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Una oficina abandonada, un chalet o un taller, cualquier sitio es bueno para una selva de marihuana

Los pequeños narcos sofistican sus plantaciones interiores para disimular la existencia de las plantas. Madrid representa el 5% de las incautaciones con seis toneladas al año

Plantación de marihuana en una imagen de archivo.
Plantación de marihuana en una imagen de archivo.
Patricia Peiró

El pasado miércoles 17, una patrulla de la policía municipal se encontraba en la calle de la Secoya de Madrid, en Carabanchel, comprobando una queja vecinal por el tránsito de vehículos en dirección contraria. Se trataba de una intervención rutinaria en un anodino polígono en el que hay un concesionario, una gasolinera y una tienda de muebles al por mayor. La misión de la patrulla cambió cuando un repartidor se aproximó a los agentes y les indicó una esquina: “Allí huele a marihuana”. Ninguno de los agentes esperaba acabar ese operativo sumergidos en una selva psicotrópica con casi 800 plantas de hasta dos metros con un embriagador olor.

Se trata del último golpe contra las plantaciones interiores en Madrid, una región que representa el 5% de las 126 toneladas de marihuana que en 2022, último año con datos disponibles, se destruyeron en España, líder mundial en producción de esta droga. Esto suma seis toneladas incautadas en la comunidad ese año, muy por encima de la tonelada intervenida solo cuatro años atrás, en 2018. “El aumento de los delitos contra la salud pública responde no solo por la venta al por menor de cualquier tipo de sustancia sujeta a fiscalización, sino también por el continuo desmantelamiento de plantaciones de hachís y marihuana, que se han extendido por gran parte de la Comunidad de Madrid, bajo techado y, en algún caso, en lugares subterráneos”, reza la última memoria de la Fiscalía. Las causas que gestionó el ministerio público en la región por delitos contra la salud pública pasaron de 2.655 a 3.050, lo que supone un aumento del 15%.

Sin embargo, los datos actuales reflejan un importante descenso en la producción en los últimos tres años, debido, principalmente, a los golpes que se han dado a macroplantaciones en la Cañada Real. Fue en 2020 cuando la Comunidad de Madrid vivió una explosión de producción de marihuana y llegó a acaparar el 25% de las 60 toneladas que ese año se intervinieron en toda España. En plena pandemia, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado intervinieron 25 toneladas solo en la región. Ahora, también hay que vigilar los lugares más insospechados, como los edificios de oficinas.

La plantación de Carabanchel no se encontraba bajo tierra, sino en las alturas. Los dos pequeños narcos detenidos habían instalado su jardín en la tercera planta de un bloque de oficinas en desuso, a la que los agentes llegaron haciendo uso de su olfato. Cuando llegaron al piso donde el aroma se intensificaba se quedaron en la puerta y a los diez minutos salió un hombre del montacargas. Se sorprendió al ver a los policías, pero no había posibilidad de escapatoria. Aunque al principio farfulló que lo que había detrás de esa puerta era un almacén de ropa, al abrir tuvo que admitir la realidad ante los agentes. Dentro, estaba su compinche, que se había quedado en el jardín ilícito haciendo labores de vigilancia.

Ambos aseguraron que era la primera vez que de dedicaban a esto. Un oficial que accedió a la plantación calcula que tuvieron que hacer una inversión de unos 50.000 euros en esas instalaciones. “Tuvieron que forrar todo el interior, implantar un sistema de ventilación, colocar las lamparas para que den luz y calor las 24 horas...”, enumera el policía. Este agente cree que era la primera cosecha de estos dos “pequeños emprendedores” de la droga, con lo que no les dio tiempo ni a recuperar la inversión.

Por su experiencia previa en este tipo de instalaciones, el oficial también opina que iban a vender su producto a un gran proveedor que después lo distribuye internacionalmente. Pero lo que más sorprendió a este agente fue una innovación que solo ha visto en esta plantación. En lugar de engancharse de forma ilegal al suministro eléctrico con cableado, habían instalado un microchip en el cuadro de contadores para desviar la corriente. Una elevada sofisticación para pasar aun más desapercibidos. A principios de mes, la Guardia Civil desmanteló una red de plantaciones entre Madrid y Toledo con un millar de plantas que contaba incluso con sensores de movimiento.

La clave para eludir miradas ajenas es buscar sitios aislados o que pasen desapercibidos, aunque no siempre es posible. En agosto del año pasado, la Guardia Civil y la Policía Nacional desmantelaron una plantación con 1.400 plantas en un chalet de lujo en Villalbilla , un municipio al este de Madrid de 13.000 habitantes. A pesar de que no se encontraban en el meollo de un núcleo urbano, siempre hay alguna mirada indiscreta que da la voz de alarma. Lo mismo sucedió en otra operación hace poco más de un mes, esta vez sí en la capital. El cuerpo municipal y la Policía Nacional descubrió una plantación con 900 cogollos en un antiguo taller mecánico de Usera. Su propietario, un hombre de 51 años, había reconvertido el negocio y se había metido a jardinero.

Otras veces, este negocio ilícito se destapa fruto de la casualidad. En diciembre, una llamada por un posible caso de violencia de género destapó una plantación casera, con aspiraciones a más, en un piso en Aluche. Los vecinos alertaron de que una mujer podía estar siendo víctima y al acudir a la vivienda, los policías nacionales hallaron 300 plantas en su interior, con una compleja instalación de luz, riego y ventilación.

“Antes solo de dedicaban a esto las grandes organizaciones, ahora cada vez vemos más casos como este —el de la nave de Carabanchel— y también incluso particulares en sus casas que buscan así un modo rápido y arriesgado de ganar dinero”, recalca el oficial. “Es necesario destacar la importancia que han adquirido las plantaciones de cannabis, siendo España uno de los principales productores de dicha sustancia. Así, se han multiplicado los procedimientos penales en los que se investigan redes o grupo criminales que distribuyen la sustancia dentro del territorio nacional y hacia el extranjero, bien sea en paquetes postales o en camiones de mercancías, con simulación de operación de comercio internacional”, abunda la memoria de la fiscalía. Cualquiera puede meterse a jardinero, eso sí, contando con el riesgo de ser descubierto y juzgado por plantar las semillas que no debe.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.
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