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Ley del silencio entre los médicos conservadores de Madrid: “Parecemos ‘bataflautas” y “hablar de más puede pasarte factura”

Un oftalmólogo, un urólogo, un traumatólogo y un cirujano protestan en voz baja por la degradación del sistema público de salud de Ayuso, mientras ocultan sus nombre por temor a las reacciones

Atencion Primaria Madrid
Concentración de médicos, el lunes ante la sede de la Gerencia de Atención Primaria, en Madrid.FERNANDO VILLAR (EFE)
Jacobo García

Esta crónica pretendía contar con el testimonio de cuatro médicos, con nombre y apellido, que se declarasen votantes conservadores. Cuatro doctores que trabajasen en los más importantes hospitales de Madrid y estuviesen dispuestos a manifestar su opinión sobre la situación sanitaria en la comunidad autónoma. Sin embargo, las entrevistas en las que varios facultativos ―con muchas operaciones, trasplantes y horas de guardia a sus espaldas― fueron consultados sobre el estado del sistema de salud en la Comunidad terminaron siempre en una llamada con la misma petición: “Por favor, que no aparezca mi nombre en el texto”. Sus reflexiones acumulan un buen número de críticas y reproches a la gestión sanitaria del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso y al trato que la clase política da a los médicos. Así que el manto de silencio se extiende cuando les piden a sus colegas, en los grupos de WhatsApp que comparten, que hablen del panorama actual en sus hospitales y ambulatorios. La respuesta se repite: “De acuerdo, pero siempre que mi nombre no aparezca”.

Un oftalmólogo, un urólogo, un traumatólogo y un cirujano de los mejores hospitales de Madrid, como el Gregorio Marañón, el Ramón y Cajal, el Doce de Octubre o La Paz, sin más conexión entre ellos que la bata blanca que se enfundan cada día, no tuvieron inconveniente en dar su opinión sobre lo que ven cada día. Sin embargo, dos de ellos pidieron no ser identificados por temor a represalias de la dirección de su centro hospitalario; otro solicitó que se aclararan expresamente en el texto los motivos por los que no daba su nombre ―“temo que hablar de lo que veo perjudique mi carrera”― y un cuarto aludió, para permanecer en el anonimato, al reportaje publicado por este periódico a primeros de noviembre y titulado: Una doctora agredida por un paciente: “Voté a Ayuso, pero esto que hacen en Madrid es de incompetentes”. En él se detalla la paliza que recibió en su consulta la doctora Guadalupe Pajares, golpeada por un paciente en un ambulatorio de Guadarrama.

El oftalmólogo reconoce que la mayoría de los médicos y enfermeros “están quemados”, al ver cómo el debate se ha politizado, evitando de esta forma entrar al fondo de los problemas, entre ellos “los sueldos de miseria” o “el alto número de contratos eventuales”, resume. “Es lógico lo que estamos pidiendo, pero en cuanto aparecen palabras como izquierda o sindicato, el debate se vicia y salta por los aires”, explica. “Ahora todos parecemos bataflautas”, bromea. A los cuatro médicos citados se suman otros dos más que pidieron no dar su nombre horas después de ser entrevistados.

El caso es que ninguno de los profesionales consultados pertenece a sindicatos o vota a partidos de izquierda. Todo lo contrario. Casi todos ellos se identifican como conservadores y reconocen haber votado a Ayuso en el algún momento. Sin embargo, denuncian una pésima gestión sanitaria en la Comunidad de Madrid, que incluye la politización de la gestión hospitalaria, el ambiente de hartazgo y la falta de empatía con una presidenta de quien dicen que no solo no los escucha, sino que además los insulta. Un ambiente de hastío y cansancio aderezado con el terror a hablar más de la cuenta, debido a un modelo vertical que puede pasarles factura.

Concentración de médicos este lunes ante la sede de la Gerencia de Atención Primaria, en Madrid.
Concentración de médicos este lunes ante la sede de la Gerencia de Atención Primaria, en Madrid.MOeh Atitar
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El cirujano ―que cuenta con más de 30 años de experiencia en la sanidad pública y que se reconoce como votante de Ayuso― critica a la actual Administración diciendo que no hay una “gestión profesional de los hospitales”, sino que se ha colocado en puestos clave a funcionarios de escasa preparación. “Están dirigidos por amigos, enchufados o colegas de corte político”, explica. “Ahora se habla de las urgencias extrahospitalarias, pero los ambulatorios son un desastre: los que están en la periferia deben atender 60 enfermos al día, mientras que en los que están en el centro de Madrid solo se ve a 10. En los hospitales pasa algo parecido”. Este doctor no quiere dar su nombre porque la sanidad “es un sistema piramidal donde el consejero de salud es un tipo de poca o nula experiencia en la gestión de hospitales”, explica. “Se impone la ley del silencio y hablar de más puede pasarte factura. Me considero liberal y soy votante del Partido Popular, pero no se puede permitir que se siga marchando de Madrid y del país el talento que tanto dinero ha costado formar. Solo en Grecia los médicos ganan menos que los médicos españoles”, añade.

Un urólogo de otro de los grandes hospitales con más de 20 años de servicio y que se define como “conservador” denuncia que cada vez se “aprieta” más al personal. “El deterioro de la sanidad pública no es tanto por la lista de espera o las coberturas que se ofrecen, y que en mi hospital no han cambiado, sino que se resiente en que los mejores médicos y enfermeros se están yendo de los hospitales porque el ambiente es el de un personal quemado y desganado”, explica. “Es bueno para un país que haya una sanidad pública de calidad y me da pena este maltrato al personal”. Cuando explica las razones para no dar su nombre, el doctor insiste en los motivos. “Quiero que pongas claramente que prefiero ocultar mi nombre porque habría represalias y tendría consecuencias negativas para mi carrera profesional”, dice. “Esta es una estructura típicamente mafiosa. El consejero de salud aprieta a los gerentes del hospital, los gerentes aprietan a los jefes de servicio y los jefes de servicio, que clásicamente tenían una función de defensa de los médicos, transmiten esa presión“, protesta. “Cuando alguien se queja mucho o es un poco levantisco tiene consecuencias: te pueden poner en el peor quirófano, darte cirugías más complicadas o poco a poco degradar el trabajo que haces”.

Según un traumatólogo, que admite que en las últimas elecciones votó al Partido Popular y que pasa sus días corriendo de sus consultas en un hospital público por la mañana a uno privado por la tarde, “el médico está en un sándwich entre un modelo público mal gestionado y un sistema ultraliberal como el de las aseguradoras”.

Julián Ezquerra, que entre 2011 y comienzos de este año fue secretario general de la Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid (Amyts), el sindicato con un mayor número de afiliados, dice que abrir la boca significa aguantar a que se te echen encima “como una jauría”. “En los últimos años, la sanidad se ha convertido en un arma arrojadiza que mueve el 40% del presupuesto de una Comunidad, por lo que hay mucho interés político y, si cualquier médico se posiciona mediáticamente, lo machacan”, dice para explicar el miedo en el colectivo de los médicos. Tras la manifestación en favor de la sanidad pública que sacó a la calle el domingo 13 de noviembre a más de 200.000 personas, según fuentes de la Delegación del Gobierno, “los médicos, que tradicionalmente son de centro o centroderecha, se han sentido insultados y poco escuchados”, detalla. “Se ha politizado tanto, que la gente tiene terror a hablar”, dice Ezquerra sobre la etapa más tensa que recuerda. “No se puede negar que hay un problema en los centros de atención primaria. En los dos últimos años, de unos 450 médicos recién licenciados, más de 400 no han querido una plaza en Madrid. Nadie quiere trabajar en los centros de salud. O se producen cambios que hagan atractivo trabajar en un ambulatorio, reduciendo por ejemplo el número de pacientes diarios a 25, o [los médicos] seguirán marchándose masivamente de España”.

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Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.

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