700 acuarelas para descubrir el mundo
La ilustradora Alicia Aradilla recorrió Europa y Asia junto a su pareja, el periodista Sergio Alonso, pintando el mundo en 13 cuadernos a mano. Ahora ambos autoeditan un libro que recoge esos dibujos
La paciencia no es sinónimo de estos tiempos. Todo es rápido, fugaz. Queremos vivir rápido, hablar rápido, besar rápido. Rápido, rápido. Una foto instantánea que nos sirva para mantener un recuerdo, pero solo un segundo para permanecer en ese lugar, dispararla (mejor con el móvil, rápido) y salir volando. Viajes cortos, escapadas. Una forma de conocer el mundo y degustar la vida muy distinta de la que decidieron la pareja formada por la ilustradora Alicia Aradilla y el periodista Sergio Alonso hace justo cuatro años. Ellos tenían un sueño que sabían que iban a transformar en realidad: salir de Alcobendas y viajar por tantas partes del mundo como pudieran durante un año entero y antes de cumplir los 30. Y lo hicieron. Y, además, lo pintaron.
Alonso y Aradilla se conocen desde sus tiempos en la universidad madrileña, llevan juntos 13 años. Aprovecharon su complicidad y sus conocimientos (sobre todo los de ella, como reconoce su pareja) para darle un giro a ese viaje por Europa y todo Asia que realizaron entre mayo de 2017 y junio de 2018. Mientras Alonso charlaba con unos y otros, inmortalizaba a Alicia y protegía el fuerte de curiosos, ella pintaba. Dibujaba con plumas y acuarelas las montañas, las mezquitas, los templos y las playas por las que iban pasando. A los chiquillos que les contemplaban boquiabiertos, a los guardias de seguridad, a las colegialas tokiotas. El coco que gozaron en una playa de Tailandia, la carne seca que tuvieron que masticar en Mongolia, el dulce knafeh, una tarta de queso y pistachos, de Amán, en Jordania.
Hasta 13 —uno al mes, aproximadamente— fueron los cuadernos que llenó Aradilla en este viaje con unos 700 dibujos. Y ahora se han convertido en un libro que ambos han autoeditado, El mundo en acuarela, incluyendo también textos de la pintora y fotografías de Alonso. Cuenta ella, tomando algo a las afueras de Madrid y cuatro años después de ese periplo que parece que fue ayer, que tardaba en hacer cada uno de ellos “45 minutos, una hora. ¡Y todos en directo!”, remata. “Bueno, alguna comida no”, conceden. El hambre prima sobre el arte. “Lo complicado es simplificar”, reconoce Aradilla sobre sus obras. De hecho, sus dibujos han ido evolucionando, como se va viendo en el libro, cronológico. Mejoran, cambian sus líneas, expresan con más fuerza.
Cuentan los dos que viajar así es una aventura distinta. Primero, porque estar un año fuera “no son ya unas vacaciones”; de hecho, al final hasta les apetecía volver. Después, porque pararse a pintar les imbuía del espíritu local. “Era una relación mucho más allá de la de turistas”, cuenta Alonso, que a menudo tenía “que hacer de guardaespaldas”, ríe, porque una mujer joven y europea generaba sorpresa y curiosidad entre los presentes. “Para muchos era la primera vez que veían a una mujer pintando”, relata Aradilla, para quien la gente era en general “simpática, amable, te invitaban hasta a su casa y te pedían el dibujo, o al menos sacarle una foto”. Aunque también se encontró con algunos problemas legales para hacer su trabajo en países como Japón o India, donde se las vio y se las deseó para dejar constancia de su paso por el Taj Mahal (algo que finalmente consiguió).
Aunque las verdaderas dificultades estaban en los cuadernos. Ellos eran mochileros, no podían cargar con tanto material ni con la responsabilidad de que se estropearan o perdieran en trenes y lanchas. “Es que el cuaderno estaba al nivel del pasaporte”, ríe Alicia. Así que los iban mandando de vuelta a Madrid con gente a la que se cruzaban por el camino, con amigos o, en una ocasión y con todo el miedo del mundo, por correo. “Viajaron más caro que nosotros”, replica Sergio. No, ellos no viajaron demasiado caro: gastaron unos mil euros al mes por persona, unos 24.000 euros juntos en un año completo.
Para hacerlo ahorraron y, al final, se pidieron una excedencia en sus trabajos. Alonso volvió después a la agencia de noticias en la que aún continúa. Aradilla trabajaba entonces como diseñadora para algunas grandes marcas, pero este viaje dio un empujón a su perfil personal y a sus dibujos. De hecho, su arte empezó a gustar con estos dibujos y ya acumula más de 126.000 seguidores en Instagram. “Gracias al perfil me di cuenta de que podía vivir de esto. Me dije: ‘Voy a arriesgarme’. Empezaron a salir cursos, colaboraciones, cositas con agencias... Fue una lanzadera”, explica. Ahora da clases de acuarela en la plataforma de pago por contenidos y de micromecenazgo Patreon, de la que se ha convertido en embajadora en España. Tiene más de 1.400 alumnos al mes, que abonan 10 euros cada uno por el curso. Ha sacado un par de guías de viaje ilustradas. Colabora con marcas y hace proyectos a medida. Todo de forma inesperada para una joven aquella joven que llegó a empezar la carrera de Medicina. Y a la que 13 libretas llenas de agua y pintura hechas sin prisa ninguna le han cambiado la vida.
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