No hay mano tendida. No hay oferta de paz. En mayo hay elecciones municipales y autonómicas, y en el primer pleno de 2023, celebrado este jueves en la Asamblea de Madrid, es la guerra. Sorprendentemente, no son todos contra la presidenta, Isabel Díaz Ayuso (PP), la oposición fiscalizando al Gobierno, sino todo lo contrario: es Díaz Ayuso contra todos, el Gobierno que se defiende atacando. Porque allí donde Rocío Monasterio (Vox) le pone fácil contestar con una declaración de trámite, la presidenta regional critica a su única socia posible en la Cámara (”Así no se hace política”). Porque allí donde Juan Lobato (PSOE) ofrece sus disculpas por haberla acusado de causar el escrache que sufrió en la Universidad Complutense la semana pasada, no las acepta, y contraataca (”Mandan sicarios de su grupo (...) que les vote Txapote”). Y porque allí donde Mónica García (Más Madrid) critica que la líder conservadora emplee gran parte de su tiempo en criticar a Pedro Sánchez, Díaz Ayuso dobla la apuesta: ”¡Escúcheme con educación, como yo la he tenido a usted, señora de la oposición eterna!”. Quedan siete plenos antes de la disolución de la Cámara con motivo de las elecciones y la líder conservadora tiene una estrategia clara: ir al choque.

La primera en echar el pulso es Carolina Alonso, de Podemos: “No proponen ustedes absolutamente nada [en materia de vivienda] Siempre gobiernan para la minoría y sus propios intereses, para los especuladores, y eso tiene un nombre, traición, traición a la mayoría social. Políticos como la señora Botella y otros de su partido deberían estar en la cárcel por vender vivienda pública a fondos buitre”. Luego llega el turno de Rocío Monasterio, de Vox: “Usted se molesta cuando venimos a hablar de bandas latinas, cuando venimos a hablar de inmigración ilegal, pero es que nosotros no queremos que nuestros barrios acaben como Molenbeek”.

Interviene Juan Lobato, del PSOE: “Humildemente, le pido disculpas si usted sintió que no condené con suficiente vehemencia el ataque que usted sufrió en la universidad. Y sería bueno que usted pidiera disculpas [por la crisis de la atención primaria, o la destrucción de casas en San Fernando de Henares por la línea 7B]”.

Y remata García. “Usted ha dicho que le gustaría ser recordada como la que se enfrenta y confronta con el señor Sánchez”, recuerda la líder de Más Madrid. “A lo mejor estoy confundida”, prosigue la política que encabeza la oposición. “¿Es Sánchez alguno de los nombres de los fondos buitre que han venido a disparar el precio de la vivienda?”, comienza una ristra de preguntas. “¿Acaso es Sánchez [el nombre] de los colegios que faltan por construir en Getafe, Villaverde o Alcalá? ¿Es Sánchez a lo mejor el apellido de alguno de los pediatras que faltan en Colmenar Viejo, Valdemoro o Tres Cantos? ¿Tal vez sea Sánchez una residencia donde dan de comer comida bazofia a los mayores?”, prosigue. Y concluye: “Si no es así, dígame qué nos importa a los madrileños su confrontación personal”.

Todas esas palabras las escucha una Ayuso gesticulante, llena de aspavientos, giros de cuello y comentarios con sus compañeros de bancada mientras escucha a los portavoces de la oposición. Sola contra todos, dispara. Y sin excepciones. Tampoco Vox se salva. Da igual que Ayuso le deba a la extrema derecha su presidencia y la aprobación de todas las leyes que ha sacado adelante. Los dos partidos no han superado el desencuentro de no haber logrado dar luz verde a los presupuestos de 2023. Y encima hay elecciones en menos de seis meses. Dos circunstancias que llenan de tensión el final de la legislatura, porque aún queda más de una decena de leyes que aprobar, y todas dependen de Vox.

Ayuso, al ataque

A la portavoz de Podemos, le replica: “Para adquirir vivienda, probablemente podríamos recomendar [a los ciudadanos] que se afiliaran a Podemos para obtener viviendas mucho más fácilmente, pero esa no es la solución [en referencia al chalet de Galapagar de Pablo Iglesias e Irene Montero]”. A la de Vox, le recrimina: “Así no se hace política. Hacen de la anécdota categoría según la circunstancia que se dé en el chat de madres del día”.

Al del PSOE, le achaca: “Mandan sicarios de su grupo, de su partido, para llamarme asesina, y todavía espera mi aprobación. Que les vote Txapote [en referencia a Javier García Gaztelu, histórico jefe de ETA y responsable de la muerte del concejal popular Miguel Ángel Blanco]. Ya llevamos más de 50 víctimas de agresiones sexuales que han visto cómo los delincuentes que les han llevado a esa situación ven rebajada sus penas aquí en la Comunidad de Madrid. Eso es lo que preocupa una mujer aquí”.

Y para García, de Más Madrid, Ayuso reserva la traca final: “El problema que tiene usted, como muchos de los que le acompañan, es que son tan sumamente autoritarios que son los que deciden cuáles son los problemas de los madrileños y cómo solucionarlos. Teniendo en cuenta que son una fábrica de pobreza... (...) ¡Escúcheme con educación, como yo la he tenido a usted, señora de la oposición eterna!”.

Por criticar, Ayuso también ha criticado a los sanitarios en huelga en Madrid: “La sanidad pública es el nuevo ‘Nunca máis’ y el ‘No a la guerra’, el nuevo grito político (...) son personas [los huelguistas] que, si en vez de tener una pancarta y un megáfono estuvieran al teléfono, ayudarían mucho más”.

Acabada su última intervención, Ayuso abandona el pleno a la carrera. Le sigue Alfonso Serrano, el secretario general del PP de Madrid. Hay que organizar las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo. Decidir, entre otras cosas, si el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz-Escudero, será o no candidato en Pozuelo de Alarcón. Y por eso todo está ya marcado por unos comicios que convierten los plenos de la Asamblea en el mejor escenario de la campaña, en lugar de en el foro previsto para solucionar los problemas de los ciudadanos.

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