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Un depredador sexual que fingía ofrecer empleo en saunas: “El trabajo será desnuda y con antifaz”

Un hombre acepta una condena de 33 años de prisión por agredir sexualmente a una treintena de mujeres, muchas de ellas vulnerables y que necesitaban desesperadamente un trabajo

Depredador sexual saunas
Una chica con un teléfono móvil.Mónica Torres
Patricia Peiró

L., de 20 años, buscaba trabajo en una aplicación de ofertas de empleo un día de mayo de 2016 cuando encontró un puesto muy bien pagado. Era un trabajo un poco extraño, camarera en un spa nudista. Necesitaba el dinero, así que contactó con Raquel, la persona que había publicado la oferta. Esta le trasladó su solicitud a su supuesto jefe, Óscar, que explicó a L. las características del puesto y los honorarios. En esa primera charla, el jefe le pidió una foto de sus pechos para comprobar si era apta para el trabajo y concertó una cita con ella en un spa en la zona del barrio de Ventas, en Madrid, para el 1 de junio. L. no lo sabía, pero la necesidad le había hecho caer en las garras de un depredador sexual en serie, que en esa supuesta entrevista de trabajo la manoseó y la intentó penetrar mientras le decía que se tranquilizara, que solo quería comprobar si era apta para el trabajo. Ella huyó y él se despidió asegurándole que ya la llamaría porque había obtenido el empleo.

Siempre decía lo mismo: “El puesto es tuyo”. Lo pronunciaba como frase de despedida o cuando las mujeres se resistían y estaban a punto de marcharse. “Si quieres el trabajo, tienes que acabar”, le espetó a una víctima a la que obligó a hacerle una felación. Ese hombre en realidad se llama Agustín C. y hace un mes aceptó una condena de 33 años de prisión, que este martes se ha ratificado en la Audiencia Provincial de Madrid. El perfil que elegía siempre era el mismo: jóvenes entre 19 y 24 años, muchas de ellas latinoamericanas y con situaciones muy complicadas. “Si no haces esto, no hay trabajo ni papeles”, le dijo a K. El condenado llegó a tener hasta 40 líneas de teléfono distintas y, según le conviniera, fingía ser Raquel o Susana, para pasar a ser el hombre que las citaba según avanzaba la conversación. Las supuestas entrevistas de trabajo se celebraban en centros de masaje, spas y hoteles.

Agustín era un informático de Valladolid que ya había sido detenido cuatro veces antes de la definitiva, la que le ha llevado a la cárcel por fin. Sus primeros antecedentes datan de 2008. Cuando los agentes de la Comisaría de Centro de Madrid le pusieron las esposas en 2017, no paró de llorar y asegurar que él no había hecho nada. Pero el reguero de sus hechos era incontestable. Los centenares de fotos que acumulaba en el móvil de todas las mujeres a las que había engañado y el testimonio certero y razonable de todas ellas no dejaba lugar a dudas. Según el escrito de acusación de la Fiscalía, “el procesado posee una personalidad antisocial, narcisista, en la que destaca su frialdad emocional, egocentrismo y ausencia de empatía hacia las víctimas, con plena capacidad para controlar sus impulsos sexuales”. El representante del ministerio público también refiere que algunas de sus víctimas sufrieron insomnio y ansiedad tras las agresiones.

El shock y la vulnerabilidad impedía a las mujeres acudir a la policía; además, algunas de ellas se encontraban en España en situación irregular. Esto daba alas al violador en serie, que veía cómo su sensación de impunidad crecía a cada paso. En una de las citas para una supuesta entrevista de trabajo se atrevió incluso a citar a dos de ellas a la vez, a las que obligó a masturbarle. A ellas les aseguró que el trabajo al que optaban se desarrollaba “desnuda y con antifaz”. La acción depredadora por la que se le condena se prolongó durante poco más de un año, en el que cayeron en sus garras, al menos, una veintena de mujeres. Finalmente, una mujer a la que había citado en un hotel del centro de Madrid sí acudió a una comisaría a denunciar la agresión y esa investigación destapó una enorme retahíla de violaciones y humillaciones.

Tan intocable se creía que se propuso cumplir todas sus humillantes fantasías con mujeres que necesitaban desesperadamente trabajar. Víctimas a las que el sueldo que él ofrecía, entre 2.000 y 4.000 euros, les resultaba una cantidad que iba a solucionar todos sus problemas. A una la agredió sexualmente en un probador de una tienda del centro de Madrid para comprobar, según su engaño, si era “atrevida”. A una, A., le pidió fotos íntimas a pesar de que ella le había dicho que tenía 17 años y le aseguró que eran necesarias porque para el puesto al que estaba optando había que ir en ropa de baño. A I. la llevó a un local de intercambio de parejas, donde la violó y le tomó fotos que envió, sin su consentimiento, a un amigo suyo.

La lista de degradaciones a las que sometió a todas las víctimas que creían haber encontrado en él un empleo es inabarcable. Con W. llegó a utilizar la violencia física en el momento en el que ella se dio cuenta de que todo se trataba de un engaño. La arrinconó contra una pared y le gritó: “¡Acaríciame! De eso depende que te contrate o no”. Su arrogancia y su voracidad le llevaron a su perdición, que significó la salvación para muchas mujeres que ya no cayeron en la trampa del trabajo bien remunerado tras la que se escondía un verdadero monstruo.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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