Historia de un trampantojo fotográfico: el crimen del archivo de Cambio 16 abandonado unas horas por error
Los obreros de un local que se encuentra justo debajo de la cabecera tiran a un contenedor una caja con diapositivas de los años 80 y 90 y encienden las alarmas entre los amantes de las imágenes históricas
En la calle Menorca de Madrid se ha vivido la historia de un trampantojo fotográfico. Parecía un sacrilegio, pero ha sido simplemente un error que ha encendido todas las alarmas de los amantes de la historia en imágenes. Todo empezó el miércoles por la noche. Una caja llena diapositivas de la época de la transición española y la justo posterior atraía a los viandantes como Fernán González, un historiador y traductor que había salido a correr la noche del miércoles y se quedó literalmente a cuadros. “Lo vi y aluciné”, contó al día siguiente, con algunas de las imágenes en la mano que había rescatado. El sello de las pequeñas fotografías dejaba claro que procedían de Cambio 16, cuya sede se encuentra en esa calle, en el número 3. Aparecían con su fecha, la localización y el fotógrafo que las firmaba. Todo bien documentado. A dos metros del contenedor, se encontraba un local completamente en obras. Y saltó la alarma: parecía que la histórica cabecera se estaba mudando y, por tanto, se estaba deshaciendo de uno de los archivos más importantes de la historia de España. Pero no. Todo tenía una explicación y no era la que empezó a correr poco después por las redes sociales.
Juan Emilio Ballesteros, el jefe de la redacción de la histórica revista, entró el jueves por la mañana a trabajar allí mismo, junto al contenedor, y alucinó tanto como los demás vecinos cuando vio entre los escombros parte de un tesoro del que, insiste, nadie se ha querido deshacer. “Vi además que tenían el logo antiguo de Cambio 16 y pensé, ¿qué hace esto aquí?”, recalca. La redacción de Cambio 16 se encuentra en la primera planta del número 3 de la calle Menorca y su archivo se guarda en el sótano. En la planta baja, por tanto, se encuentra un local que lleva meses en obras que no tiene nada que ver con la cabecera fundada en 1971 y donde se abrirá próximamente un bar. Y allí estaban los obreros. Trabajando. Cargando y descargando escombros.
“A nosotros nos han dicho que tiremos todo lo que había ahí. Nos da mucha pena, pero no podemos hacer nada”, se excusaban los trabajadores ante todas las personas que paraban a tocar con sus propias manos parte de la historia de España. Lo cierto, dice Ballesteros, es que aquello fue producto de un “tremendo error”. “De hecho, todo nuestro archivo no cabe en un contenedor. Ni de broma hemos intentado tirarlo”, explica.
La explicación que ha encontrado a este embrollo es sencilla. Los redactores de Cambio 16 suben cajas del sótano a la planta superior para atender numerosas peticiones de revistas o productoras para documentales que buscan determinadas imágenes antiguas. Cuando devolvieron la caja a su lugar, en el sótano, se quedó en la puerta, que estaba ya cerraba. La dejaron ahí con la intención de que volviera a entrar en su sitio al día siguiente. Era miércoles por la tarde. Los trabajadores de Cambio 16 se fueron a casa y los obreros siguieron trabajando. “Debieron ver la caja y pensaron que era basura y la tiraron por error”, deduce.
El lío ya había empezado a montarse, aunque fuera por unas horas. “En cuanto nos dimos cuenta por la mañana lo recogimos y lo hemos recuperado casi todo. Cuando quieras te invitamos a ver el archivo y compruebas de primera mano que es inmenso y que sigue con nosotros”, insiste Ballesteros. Palabra tomada.
Paralelamente y en otro punto de la ciudad, una persona que rescata tesoros recibió una llamada de alerta. Se trataba de Paco Gómez, fotógrafo, basurero e ingeniero de caminos conocido por descubrir imágenes en los lugares tan variopintos como en la misma basura o en el propio Rastro, donde localizó una apasionante colección de 130 imágenes que Gregrorio Marañón captaba para documentar enfermedades en los años 20. “Se están deshaciendo del archivo de Cambio 16”, le alertaron el jueves a media mañana. Calculó el tiempo, vio las fotos del contenedor que le mandaban y los escombros que ya empezaban a enterrar las diapositivas y pensó: “no llego”. Le dijeron que había más de una caja porque el contenedor estaba repleto e incluso alguna fotografía de papel. Y mandó a gente de su confianza, que se acercó para ver si podían salvar algo. No llegaron a tiempo. A las pocas horas, aquello ya había desaparecido, probablemente porque los trabajadores de Cambio 16 ya lo habían recuperado todo. O casi todo. Porque diferentes vecinos se llevaron varias planchas de diapositivas pensando que estaban rescatando las imágenes de acabar en un vertedero.
Así empezó a correr por redes la historia de un crimen fotográfico que no era tal, al menos tal y como parecía en un principio. Primero en Facebook y después en Twitter, los amantes de la fotografía y de que determinados tesoros no se pierdan con el devenir del paso de los años sacaron a relucir una reivindicación antigua: la de crear un Centro Nacional de Fotografía para guardar parte de nuestra historia en imágenes y evitar que acaben en vertederos o vendidos a saldo en El Rastro.
Cambio 16 no lo necesita, por ahora. Aunque Ballesteros reconoce que llevan años digitalizando un material valioso, queda mucho para terminar y todavía lo conservan todo como oro en paño. Allí, en el sótano, sigue la historia de España. Metida en cajas y bien archivada.
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