El niño Jesús sí nacerá en Majadahonda, aunque sea entre las cenizas
El municipio madrileño, cuyo belén municipal quedó destruido por un incendio al parecer intencionado, abrirá el domingo un nuevo pesebre, construido por varias asociaciones belenistas a partir de donaciones y préstamos
En un discreto rincón de la casa de la cultura de Majadahonda (Madrid), una decena de adultos emplea estos días en un proyecto tristemente inesperado: construir un nuevo belén municipal, después de que un incendio redujera a cenizas el anterior la madrugada del 2 de diciembre. El grupo funciona como una sinfonía. En un salón impregnado de aerosol, donde suena cada tanto el “faltan cinco para las 12″, una señora pinta con spray la reproducción a escala de un ciprés, mientras otras pegan corchos bornizo para simular unas montañas egipcias o retocan con un pincel una fachada de estilo hebreo. Estos vecinos y expertos de la Escuela de Belenismo de Majadahonda, respaldados por asociaciones de otros municipios como Madrid, han luchado contra el tiempo para instalar un nuevo pesebre antes del 11 de diciembre. Paralelamente, la investigación sobre el incendio ha pasado a manos de la Policía Judicial, ya que “hay indicios de que fuera provocado”, según fuentes de la Delegación de Gobierno en Madrid consultadas por EL PAÍS, una hipótesis que respalda el perito de la aseguradora privada del Ayuntamiento.
Eso de que “la magia está en los detalles” es más una obligación que un adagio para Nuria Ortiz, de 48 años, jefa de montaje de la escuela. Cada año, usa sus vacaciones laborales para montar el pesebre municipal. Considera esta labor “una responsabilidad con el pueblo”, ya que en la recreación del belén “todo el mundo debe sentirse representado”. Para ella, la grandeza de un pesebre, más que en el tamaño, radica en la capacidad para reflejar a cada habitante del pueblo. Por eso, no solo ha añadido con el tiempo más mujeres y niños, sino también árabes y afrodescendientes. “Me gusta meter figuras de diferentes etnias porque vivimos en un país multicultural, como la Palestina de la época [de Jesús]. No me gustan los belenes donde no hay diversidad, con las figuras del mismo tono de piel”, apunta Ortiz, taladro en mano, desde la tarima que soporta la nueva instalación.
A pocos metros de allí está su padre, José Antonio Ortiz, presidente de la Escuela de Belenismo, quien convierte pacientemente un pedazo de poliestireno (o poliespan) en una fachada de ladrillo: lija la superficie, antes de zanjarla con un cúter para darle la apariencia de los adoquines. Finalmente, golpea el rectángulo con un cepillo de alambre para darle textura rugosa. “Las técnicas son muy sencillas, pero hay que conocerlas”, señala este hombre, de 80 años, que lleva más de medio siglo armando belenes. No es su único trabajo para alegrar las navidades de Majadahonda. “A partir de octubre, dejo de cortarme la barba para disfrazarme de rey mago”, cuenta. Representa a Melchor en los espectáculos municipales. “Una señora nos dijo que somos mejores que los de El Corte Inglés”, remata.
El trabajo detrás de un pesebre de estas dimensiones comienza a partir de febrero, relata José Antonio. “Empezamos con la planificación de a quién se dedica el belén. Este año, por ejemplo, figurará San Francisco de Asís. Después identificamos qué elementos necesitamos crear y cuáles figuras comprar”. Las figuras se hacen principalmente en barro, los espacios se recrean con poliestireno, canastas de fruta, arena y con el característico corcho bornizo madrileño para simular la topografía desértica de Oriente Próximo. La parte más difícil es el río. “Como se filtre el agua estás perdido”, advierte José Antonio, mientras muestra los cables de electricidad que atraviesan el belén. La nueva composición tendrá, además de afluente, una cascada, gracias a un motor que impulsa el agua hasta la parte más alta del montaje.
Si bien el belenismo es una tradición de origen cristiano, muchos apasionados pesebristas no profesan ninguna creencia. Los Ortiz, por ejemplo, no se consideran religiosos. “Esto es una tradición española”, subraya Nuria, a quien sucede su padre para complementar: “Aquí aceptamos gente de todos los dogmas”. Tal es grado de enraizamiento de esta tradición en el país, que la Federación Española de Belenistas reúne 78 delegaciones regionales de todas las comunidades. Solo en Madrid, hay ocho inscritas: en Alcalá de Henares, San Sebastián de los Reyes, Hoyo de Manzanares, Getafe, Pozuelo de Alarcón, Majadahonda y dos en la capital.
A media mañana de este jueves, entra una voluntaria en la Casa de la Cultura, anunciando la buena nueva: “Ya tenemos la primera figura para el río”. La mujer, que ha cruzado casi 40 kilómetros desde Vallecas para echar una mano, saca de una caja una canoa y otras estatuillas para el belén. Las nuevas adquisiciones se unen a un centenar que, acomodadas sobre unas mesas plegables frente a la tarima, parecen esperar a que se complete la recreación del pesebre para encontrar su nuevo lugar. “Las donaciones podrían ir mejor”, lamenta la familia Ortiz, que ha renunciado a tener este año un pesebre en casa, a cambio de prestar sus elementos al belén municipal.
Los pesebristas afirman que el nuevo belén alcanzará las 300 figuras que tenía el original, aunque hay un detalle que deben disimular. Las donaciones provienen de belenes domésticos, de pequeñas dimensiones, en comparación a las colosales edificaciones del belén municipal que sobrevivieron al fuego. “El reto es que las casas son muy grandes para las figuras, que deberían ser de 24 centímetros, pero son de 17″, afirma Nuria, que ya contempla un plan para jugar con la perspectiva: ”Las casas más grandes las voy a poner en primer plano y las figuras más pequeñas, atrás“. Una voluntaria que trabajan en el pesebre se lamenta: “Llevábamos trabajando un año entero para el otro belén y ahora vamos a toda mecha. A lo mejor no queda tan bien como estaba antes, pero la noticia es que Majadahonda tendrá belén”.
Lo que no habrá este año en el municipio madrileño es el concurso de pesebres que, desde hacía cuatro años, fomentaba el Ayuntamiento. El nuevo Gobierno de mayoría absoluta del PP ha terminado con esta iniciativa, apenas un año después de que el belenismo haya sido declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de España, por medio del Real Decreto 481/2022. La jefa de montajes reconoce: “Nos ha dado bastante pena porque participan 70 vecinos y repartíamos 200 pesebres miniatura recortables”.
A cinco minutos a pie de la Casa de la Cultura, se encuentra la plaza Mayor de Majadahonda, que alberga la sede del Ayuntamiento. Uno de los soportales, donde debería estar el Belén, ha sido precintado y cubierto con toldos blancos. En la coyuntura entre dos lonas puede apreciarse la cicatriz del hollín, testigo de la propagación del fuego que lo inundó todo la madrugada del sábado. En el interior, el gris absoluto: un centenar de elementos de diferentes tamaños carbonizados y cubiertos de ceniza. De la puerta, solo quedan los soportes de hierro y huecos donde antes había cristales. En una estantería permanecen tiznadas algunas figuras del pesebre, de las cuales los belenistas esperan rescatar algo, una vez termine la investigación. Cuatro pintores que blanquean las paredes adyacentes relatan que los muros quedaron ennegrecidos por el fuego.
Entre las 300 figuras alcanzadas por las llamas había una reproducción del puente romano de Mérida y casas de hasta dos metros de largo. Algunas cuestan más de 800 euros aunque, para José Antonio, “las pérdidas son incalculables”. “Son figuras que tienen más de 10 años y algunas no son de serie”, resalta.
Fuentes de la Delegación de Gobierno en Madrid han revelado que el incendio “lo está investigando la policía judicial, dado que hay indicios de que fuera provocado”. Esta hipótesis ya había sido planteada por el perito del seguro del Ayuntamiento, quien ha confirmado a la Escuela de Belenismo de Majadahonda que “el fuego se originó desde afuera”, según afirma Nuria Ortiz, quien traduce ese hallazgo en que “alguien lo hizo aposta”. “En esa zona siempre hacen botellón”, afirma la belenista, que relaciona la causa del fuego con otra escena que ocurrió esa misma noche en el despacho parroquial, a pocas calles del Ayuntamiento, donde reventaron los cristales con un mazo en circunstancias también por esclarecer.
Al margen de los peritos oficiales, los belenistas se vuelven a ilusionar con el nuevo pesebre. Una voluntaria hace rugir el destornillador eléctrico, mientras otra retoca con un pincel las figuras donadas a las que ya le habían pasado sus mejores años. Estos adultos mayores, en su mayoría, encarnan aquel refrán que recomienda buena cara al mal tiempo. Al ritmo de música decembrina, y entre bizcochos y café, van edificando su sexto belén municipal... en apenas cinco años de fundación.
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