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Casa alta, casa baja

La Asociación de Vecinos de la colonia Prosperidad, en Chamartín, busca recuperar las esencias de la urbanización y la gestión del Casinillo, que ejerció de centro social y cultural durante años

Un niño monta en bicicleta en una calle de la colonia Prosperidad.
Un niño monta en bicicleta en una calle de la colonia Prosperidad.David Expósito
Pedro Zuazua

En este paseo por la colonia Prosperidad, en Chamartín, haremos tres paradas que pueden ayudar a entender el momento que viven muchas de las 42 colonias históricas que quedan en la ciudad.

La primera sería en uno de los tramos de la calle Atalaya, una de las dos vías principales en torno a las cuales se levantan los 242 chalets que aún quedan en pie. En este punto, según se mire a una u otra acera, parecerán dos calles distintas. Porque en un lateral se verá una serie de casas que guardan y respetan las esencias de las construcciones originales -con la alternancia de casas de una y dos plantas, sus característicos tejados a dos aguas con la inclinación primigenia y cierres que protegen sin opacar la vista - y, frente a ellas, un revoltijo iconoclasta de muros, verjas y reformas externas. “El diseño original de la colonia era casa alta, casa baja. Así se iban distribuyendo los cinco tipos de vivienda. Pero ahora, la mayoría de las reformas que se hacen se saltan la ordenanza municipal, y eso va desvirtuando la idea de colonia”, explica Santiago Téllez (73 años, Ávila), miembro de la Asociación de vecinos. Llegó a Prosperidad hace 45 años. Habitó, primero, una casa de 35 metros cuadrados junto a su pareja. Hoy viven junto a sus dos hijas en 150 metros distribuidos en tres plantas.

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El segundo hito estaría en una de las 16 calles peatonales que recorren la colonia, en la zona más cercana al polideportivo de Pradillo, desde donde reverberan con intensidad los golpes a las pelotas de pádel. Allí, a medida que avanza el paseo, los muros exteriores de las viviendas van creciendo hasta superar los 3 metros de altura. Hay salidas de humo y equipos de aire acondicionado. También terrazas que, según las normas urbanísticas, no deberían estar ahí. “En los últimos años ha llegado un aluvión de gente comprando y reformando. Si el Ayuntamiento no ejecuta sus propias normas, no hace inspecciones o no sigue las denuncias y da licencias en contra de su propia normativa… nosotros no podemos hacer nada”, se lamenta Carmina Gomis (72 años, Valencia). Llegó a la colonia hace 34 años. Encontró su casa “de milagro”. Había tanto interés en la vivienda que incluso hubo gente que fue a preguntarle a la anterior propietaria si la vendía a la salida del entierro de su marido. Tenían un garaje que cobijaba ocho taxis. Porque esta fue conocida como la colonia de los taxistas. “Hoy sería de los Ubers”, ironiza Santiago.

El tercer alto en el camino ofrecería la imagen más potente. Aunque los diseños originales no incluían garaje, algunas viviendas lo han construido. De uno de ellos asoma la parte delantera de un coche, que ocupa un tramo de la calle. La puerta del garaje está bajada hasta la altura del capó. “Si no quieres vivir en una planta de 50 metros cuadrados, pues a lo mejor es que la colonia no es tu sitio. Por dentro puedes hacerla a tu gusto, pero el volumen y las normas son las que son. Y no está reñido adaptarlas a las necesidades con mantener la esencia de las viviendas”, reclaman Santiago y Carmina. Desde la asociación, aseguran, han puesto varias reclamaciones ante el Ayuntamiento.

Fachada de una vivienda original con patio en la colonia Prosperidad.
David Expósito
Fachada de una vivienda original con patio en la colonia Prosperidad. David Expósito

El delegado del Área de Desarrollo Urbano, Mariano Fuentes, asegura en conversación telefónica que el Ayuntamiento “recibe y da seguimiento a todas las reclamaciones que formulan los vecinos” de las colonias. “Otra cosa”, añade, “es que muchas veces nos encontremos con cierto desconocimiento sobre la interpretación de las normas. No todas las colonias tienen perfectamente definidas las exigencias arquitectónicas y no todo lo que pueda parecer una irregularidad lo es”. Para Fuentes, las colonias “son elementos representativos de una forma de vida. Han de ser cuidadas y protegidas para garantizar su permanencia”.

De vuelta a la colonia, Gloria Álvarez (81 años, Madrid), nacida en el chalet número 242, opina sentada en el salón de su casa que la colonia “ha cambiado en todo. Esto era un pueblo. Éramos familia. El cambio empezó cuando la gente se fue haciendo mayor y había que seguir subiendo escaleras”.

Santiago y Carmina creen que, aunque es difícil, aún se puede recuperar el espíritu original. Para ello, la asociación quiere retomar la gestión del Casinillo, un local propiedad del Instituto de la Vivienda que la colonia alquiló durante años y que ejercía de centro social y cultural. “Históricamente, hemos sido los vecinos los que hemos salvado las colonias. Vivir aquí requiere un sentido de pertenencia y un cierto compromiso, por eso es importante que tengamos un punto de encuentro, para poder fomentarlos”, concluye Santiago.

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Sobre la firma

Pedro Zuazua
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, máster en Periodismo por la UAM-EL PAÍS y en Recursos Humanos por el IE. En EL PAÍS, pasó por Deportes, Madrid y EL PAÍS SEMANAL. En la actualidad, es director de comunicación del periódico. Fue consejero del Real Oviedo. Es autor del libro En mi casa no entra un gato.

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