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El loro que aprendió a decir “alto policía”: historias de ladrones contadas por los que los cazan

Los robos con fuerza han disminuido en la Comunidad de Madrid un 25% en los últimos tres años. El Grupo XXI se encarga de la mayoría de estos casos y cumple este año dos décadas tras los grandes grupos de delincuentes

Escaparate de una óptica asaltada por aluniceros en Madrid, en una imagen de archivo.
Escaparate de una óptica asaltada por aluniceros en Madrid, en una imagen de archivo.Samuel Sánchez
Patricia Peiró

Los agentes se preparan frente a la puerta para irrumpir y detener a los delincuentes. Acceden a la vivienda al grito de: “Alto, policía”. En cuestión de minutos, todos los sospechosos están esposados. Operación completada con éxito. Entonces, una voz emerge en una de las estancias y repite lo que acaba de escuchar: “¡Alto, policía!”. ¿Se trata de alguien que se está mofando? No exactamente. Los agentes descubren a un hermoso loro al que le ha gustado mucho su intervención. El animal siguió repitiendo una y otra vez la frase durante varias semanas, como la voz de la conciencia en aquella casa. En realidad, como la voz del Grupo XXI de la policía nacional en Madrid, que este 2023 ha cumplido 20 años detrás de las organizaciones criminales dedicadas al robo. No hay un solo caco que se precie que no haya caído en sus manos varias veces. “Joder, dejadnos en paz ya”, le suplicó un detenido amargamente al jefe del grupo. “Pues dejad de robar”, le respondió.

Los robos con fuerza, epígrafe bajo el que se incluyen las acciones de la mayoría de los grupos organizados de ladrones, han descendido en la Comunidad de Madrid un 25% en los últimos tres años. Normalmente, estos grupos de delincuentes buscan ser silenciosos y efectivos, pero hay otros a los que no les importa reventar un cajero con explosivos. “Los delitos que nosotros perseguimos crean mucha alarma social. Para que a una banda que roba recaudaciones de bares le salga rentable, el golpe tiene que entrar en varios en una misma noche y eso genera revuelo”, explica el jefe del grupo, del que todos los principales cabecillas del robo en Madrid saben su nombre. Este fue el caso de dos delincuentes que se dedicaron este agosto a saquear bares y farmacias en toda la región. Además de dinero y dispositivos electrónicos, estos dos ladrones incluyeron en su botín gel, un limpiador bucal y un ventilador.

Herramientas intervenidas a un grupo de ladrones detenido por el Grupo XXI.
Herramientas intervenidas a un grupo de ladrones detenido por el Grupo XXI.

Lo de las bombas en cajeros no es un ejemplo casual. En mayo de este mismo año, dos grupos de delincuentes con conexiones entre sí acabó en prisión por robar 600.000 euros por toda España con esta técnica tan llamativa. Uno de sus golpes en el barrio de La Elipa llegó a hacerse viral porque varios viandantes acudieron a coger algunos de los billetes que los ladrones no recogieron antes de huir. También trataron de reventar otro cajero en Pinto, pero en esa ocasión no salió bien. Esos delincuentes usaban material pirotécnico para elaborar sus explosivos caseros a los que llamaban petacas.

Pero la época de los asaltos a bancos quedó atrás. “Ahora mismo no hay un solo grupo en España capaz de robar uno con caja de seguridad. Es prácticamente imposible”, destaca el policía. Mucho más atrás quedaron incluso las oleadas de atracos a punta de pistola a las joyerías de los que la hemeroteca de los años 80 y 90 está llena y que retrataron las películas de cine quinqui de la época. Esos golpes irreflexivos y llamativos han dado paso a grupos que estudian sus objetivos con paciencia, que incluso hacen un análisis del lugar gracias a búsquedas en internet y tienen cierta formación sobre el sistema de alarmas que muchos de ellos tienen. “Los hay que roban completamente depilados para no dejar ni un pelo en el sitio en el que entran”, apunta el policía.

No siempre son tan sofisticados. Otro de los miembros del equipo rememora la investigación de un robo muy chapucero en la que un cabecilla de mayor edad reclutó a un grupo de chicos muy jóvenes para dar un golpe. Cuando llegó el momento, los soldados se asustaron y no querían entrar al establecimiento. “En la grabación se ve cómo el líder les empuja para que entren, pero ellos no quieren”, explica. La birria de asalto no acaba ahí. Al acabar, se llevan una parte de los teléfonos móviles, pero otros se les caen. Y las imágenes de videovigilancia muestran cómo un taxista aprovecha la coyuntura, frena y se guarda un par de ellos.

Una operación en la que fue detenido 'El Troll' por robar un camión con móviles valorados en cuatro millones de euros en 2021.
Una operación en la que fue detenido 'El Troll' por robar un camión con móviles valorados en cuatro millones de euros en 2021.POLICÍA NACIONAL (Europa Press)

El niño Sáez —que murió tiroteado en 2017—, el Goyito, el Troll, el Arriero, el Gordo Maya —también tiroteado hace unos meses—, el Piojo o el Niño Juan son los apodos de sus clientes habituales. “Todos aprenden. Les preguntan a sus abogados en qué he fallado esta vez para no repetir errores”, asegura el agente. Aun así, siempre hay un resquicio por el que caen. “Sienten su ego herido cuando los detienes y son conscientes de que llevas meses detrás de ellos y no te han visto”, cuenta el jefe del grupo. Tanto padecen de narcisismo, que no les molesta, sino que les encanta verse en los medios, que a menudo relatan las historias de niños que comenzaron a robar e incluso lo aprendieron de sus mayores, y han acabado siendo algo así como leyendas en su barrio. “Se van reciclando, aprenden cosas nuevas”, explica el jefe de grupo. La última detención del niño Juan se produjo este junio, acusado de asaltar junto a otros cuatro compinches una nave de Telefónica en Torrejón de Ardoz. En sus últimos meses de fechorías habían sustraído dinero y dispositivos por un valor superior a tres millones de euros. “Las naves y los camiones son ahora sus objetivos. Con un solo palé de telefonía móvil ganan miles de euros”, reconocen los policías.

Hay investigaciones que empiezan en lugares inesperados. En 2010 detectaron en una chatarrería de Toledo una obra de Chillida valorada en cinco millones de euros. Los vendedores la habían depositado ahí a cambio de 30 euros y estaba a punto de ser fundida. Por suerte, pudo ser rescatada y el hilo de la investigación llevó a los miembros del grupo a un golpe mucho mayor que incluía varias obras de Picasso, Botero o Saura, entre otros, que habían sustraído de un almacén en Getafe. Ese robo lo había protagonizado la banda del alunicero niño Sáez, que sería asesinado siete años después. La banda no solo desdeñó el arte de Chillida. Cuando encontraron el coche abandonado de los detenidos, en el interior hallaron una escultura de Dalí. No había sido de su gusto.

Uno de los coches de alta gama intervenidos a una red de delincuentes que usaban para sus golpes.
Uno de los coches de alta gama intervenidos a una red de delincuentes que usaban para sus golpes.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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