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Cómo recuperar un monte carbonizado después de un brutal incendio

Madrid prepara la plantación de 11.000 árboles del Imidra para repoblar parte del terreno quemado tras el incendio de Cenicientos y Cadalso de los Vidrios hace dos años

El monte de Cadalso de los Vidrios dos años después del incendio que comenzó en Almorox (Toledo).
El monte de Cadalso de los Vidrios dos años después del incendio que comenzó en Almorox (Toledo).KIKE PARA
Berta Ferrero

La imagen de los montes de Cadalso de los Vidrios y de Cenicientos no tiene nada que ver con la de hace dos años, justo después de que un incendio que comenzó en el municipio toledano de Almorox cruzara a 2.232 hectáreas de la Comunidad de Madrid y dejara tras de sí un paisaje carbonizado. Javier Cantero, jefe del servicio de gestión forestal de la zona, inspecciona cada cierto tiempo con su cámara fotográfica cada avance de la vegetación para captar la evolución de unas colinas dañadas que tardarán unos 60 años en verse como antes de la llegada del fuego. En estos dos años, la Administración regional, gestora solo de 250 hectáreas de titularidad pública de aquel terreno quemado, ha dejado respirar la tierra para ver cómo empieza a regenerarse de forma natural, pero también la ha ayudado para acelerar en unos 10 o 20 años el proceso. Queda trabajo por delante.

Si todo va bien y el tiempo atmosférico lo permite, en otoño se pondrá en marcha una de las últimas fases para recuperar el verde de una zona donde campean animales como el águila real o el buitre: la plantación de ejemplares traídos directamente del Instituto Madrileño de Desarrollo Rural y Alimentario (Imidra). Pero el trabajo previo, silencioso y a veces ingrato, ha sido clave para que la recuperación de una zona donde crecen pinos, castaños, cerezos o hasta madroños, se pueda completar de una manera exitosa. Aunque disfruten de su esplendor, con el pasar de las décadas, otras generaciones.

Cuando se apagan las llamas de un incendio, el trabajo que queda por delante está lleno de matices. No es lo mismo un monte con un terreno rocoso, como el de Cadalso, que otro con tierra rica en materia orgánica, como el de Cenicientos. También será importante la intensidad que tuvieron las llamas en el momento de arrasar una zona. Si el fuego ardió con fuerza—como fue en este caso—, las cenizas que queden después serán, curiosamente, de mayor calidad porque permite la absorción del agua. Otra curiosidad para los poco entendidos: las fechas son clave. No es lo mismo que se produzca la catástrofe en mayo o junio, por ejemplo, cuando las semillas de los pinos todavía no están maduras, que en agosto, que sí lo están. Y luego, por supuesto, hay que tener en cuenta el tipo de árboles que pueblan los montes. Un pino piñonero aguanta más los embates del fuego, y puede resistir en el tiempo aunque se haya visto afectado mínimamente. El resinero, en cambio, se verá siempre más afectado y, aunque solo tenga una zona dañada, es muy probable que acabe muriendo lentamente. Los factores para una regeneración natural son infinitos. “Ya no me la juego con las predicciones”, dice Cantero, que cree que siempre hay que dejar al monte respirar al menos un año para ver cómo se comporta. Y por supuesto, ayudarle a renacer de sus cenizas.

La peña de Cadalso parece todavía un paisaje lunar. Todavía se ven los esqueletos negros de los árboles que murieron en un primer momento o los que lo hicieron después, poco a poco. A pesar de que es importante talar aquellos que están heridos de muerte, muchos siguen ahí, como pruebas de un delito. Habría sido importante deshacerse de ellos porque son carne de cañón para los escolítidos, unos pequeños escarabajos que aprovechan los árboles débiles para atacarlos. En un principio, cuenta Cantero, son unos animales del monte como otros cualesquiera, pero en el momento en que se dan un festín con árboles dañados, ganan terreno y se reproducen exponencialmente. Eso acaba siendo letal para las plantas sanas que se encuentren alrededor. Así es como empiezan las plagas.


Javier Cantero, jefe del servicio forestal de la zona de Cenicientos y Cadalso de los Vidrios, muestra el tamaño de un pino de unos dos años.
Javier Cantero, jefe del servicio forestal de la zona de Cenicientos y Cadalso de los Vidrios, muestra el tamaño de un pino de unos dos años. KIKE PARA
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Por eso explica Cantero que lo primero que se suele hacer es limpiar toda la zona de la naturaleza muerta o la que se ve afectada o debilitada. Al menos toda la que se pueda. “Tenemos un problema muy grave porque es muy difícil llegar a todos. Hay monte privado que no sabes de quién es y no puedes entrar sin permiso. Y hay veces que está perdido, que es de un señor que se fue a América o se murió y nadie sabe nada de él”, lamenta el técnico. Eso significa que una plaga que empieza en terreno privado por no haber talado una zona puede afectar al público, sin que se pueda remediar, como pasó tras el incendio de Valdemaqueda, en 2012. Ahora, toca cruzar los dedos

Brotes verdes

Cadalso de los Vidrios tiene la particularidad del terreno rocoso. “No podemos entrar con maquinaria, porque te la cargas, y a veces no es fácil llegar a determinados sitios”, explica. Allí, por tanto, quedan algunos restos de un desastre que se ha ido ampliando durante este tiempo, pues hay ejemplares que han muerto a lo largo de los meses. En la parte positiva, la vida ha empezado a emerger. El romero enseguida se hizo fuerte de nuevo y le siguió la jara. También la olivilla o la cornicabra y pequeños pinos de unos dos palmos empiezan a brotar gracias a que se repartió piñones para ver si alguno agarraba. “Mira ese, es de los pocos que se pueden ver regenerados, se metió paja y piñones, con muy poca proporción, para ver cómo funcionaba. Y algunos han salido. En 15 años ya tienes un pino decente, que empieza a dar piña”, añade Loreto Romeral, subjefa y mano derecha de Cantero.

Para preparar el terreno, Cantero explica que después de la limpieza es importante realizar siempre un trabajo esencial: proteger el terreno de la erosión con los restos quemados. Se crean entonces albarradas o fajinas, que son una especie de diques para evitar que el suelo se vaya arrastrado por el viento o la lluvia.

La peña de Cenicientos se puede ver perfectamente desde la de Cadalso. En coche tardas tan solo unos minutos y, sin embargo, la regeneración de un monte y otro siguen caminos totalmente diferentes. Pese a que la intensidad del fuego fue la misma, el suelo allí no es tan pedregoso y, por tanto, ha acumulado mayor materia orgánica. También es más húmedo, por lo que ya se intuyen pequeños pinares con ejemplares que empiezan a ser visibles. Allí, de hecho, la regeneración ha comenzado con mayor naturalidad, lo que significa que la mayoría de los 11.000 pinos del Imidra se destinarán a Cadalso de los Vidrios.

“En Cenicientos lo que sí vamos a hacer es reforzar mucho el castaño. Y digo reforzar porque el castaño está saliendo muy bien rebrotando de cepa”, añade Cantero. Para todo eso, el Imidra ha producido plantas procedentes de semillas de las diferentes especies de árboles del lugar, y de algunas especies frondosas mediante estaquillado, es decir, recogiendo estacas, limpiándolas y poniéndolas en camas calientes hasta que han comenzado a echar raíces. En estos casos, los árboles resultantes tendrán la misma carga genética que los anteriores.

Mientras Cantero capta imágenes de los montes, habla ya de los incendios de este verano en San Martín de Valdeiglesias. Tiene que hacer números para presupuestar la regeneración. Ya han invertido casi 600.000 euros en el de hace dos años. “El 99% de los incendios son por acción humana”, lamenta. Y se necesitan décadas para recuperar los montes.

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Sobre la firma

Berta Ferrero
Especializada en temas sociales en la sección de Madrid, hace especial hincapié en Educación o Medio Ambiente. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Cardenal Herrera CEU (Valencia) y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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