Carta a Verónica
Dos personas capaces de limar asperezas, olvidar sus prejuicios y diferencias, son dos personas que se merecen la una a la otra
Hay personas bonitas y luego estás tú, Verónica. Que podrías llamarte Ana, o Marta o Katharzina, Malika, Chun Li, Yudelkys o cualquier nombre de mujer de una persona buena de cualquier parte.
Verónica. Que tienes nombre de actriz y peli de miedo. A ti que practicas la sororidad y cuando digo “sororidad” respondes ¿qué coño es eso? No nos olvidemos nunca de los que hacen el bien sin ponerle nombre.
Dicen que las mejores amistades comienzan con un “Tú me caías mal”, ¿sabes por qué es eso, Verónica?, porque dos personas capaces de limar asperezas, olvidar sus prejuicios y diferencias, son dos personas que se merecen la una a la otra.
Es una amistad que nace demostrándose lo que hay que demostrar cuando dos ya son amigos y tienen recuerdos que no quieren silenciar.
Esforzarnos en salir del confort en el que solo veíamos aquello que reforzaba la idea que teníamos la una de la otra, significa, que había entre nosotras algo aún más intenso que la afinidad; fe, amiga mía.
Recuerdo nuestro primer beso. Te abracé tan consciente de que no te entusiasman los abrazos como de que a veces te hacen falta.
Y te besé la frente como se besa a un niño, para que supieras que conmigo no necesitas hacerte siempre la mayor. Ni yo contigo.
“Porque la diversión y la felicidad son su única prioridad. De mayor ya no lo hacemos porque nuestra prioridad es que no nos hagan daño”
Los niños se acercan, se dicen: ¿quieres jugar?
Porque la diversión y la felicidad son su única prioridad. De mayores, ya no lo hacemos porque nuestra prioridad es que no nos hagan daño.
Yo te invitaría a jugar mil veces, Verónica. Pero es que me caías mal.
Y puede que me esté apresurando al dedicarte esta carta en un diario, pero no me parecería justo dejar de hacerlo, que lo mereces, olvidando todo lo que hemos pasado, por juzgarte en lo que “puede” pasar.
Es cierto que no podemos ser más distintas y no lo digo por el color.
Aquí es donde tú dices: ¡idiota! Y te ríes.
Coincidimos, pero, en que ambas somos de decirnos las cosas sin tapujos, pues la amistad, “con todo si no pa’ qué”, como diría Mon Laferte, que fijo que no tienes ni idea de quién es. ¡Yo flipo!.
A mí me gusta el soul y el R&b, a ti te mola el flamenco. Y no es que a mí no me guste el flamenco, pero no me sé muchas de las canciones que tú cantas bonito y sería una “jartá” de reír poder cantarlas contigo.
Muchas canciones hablan del recuerdo del primer beso romántico que lleva al sexo, a la pasión. Pero tú me ayudas todos los días, construyes, moldeas y vistes con tus actos apasionados muchos momentos de mi felicidad.
Tú, haces el amor, Verónica, y por eso mereces que recuerde en un diario, el primer beso que te di.
Suscríbete aquí a nuestra nueva newsletter sobre Madrid
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.