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Sobre lienzos y cuerdas de guitarra

El paradójico concierto de la cantante Lorena Álvarez, que estudió bellas artes, ilustrado por Maria Hesse, que de pequeña soñaba con subirse a un escenario, y que tendrá lugar el 22 de agosto en Conde Duque

La ilustradora Maria Hesse y la cantante Lorena Álvarez posan en en patio central de Conde Duque.
La ilustradora Maria Hesse y la cantante Lorena Álvarez posan en en patio central de Conde Duque.INMA FLORES (EL PAIS)

Aprisionar el concepto de artista puede ser una misión tan poco esclarecedora como desagradecida. Por ello, Lorena Álvarez lo define como una especie de médium. “Para mí crear es quitarte del medio y dejar que fluyan a través de ti cosas que sientes que debes contar, ya sea a través de la poesía, la música, la pintura o el cine. Es en tu interior donde se encuentran los mayores misterios del mundo”, cuenta la cantante asturiana de 38 años. En cambio, para la ilustradora María Hesse de 39 años, su trabajo se acerca más al de un artesano forjado en el oficio a través de años de películas, cuentos y lienzos grabados en la retina. “Detrás de una ilustración hay todo un proceso de interiorizar, aprender, descubrirse a uno mismo y de encontrar el lenguaje. Muchas veces ni te planteas cómo has llegado ahí”, afirma la andaluza.

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Aunque en realidad por muchas capas que se quieran poner, en términos estrictos, ambas llevan el arte intrínseco hasta la médula. Lorena estudió la carrera de Bellas Artes, pero ha tocado la guitarra por su cuenta y cantado sus canciones desde que le alcanza la memoria. “Empecé a grabarme en mi casa como otra más de las formas de expresarme. Recuerdo que a mis amigos les gustaba mucho, y se lo enviaban a otros hasta que se formó una cadena”, cuenta. De pequeña Hesse, en ese afán por empaparse de todo lo que le rodeaba, deseo ser cantante. Quién le iba a decir que acabaría subida a un escenario junto a Álvarez para ilustrar su música. Lo harán este domingo 22 de agosto en pleno centro de Madrid dentro de la programación de Veranos de la Villa en un espectáculo que aúna las melodías de guitarra de una y los trazos sobre el papel de la otra proyectados en una pantalla colocada en el patio de Conde Duque.

También en términos precisos, será la primera vez que actuarán juntas. “Bueno, aunque podría decirse que yo sí he trabajado con Lorena porque he estado ensayando con sus canciones de fondo, pero para ella va a ser una sorpresa”, explica Hesse. A lo que Álvarez apunta que deberá ser rápida debido a la duración de las canciones. “No se lo he puesto muy fácil”, admite. Todo un reto para la ilustradora, que debe condensar en unos minutos los trazos de colores y pinceles que se prolongan durante días en su taller. “Otras veces que he dibujado con cantantes esto se convertía en una presión porque pensaba que no iba a llegar a la calidad que quería. Luego me he dado cuenta de que el público tampoco quiere ese perfeccionismo, si no simplemente ver materializadas las canciones en dibujos. Algo que ya es bastante impactante”.

Si todo sale bien no habrá más remedio que repetir en la casa de alguna de las dos, comentan mientras sus risas llenan un patio central de Conde Duque vacío durante una mañana de abrasador agosto en Madrid, donde ambas residen actualmente. Hace tiempo que estas mujeres cambiaron sus lugares de origen por el traqueteo del rastro los domingos por la mañana, los baretos de La Latina bajo los mandos de auténticos maestros de barra, las fruterías de Lavapiés donde los vecinos se saludan unos con otros.

Aun así, la huella del linaje siempre permanece en uno. Las canciones de Álvarez supuran el folclore y la música tradicional asturiana de la pequeña aldea donde se crio. En ellas habla de su familia a través de los olivos, las judías, los tomates que tienen sabor de verdad o las herramientas del huerto. Suenan incluso cencerros que acompañan un rasgar de guitarra frenético, y que invitan a salir bailar alrededor de la hoguera, a escuchar leyendas sobre la magia de la región. Una predilección por la naturaleza que también se observa en las pinturas de Hesse, donde todo guarda un significado oculto. “Por ejemplo, cuando era pequeña recuerdo muchos cardos borriqueros en mi colegio, ahora para mí simbolizan la tristeza. Aunque no me gusta explicarlo porque prefiero que cuando alguien vea el dibujo se lleve la simbología a su terreno para que la obra crezca”, explica.

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Al final, lo de subirse a un espacio elevado lleno de focos para acaparar todas las miradas no fue nunca una intención para ninguna. “Hay personas que lo llevan esperando toda su vida, pero a mí no me pasa”, explica Álvarez. Es justo antes de subirse a un escenario cuando siente que el estómago le da un vuelco y los nervios florecen hasta hacerle plantearse qué diantres le ha llevado a acabar ahí. “Esos previos episodios de crisis son lo peor de la música, luego ya, todo pasa”. Un nerviosismo similar al que sucede antes de subirse a una atracción, lo que ha provocado que ambas se alejen de ellas en los parques temáticos. “Ahora todo lo que conlleva la muerte me da demasiado miedo, hasta el coche. Tengo que ir por carreteras o caminos en los que me sienta segura”, cuenta Hesse. Son los sacrificios drásticos que uno debe tomar para garantizar su salud mental, que al final son los riesgos que conlleva vivir, como aclara Álvarez. Y la vida, a veces, no es entera sin derramar lo que uno lleva dentro encima de un escenario, por duro que sea.

Cuando: 22 de agosto a las 22. Dónde: Patio central de Conde Duque. Cuánto: 18€

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