40 osos y madroños dan las gracias a Madrid
La exposición del concurso de EL PAÍS, la Cadena SER y el Ayuntamiento ya se puede visitar en Matadero
Los hermanos Eric Rodríguez y Zulema Morillo, de 4 y 12 años, entran en el centro cultural Matadero de Madrid corriendo y gritando. “¡Aaah, qué chulo, aaah, qué bonito!”. Los niños, eufóricos, van con su madre, Raquel Rodríguez, que no para de hacerles fotos. Algo ha captado su atención: es la escultura del Oso y el Madroño de Madrid, solo que esta, de unos tres metros y mucho más diferente, está versionada por ellos mismos con divertidos colores. Su diseño, que ven por primera vez reproducido en tamaño real, ha sido uno de los 40 ganadores del concurso ¡Muchas gracias, Madrid!, un certamen organizado por EL PAÍS y la cadena SER, en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid, que rinde homenaje a los héroes y colectivos profesionales que luchan en la pandemia.
Cerca de 500 personas de España y de América Latina participaron en el certamen con sus dibujos. Desde este miércoles, y hasta el 19 de diciembre, cualquiera que se acerque a Matadero podrá disfrutar de las esculturas ganadoras con sus mensajes de agradecimiento.
Esta exposición al aire libre, que ocupará diferentes calles y plazas de Madrid del 10 de enero al 18 de febrero, refleja 40 formas de dar las gracias. La madrileña de 55 años Macarena Smerdou, que también acudió este miércoles a conocer su obra, ha querido transmitir la emoción de la pandemia en su escultura. A los policías, sanitarios, enfermeros y al resto de profesionales los ha representado con manos de colores: “Son sus huellas, por el legado que nos dejan. También simbolizan los aplausos, los que se merecen por su labor”. Cuenta que se enteró del concurso leyendo EL PAÍS Semanal mientras cuidaba a su padre enfermo en el hospital. Ayer, algo emocionada, decía que el homenaje se lo dedicaba a él: “Porque seguro que hoy, si me viera, estaría orgulloso”.
La ilustradora madrileña Noelia Portilla, de 30 años, explica que, de alguna manera, todos fuimos uno en la pandemia: “Estábamos metidos en casa con el mismo miedo. Por eso represento mi oso de manchas coloridas, como si la vida se tratase de un lienzo compartido y cada uno de nosotros fuéramos un único color”. El también ilustrador madrileño, Pablo de Francisco, de 22 años, dice haber variado el significado del oso, “porque más que comer del árbol, lo está sujetando, como hizo la sociedad”.
Cualquier ciudadano amateur o profesional pudo participar en el concurso desde el 15 de agosto al 26 de septiembre con un diseño original. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida; la Delegada de Cultura, Turismo y Deporte, Andrea Levy; la directora de EL PAÍS, Pepa Bueno; la directora de la Cadena SER, Montserrat Domínguez, y cinco representantes de otros colectivos — como policías, bomberos y sanitarios— eligieron el pasado 13 de octubre el primer premio, el de los hermanos Paloma y Vicente Delgado, de 44 y 57 años, valorado en 3.000 euros: “Porque con poco, transmite mucho. Es un diseño que abraza a todos, transmite esperanza y refleja a todo el mundo”, recogió el acta. Las 39 esculturas que hoy le acompañan en el Matadero, también seleccionadas por los miembros del jurado, han recibido un premio de 1.000 euros cada una.
La reproducción de las réplicas del Oso y el Madroño —una creación del escultor Antonio Navarro en 1967— partió del escaneado en 3D de la obra original. Las copias han sido construidas en fibra de vidrio y resina de poliéster. Todas están compuestas de materiales resistentes para hacer frente a la intemperie. La parte más creativa, la de trasladar los diseños del papel a las copias, la ha llevado a cabo un equipo de cinco artistas de la empresa madrileña Porexplan Decoración Temática. Son expertos en Bellas Artes, escultores y montadores y han trabajado para grandes producciones como Disney, Pixar y DreamWorks.
Al también ganador del concurso José Antonio Campillejo, de Badajoz y de 22 años, le ha gustado ver que su obra, más que una reproducción exacta de su diseño, está plasmada sobre el oso de forma artesanal. Para el extremeño, la iniciativa no es más que el espejo de la resiliencia de la sociedad: “Si te fijas bien, todas las esculturas están pintadas de muchísimos colores, como si fueran un reflejo de las ganas de volver a dar color al mundo, de querer volver a salir. El color representa la felicidad, las ganas de vivir y de seguir caminando hacia adelante”.
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