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a mi bola
Columna
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Carta a mi hijo

Poca gente entiende que nosotros la piel no nos la podemos quitar y que no deberíamos llegar hasta el hastío de desear poder hacerlo

Brasil
Protestas contra el racismo tras el asesinato de João Silveira en Brasil.Fernando Bizerra (EFE)
Asaari Bibang

Hijo, tienes solo cinco años y como tal, ahora solo debes dedicarte a jugar, ser feliz y soñar, como cualquier niño, del color que sea. Ya aprenderás que la raza es una construcción social. ¿Qué significa?, me preguntarás.

Y yo te diré que significa que hay gente que se piensa que sabe cómo eres solo por el color de tu piel. Por todas las ideas de ti que ha acumulado en su imaginario desde que le dijeron en educación infantil que “el color carne” era el suyo. A veces, tener que contrarrestar esas ideas te hará salir de menos 20, mientras otros parten de 0. ¡No te rindas!

Ayer papá te llevó a cortarte el pelo y, como siempre, el peluquero te hizo un dibujito en la cabeza. Ayer al mirarte pensé que, con 15 años, cuando ya te des paseos con tus amigos (espero que de todas partes), quizás no te permita hacerte eso en el pelo porque no quiero que te señalen.

Es posible, que te pare la policía sin haber hecho nada porque buscan a alguien “como tú”. ¿Como yo, cómo?, preguntarás. Negro, te dirán. Y “los negros cometen más delitos”, cito textualmente. Es difícil, pero recuerda que un policía te dio ese carné que guardas como oro en paño por identificar todos los colores del semáforo y que te lo dio con cariño.

Puede que en algún momento de tu vida alguien te diga que no puedes jugar en el parque porque eres negro, o seas el único al que no dejan entrar en la discoteca o no les gustes a las niñas porque, ¿qué dirán mis padres?

También puede ser que te recomienden hacer una formación profesional, porque “somos menos capaces”. O que algún profe en la universidad cuestione tu presencia o tus aptitudes, y cuando ya ejerzas, se revise exhaustivamente tu trabajo o lo tutelen porque, aunque tu jefe te da confianza, el cliente prefiere “otro perfil”. Y cuando ya le encantes al cliente, nadie te crea cuando lo dices, porque eso en la tele no sale. Todos estos ejemplos tienen cara, nombres y corazón.

A veces, amor, esos comentarios feos vendrán de gente que admiras o incluso de gente que te quiere, pero no consientas que ningún prejuicio, propio o ajeno, sea una losa en tu actuar o tu sentir.

Parece que la gente empieza a entender que, como mujer, la ropa que llevas puesta no es motivo para que te maltraten, te acosen o abusen de ti, pero poca gente entiende que nosotros la piel no nos la podemos quitar y que no deberíamos llegar hasta el hastío de desear poder hacerlo.

Pensaba que a estas alturas de la vida todo sería mucho más sencillo, mucho mejor, pero estamos dando pasos irreversibles hacia atrás. Aun así, tranquilo, amor mío, también hay mucha gente bonita y aquí no se rinde ¡ni Dios!, porque tú también te lo mereces todo.

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