevo papel en el mundo
El arquitecto Fernando Caballero publica el libro ‘Madrid DF’ donde plantea una España de grandes ciudades como la única forma de hacer frente al resto de capitales
Repensar Madrid como algo más que una Comunidad autónoma es un ejercicio poco habitual entre la clase política o intelectual, poco dada a producir ensayos que reflexionen sobre el futuro de la capital más allá de la pelea diaria. Fernando Caballero (Madrid, 1988) acaba de publicar el libro Madrid DF (editorial Arpa) que analiza no solo donde estamos parados, si no hacia dónde va esta enorme mancha urbana fundada en la Edad Media de forma muy diferente a como lo hicieron al resto de capitales europeas. Sin ríos, ni mares, ni grandes vías comerciales que alumbraran su nacimiento, solo un decreto real creó en la meseta una ciudad que lleva la contraria a Sevilla, Cádiz, Londres, Lisboa o Róterdam.
La teoría de Fernando Caballero es que el siglo XX fue el de la conformación de los actuales Estados. El comienzo del siglo XXI fue el tiempo de la creación de las grandes corporaciones económicas y los años venideros será el tiempo de la consolidación de las grandes ciudades Estado. Ciudades convertidas en potentes focos de atracción económica, política y cultural que competirán unas con otras para subsistir y no ser canibalizadas por sus pares. “La mayor parte de las personas viven en entornos urbanos y existe una competición descarnada entre grandes ciudades que son grandes sistemas económicos por atraer capital financiero y capital humano”, explica. “En esa competición, Madrid sale bien parada. Al año, llegan 100.000 personas y lo lógico es pensar que el área metropolitana tendrá cerca de 10 millones de habitantes a mediados de siglo”.
Según el autor de Madrid DF, la manera de sobrevivir de Madrid en esta pugna es formar una gran mancha metropolitana hiperconectada a su periferia que absorba los municipios de alrededor creando muchos centros urbanos. Una ciudad de ciudades que dote a cada uno de esos centros de todos los servicios y atractivos necesarios. “Eso nivelaría los precios de la vivienda y quitaría tensión al actual centro que hacen que el metro cuadrado valga más, la compra valga más y hasta tomarse un café valga más”, dice Caballero. “Para el que tiene una casa en propiedad es algo fantástico, pero todos los demás les estás suponiendo un coste y un tiempo invertido, desproporcionado y sin alternativas”, explica.
En este sentido, Caballero, arquitecto de formación, cree que en la reconversión neoliberal Madrid ha sufrido menos que Barcelona o Bilbao, cuyo crecimiento ha estado ligado a la industrial. Hasta hace poco tiempo, Madrid era una ciudad administrativa “de mover papeles y poner sellos” que tuvo que rehacerse y que al ser una ciudad de servicios le fue más fácil subirse al carro del neoliberalismo. En cuanto a infraestructuras, no obstante, la capital tiene mucho que aprender de Barcelona. “El arco metropolitano de Barcelona tiene una extensión menor a 100 kilómetros y es una suma de muchas ciudades diferentes bien comunicadas. Hay mucha gente que vive en Manresa y que va a Tarrasa sin necesidad de pasar por Barcelona. Todo ello forma parte de una gran región metropolitana. En todas aquellas ciudades con las que Madrid está bien conectada, ciudades a 100 o 200 kilómetros de distancia no pierden población. Al contrario, Madrid es su mejor baza”. Utilizando un símil futbolístico “Es como un equipo de fútbol de segunda división que viven porque están el Real Madrid y el Barcelona y esos partidos se pagan muy bien.” El problema de Madrid, añade Caballero, está en que “tiene prácticamente la mitad de estaciones y de kilómetros de cercanías que la Red de Barcelona”.
En la España del futuro, según Caballero, el modelo de las autonomías ya no vale. “Tenemos unas comunidades autónomas que son como países. Andalucía es Portugal en horizontal y Castilla y León es más grande que Bélgica pero con menos de la mitad de su población”. Según Caballero, en España existen varias tensiones territoriales “la clásica del País Vasco y Cataluña con el resto de España. Otra más entre la ciudad y la España vaciada y una tercera entre las ciudades y sus periferias”, añade.
El modelo de Caballero al que debe aspirar Madrid es un híbrido entre el centralismo francés y el modelo alemán, un país que se ha desarrollado sin tener una gran ciudad como motor tirando del carro. “Alemania ha conseguido una cosa que son las mittelstand, empresas del tamaño mediano, pero que exportan a nivel internacional y que están localizadas a veces en pueblos pequeños, pero que consiguen que esos lugares funcionen y sean pueblos industriales”, describe. “Por ejemplo, las palas quitanieves de Madrid son de Blasien, un pueblo en mitad de la Selva Negra en el que viven unas 3.000 personas, pero que es capaz de inventar algo y colocarlo en cualquier parte de Europa gracias a los trenes y las buenas comunicaciones”.
En su análisis de Madrid, Caballero dedica especial atención a Latinoamérica. En su opinión, Madrid es el nuevo Miami gracias a que cuenta con una nueva oligarquía financiera asentada en sus respectivos países que busca afanosamente nuevos mercados después de un proceso de acumulación desconocido desde el siglo pasado. En esta competición, Madrid gana a Miami, ya que se ha convertido en una “ciudad refugio”, donde no existe una desigualdad tan marcada con múltiples niveles de exclusividad tras cada barrera que se cierra. “Miami es un lugar para vivir y disfrutar, mientras te lo puedas permitir, pero no para construir y proyectar”, resume.
En este contexto, la desigualdad es uno de los grandes retos de ciudades como París, Londres o Berlín, expuestos a estar rodeados de grandes bolsas de pobreza. El miedo a los guetos es la espada de Damocles que pende sobre el desarrollo de las grandes capitales y en este sentido, Caballero, destaca que las periferias de Madrid son bastante mejores que las de otras grandes ciudades. En un segundo plano, con siete millones de habitantes y con una población joven, “es mucho más barato dar buenos servicios públicos”. También hay otro aspecto sociológico vinculado al origen de las personas que llegan a Madrid. “El inmigrante es una persona que ha hecho un movimiento en su vida, que es muy individualista” y piensa que si él ha hecho un “esfuerzo”, los demás también “tienen que hacerlo”.
Mientras todo eso pasa, Caballero recoge en su libro dos modelos de “éxito”. El primero es Torrejón, un lugar que ha sabido integrar con relativo éxito las minorías, la emigración mientras disolvía los guetos y el segundo es el municipio de Torija. “Llegando a Madrid desde Zaragoza, antes de pasar Guadalajara, hay un pueblito cuyo parque industrial es tres o cuatro veces mayor al pueblo. Se trata de un lugar lleno de naves industriales precisamente porque está muy bien conectado con Madrid, menos de una hora es muy, el suelo es mucho más barato”, explica. Nada de lo que dice Caballero ayuda a disipar la ‘madrileñofobia’ pero al menos introduce argumentos para un debate menos visceral que el que surge de la barra del bar y se mueve en redes sociales.
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