Flores en la pradera
Sentados en los pastos del Retiro, es muy posible que al lado nuestro encontremos a la chirivita y al diente de león
Es muy posible que el parque del Retiro sea la primera zona verde que a muchos madrileños se les venga a la mente. Y no es para menos, teniendo en cuenta su historia y bagaje, su lugar en nuestro imaginario, su variedad de plantas. Bastaría un paseo atento para enumerar una lista con centenares de especies vegetales. Tan solo de árboles, el parque cuenta con más de 160 distintas.
Para algunos sería muy evidente nombrar a los castaños de Indias (Aesculus hippocastanum), que pueblan en alineación multitud de caminos de tierra. En su nombre popular encierran un equívoco para los desprevenidos. Antiguamente se pensaba que venían del Oriente, pero esas Indias se refieren, en realidad, a un lugar más prosaico para un europeo: la zona de los Balcanes y de Bulgaria. Han terminado justo ahora su floración y siguen espléndidos, porque luego pasará por encima de ellos el verano duro y de ambiente seco de la ciudad y los dejará exhaustos.
Es probable que otras personas elijan al gran ahuehuete (Taxodium mucronatum) del parterre. Con una edad de entre dos y cuatro siglos de existencia a cuestas —según las distintas hipótesis sobre la fecha de su plantación—, sigue resistiendo casi indemne al paso del tiempo, a pesar de la rotura de alguna de sus ramas bajas en años anteriores y de otras más en ese infortunio arboricida que fue la borrasca Filomena. Habrá quien prefiera el arbusto de la celinda (Philadelphus coronarius), cuya flor, de un aroma intenso, perfuma el parque a cada paso durante estas semanas que se encaminan al verano.
Pero en estas líneas vamos ahora a prestar atención a algunas plantas menos valoradas y poco admiradas. Se trata de esas hierbas a las que solemos llamar despectivamente como malas hierbas, maleza o hierbajos. Solo nos faltaría pisarlas para cerrar el círculo de agravios contra su existencia. Ah, no, que también las pisamos...
Sentémonos en las praderas del Retiro. Es muy posible que al lado nuestro encontremos a la chirivita (Bellis perennis) y al diente de león (Taraxacum officinale).
A este último le tenemos echado el ojo desde que somos niños, al hacer volar sus semillas con un soplido para pedir un deseo. Quienes también se sienten atraídos por él son la gran cantidad de insectos polinizadores que encuentran en sus inflorescencias doradas una fuente de alimento. La abundancia de néctar y de polen que ofrece esta especie es difícilmente superada por otras plantas. Puede que ahora nos cueste hallar alguna de sus flores, porque se trata de una especie de floración precoz. Eso las hace unas aliadas indispensables de infinidad de insectos que buscan sustento en ella en los días fríos de finales del invierno. La reconoceremos por los dientes feroces, pero tiernos, que orlan los márgenes de sus hojas. De ahí proviene su nombre popular.
Los dientes de león han elegido para prosperar unos lugares donde los jardineros tienen la mala costumbre de segar la hierba cada semana en primavera y verano. Sin embargo, esta planta se las ha ingeniado para que no les corten la cabeza a sus flores. Lo normal es que tengan un tallo floral alto, pero cuando crecen en los céspedes pegan su flor al suelo para reírse de las cuchillas que pasan por encima de ellas. Después de observar esto, quién puede pensar que las plantas no tienen memoria.
La chirivita llena estos días de pecas blancas los verdes frescos de las praderas del Retiro. Lleva muchas semanas en un momento álgido de floración. Coincide con la eclosión de la primavera. No podía ser de otra forma que griegos y romanos consagraran esta especie a sus diosas del amor Afrodita y Venus.
Incluso en el bando de la guerra era tenida en gran estima. Las tropas romanas la consideraban una planta cicatrizante excepcional, así que se convirtió en una especie habitual de su farmacopea. Es tan abundante y tan bella que se le han buscado propiedades de todo tipo. En la Edad Media creían que, si se daba de beber su zumo a los cachorros de perro, mezclado con leche, se mantenían pequeños al evitar que siguieran creciendo.
Historia, bagaje, imaginación y utilidad. Plantas modestas que también ocupan un lugar relevante en nuestro parque más querido, con el que también nosotros seguimos creciendo en sensibilidad.
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