Vida y muerte de las cotorras argentinas en Madrid
Este mes, coincidiendo con el ciclo de puesta, un plan del Ayuntamiento de Madrid esterilizará los huevos de un animal que llegó como mascota y ahora es especie invasora
Algo está pasando ahora mismo en los nidos de hasta 200 kilos bajo los que quizás paseas habitualmente. A veces el documental de animales lo tenemos sobre nuestras cabezas, bajo la capa de contaminación. Me horripilan y fascinan a partes iguales las cotorras argentinas y sus chiringuitos con forma de globo, entretejidos por unos dos mil palitos. Las que ahora nos rondan quizás sean bisnietas de las primeras que llegaron como mascotas importadas hace medio siglo y poco después empezaron a avistarse en libertad.
Antes cerraba bares en vez de parques y no me fijaba en la fauna urbana, más allá de los bípedos hípsters de Malasaña, pero años de areneros y toboganes me han curtido en el mindfulness de escrutinar árboles en la Dehesa de la Villa. El bosquecín urbano, maldita la hora, se nos ha quedado en parte mutilado por Filomena y en parte chamuscado por los lamentables incendios de hace unas semanas. Ahí es donde las observo. Esto lo dice SEO Birdlife en su web, paraíso del pajareo: “Es un ave muy gárrula, que emite unos ásperos y frecuentes reclamos”. Me vale como forma fina de describir sus cansinos chillidos. Madrid ya es una ciudad de más de 13.000 cotorras, (según las últimas estadísticas). Desde las cuentas en 2015 su población habrá crecido un 85%, según el Ayuntamiento de Madrid. Y veníamos de un aumento del 665% desde 2005.
En mi barrio, frente al colegio El Bosque, pues antes todo esto era campo, hay una zona de edificios bajos y un par de pepinos de nueva construcción rodeados de árboles que lucen algunos de esos imponentes nidos. En uno de los jardines aterrizó uno tras Filomena y me maravilló poder observar de cerca el tetris de ramitas. Si la BBC le dedicara uno de sus grandes documentales podría titularlo La vida secreta de las cotorras: cómo el desmadre de importar mascotas las convirtió en una especie invasora en todo el país. El Ayuntamiento de Madrid inició hace un par de meses un plan para contener su población.
En agosto, coincidiendo con el ciclo de puesta, se procederá a la esterilización de los huevos, dejándolos dentro del nido para evitar nuevas puestas. Habrá también capturas con jaulas-trampa y redes. “Todo respetará la normativa de bienestar animal”, señala el Consistorio. La eliminación de nidos vacíos se llevará a cabo en el segundo año. Más datos sobre esta operación: “Los ejemplares capturados no pueden ser reintroducidos al medio natural, por tanto, se procederá a practicar la eutanasia a los animales, actuación que realizará un veterinario de forma rápida, indolora, empleando métodos que garanticen el mínimo sufrimiento y de manera individual”. Lo de quitarlas de en medio es un gasto, o inversión, según los ojos, que se anunció por 2,9 millones de euros. Y todo porque alguien comercializó con estos animales como mascotas. ¿Somos o no somos nosotros una especie increíble, más insoportable que las cotorras?
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