Un mes, 16 asaltos y un bote de gel: la temporada de verano de dos ladrones en el coche de un fallecido
La policía detiene a una pareja de delincuentes en Madrid que desarrollaron una actividad nocturna frenética en agosto cuyo principal objetivo eran las cajas registradoras de los bares
El asalto dura apenas unos segundos. Es una madrugada calurosa de agosto. Dos figuras encapuchadas entran a una farmacia de Madrid en busca de la recaudación de ese día. La encuentran y cuando ya tienen su botín y están a punto de escapar, uno de los ladrones repara en una estantería porque hay dos objetos que le interesan. Se agencia un par de botes y sigue con su huida. Al salir se le caen, vuelve a parar y los recoge. Se trata de un gel y un limpiador bucal que quería añadir a su saqueo de esa jornada a toda costa. Ese golpe fue parte de la temporada de verano de una pareja de compinches, que en solo un mes asaltó al menos 16 establecimientos en la Comunidad de Madrid, en una actividad fenética en la que llegaron a robar en cuestión de media hora en dos municipios distintos. Hasta que la policía los detuvo a finales de agosto. Los estaba esperando cuando iban a montar en el coche de un fallecido.
Sus asaltos eran tan efectivos como carentes de sofisticación, apenas una mirada a través de las cristaleras de los locales les bastaba para saber si era un objetivo apetecible o no. Sus principales objetivos eran las cajas registradoras y las máquinas recreativas, pero no hacían ascos a botellas de alcohol de las caras o décimos de lotería. Uno de los dueños de un bar también denunció que se habían llevado un ventilador. En plena ola de calor, uno de ellos pensó que les sería de utilidad.
Si decidían que el establecimiento era de su interés, manos a la obra. A veces usaban tapas de alcantarilla para reventar las puertas, otras cizallas y también con picos y mazas. El arsenal era extenso y lo transportaban cada noche en un coche a nombre de un fallecido. “Lo habían adquirido y no habían hecho la documentación del cambio de titularidad, para que el vehículo con el que robaban no estuviera a su nombre”, apunta el investigador del Grupo XXI, especializado en este tipo de delincuentes, que ha liderado la operación. Pero a pesar de no figurar en los registros como su propiedad, los policías lo tenían identificado.
Los dos detenidos cuentan con numerosos antecedentes, casi todos contra el patrimonio, es decir, por robos. Uno de ellos, el más joven, de solo 20 años, aprendió el oficio en casa, porque parte de su familia ya se había dedicado a esta actividad delictiva. Era algo que había visto desde pequeño y siguió con la tradición familiar. El otro, de 38 años, era el conductor, el que tenía la responsabilidad de buscar las mejores vías de escape y escabullirse de las patrullas si les sorprendían in fraganti. Todo eso sin tener carnet de conducir. Algo que no impidió que fueran desde Fuenlabrada a Colmenar Viejo, a 50 kilómetros de distancia, para diversificar sus asaltos. El resto de ellos se produjeron en distintos puntos de Madrid capital.
Fue una noche también de madrugada, sobre las dos, cuando se disponían a montar en el coche para empezar una nueva noche de trabajo cuando los agentes se aproximaron y los detuvieron. Se había acabado la carrera delictiva. Solo dos días antes, habían dado su último golpe. Aunque se resistieron a su detención, fue inútil. Dentro del vehículo, los policías encontraron toda la parafernalia. Pasamontañas para ocultar el rostro, linternas, dispositivos para el robo de vehículos, guantes, una caja registradora y herramientas para entrar en los establecimientos. El kit completo del ladrón nocturno. Entre ellos no había relación de parentesco, eran colegas de robos. Ahora son compañeros de prisión, porque el juez ha ordenado su ingreso en prisión, acusados de robo con fuerza, delito contra la seguridad vial, atentado contra la autoridad y otro de estafa. La investigación sigue abierta porque es probable que se les imputen otros asaltos. Así se acabó su agosto, a la sombra.
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