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La espuma de los días
Columna
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Dejar de pensar en él

En Madrid, ciudad donde ni el dinero de El Gordo da para comprar un piso en el centro, la Sanidad Pública se está convirtiendo en una lotería

Sorteo de la lotería nacional en Nápoles en 1958. Getty Images
Sorteo de la lotería nacional en Nápoles en 1958. Getty ImagesMarka (Touring Club Italiano/Marka/Univ)
Raquel Peláez

“Si te tocase El Gordo, ¿qué harías ahora mismo con el dinero?”, pregunté ayer abiertamente en redes sociales después de que Andrés advirtiera privadamente a primerísima hora de la mañana en un grupo de WhatsApp del que formo parte: “La cola de gente esperando a las puertas del centro de salud de mi barrio es más larga que la de Doña Manolita”. Siempre que escucho el nombre de esa administración de lotería que, supuestamente, debería evocar prosperidad, pues se dedican profesionalmente a repartir millones, me vienen a la cabeza fotos en blanco y negro de antepasados paupérrimos con abrigos roñosos y sabañones en los pies. Mi compañero de columna, Sergio C. Fanjul, me responde que a él le tocaron una vez 6.000 euros de un boleto comprado en ese mítico establecimiento, aunque añade después que él “no cree en la lotería”. Comprendo perfectamente a lo que se refiere. Algo me dice que el señor que a mi pregunta contestó: “Cagarme en la mesa del director del banco” tampoco es creyente, al igual que María Von Touceda, quien escribió: “Encender la calefacción”. Y sin embargo, seguro que todos ellos han comprado alguna participación. Cuánta gente se casa por la Iglesia únicamente porque toca.

Javi quiere “reabrir Ferpal, la Papelería Salazar, El Boñar de León y, a cambio, cerrar otros”, Mauro desea: “Fundar un Manos Limpias de izquierdas (o sea, sin robar ni chantajear) solo para perseguir legalmente a corruptos que se creen impunes” mientras que Anabel habla de comprar muchísimos regalos. Asegura que uno sería para mí. Ojalá el Bain de Midi de Maison Matine, por ejemplo. Bigas dice que sus presentes serían todos para él mismo: una Gibson Les Paul TV Junior Yellow, un Citröen “Tiburón” DS Pallas 23 y llegar a Tokio vía Buenos Aires.

De las más de 300 respuestas y 130 menciones que recibí, la mayoría hacían alusión a la compra de un piso. Algunos apostillaban algo escalofriantemente cierto: en muchos barrios de Madrid el Gordo ya no da para eso. Es decir, un premio que antes daba para hacer propietario de su propia vivienda a cada miembro de la familia ahora no da para una vivienda familiar en el centro de la capital de España. Muchos hablaban de terminar de pagar la hipoteca. Un señor reconvino a otro que soñaba con liquidar de un plumazo sus pufos: “Pagar la hipoteca es la peor inversión posible. Ese importe a largo plazo rendirá un 6, 8, 10%, lo que equivale a 7,9 veces el coste de la misma”. Gracias, Warren Buffet.

Aunque de entre las contestaciones que me llegaron, quedó resonando durante horas en mi cabeza la de una chica hacia la que sentí una solidaridad inmediata: “Dejar de pensar en él”. Recordé las noches de insomnio, el dolorcito sordo que se instala en el corazón, la pena por lo que pudo haber sido y no fue; y justo cuando iba a ponerle una frase de Neruda: “Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”, caí en la cuenta: “Te está hablando del dinero, imbécil”.

También me llamó mucho la atención que nadie mencionara la idea de destinar una partida del premio que mañana se reparte en el Teatro Real (400.000 euros el décimo de El Gordo, 328.000 tras impuestos) a tests de Coronavirus. Los miembros del chat de Whatasapp hemos hecho el cálculo y entre todos -y eso que no tenemos hijos- nos hemos gastado en la última semana un total de 753 euros en pruebas PCR. Solo uno, después de cuatro días de espera, consiguió que le tocara “gratis”. Se está convirtiendo la Sanidad Pública de Madrid en una verdadera lotería.

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Sobre la firma

Raquel Peláez
Licenciada en periodismo por la USC y Master en marketing por el London College of Communication, está especializada en temas de consumo, cultura de masas y antropología urbana. Subdirectora de S Moda, ha sido redactora jefa de la web de Vanity Fair. Comenzó en cabeceras regionales como Diario de León o La Voz de Galicia.

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