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“Es necesaria la colaboración interdisciplinar para alumbrar las fuentes de sufrimiento social”

La filósofa Nuria Sánchez Madrid lidera un proyecto de investigación en la Universidad Complutense acerca de la precariedad laboral y su impacto en la sociedad

Nuria Sánchez, investigadora de los efectos sociológicos de la precariedad laboral, posando en la Facultad de Filosofía de la UCM.
Nuria Sánchez, investigadora de los efectos sociológicos de la precariedad laboral, posando en la Facultad de Filosofía de la UCM.Kike Para
Nicholas Dale Leal

La Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense es su casa, pero Nuria Sánchez Madrid, de 46 años, cree que para aportar un conocimiento útil a la sociedad es importante salir al encuentro de la gente y teorizar, sí, pero sobre la realidad. Entre las mismas paredes en las que se formó, desde el 2000 también da clases e investiga esta académica madrileña. Su enfoque es la filosofía social, las conexiones con la filosofía política y la teoría de la sociedad. Actualmente, además de ser directora de doctorados en su facultad es investigadora principal del proyecto Precariedad Laboral, Cuerpo y Vida Dañada: un análisis de esas precarias condiciones de trabajo y el impacto que tienen en el medio social; acerca de las relaciones entre sufrimiento y trabajo; y del significado que adquiere trabajar en un marco económico como el presente y en una sociedad como la española.

¿Qué es la precariedad laboral?

Hablar de precariedad, que nos sintamos expuestos, que nos sintamos necesitados de apoyo ajeno, va con la condición humana. Pero la precariedad laboral es diferente. En este caso estamos nombrando un tipo de explotación en el que, a diferencia de lo que se ha dado en otras épocas, el sujeto participa de su propia explotación. Pensemos en la figura del emprendedor, del autónomo, de alguien cuyo propio cuerpo es su fuente de trabajo y al mismo tiempo es el material con el que trabaja. Todo está en juego y tiene un peso enorme, pero el sujeto lo asume como parte de una vida deseable. Esto también es algo muy común en las humanidades, en las artes, en el periodismo. Se dice: “Como a ti te gusta en lo que trabajas, sacrifícate”. Es un eje de deseo y de aspiraciones donde en principio todo es posible, pero los derechos más básicos se convierten en un lujo. Ese tipo de precariedad, que se da por hecho que existe, está muy poco vigilada y regulada, precisamente porque de cierta manera está socialmente validado.

La economía penetra en todas nuestras vidas, y genera formas de vida. Eso es lo que ha ocurrido con el pensamiento neoliberal, donde trabajar no es solamente trabajar, es vivir para trabajar.

¿Qué ha cambiado para que se dé esta situación?

El rol del neoliberalismo, nuestro modelo actual, es determinante porque impone unos índices de exigencia de sacrificio a los individuos, ya estén trabajando, ya sean desempleados, ya se ocupen del ámbito de los cuidados. Es decir, el neoliberalismo rodea todos los sujetos de una serie de imperativos de renuncia y de imperativos de autoexigencia y de sacrificio. Son imperativos muy teológicos en una sociedad secularizada, pero que sin embargo adopta esos mantras como una parte innegociable del contrato social, porque es “lo que hay”. En ese sentido, el neoliberalismo está en todo, al mismo tiempo resulta muy difícil delimitarlo. Precisamente porque ha conseguido apropiarse del deseo de los sujetos está en el marco mental y forma parte de nuestra propia narración de lo que es construir una vida sostenible, de lo que es tener un mínimo bienestar.

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¿Puede dar algún ejemplo?

Yo creo que los ejemplos más concretos los tenemos en la transformación del sistema de creencias de la propia sociedad española. Acerca de dónde están las líneas rojas en el caso de los derechos laborales; dónde están las líneas rojas de lo que resulta sostenible, tolerable, aceptable, en una oferta laboral. Ahí el cambio de las últimas décadas ha sido radical, y ha arrasado con espacios jurídicamente legitimados de intervención sindical y un intento de rodear al trabajo de un entorno práctico. Que el trabajo tenga que ver, no con una acción que tú realizas porque te han contratado aquí y ahora, que dura hora y media, sino que tu trabajo sea, de alguna manera, o venga acompañado de un horizonte de vida.

Pero hay un rechazo grande a estas dinámicas en España desde lo político y lo social, ¿qué impacto real tienen?

Siempre ha habido reivindicaciones y acciones de resistencia ante estas dinámicas que reducen todo intercambio social a beneficio económico de tipo financiero, a un rendimiento independiente de las relaciones humanas. En nuestra sociedad contemporánea también advertimos la emergencia de activismos sociales, de comunidades que intentan regenerarse, protegerse, crear otros vínculos que no sean los vínculos meramente mercantilistas y crear redes de apoyo. Una red de apoyo seguramente es la mejor manifestación social de que es posible contrarrestar la sociedad neoliberal. Pero el impacto es relativamente pequeño porque falta alusión institucional. Se debe traducir en mayores protecciones por parte de ellas y no en la financiación de todas las políticas sociales, que se miden con una lógica económica y si hay un fallo se responsabiliza al ciudadano.

¿Qué puede aportar la filosofía y la sociología para la solución de un problema que a priori es económico?

Es importante no caer en el economicismo, donde se ve a la economía como una disciplina en cierto modo autónoma. La economía penetra en todas nuestras vidas, y genera formas de vida. Eso es lo que ha ocurrido con el pensamiento neoliberal, donde trabajar no es solamente trabajar, es vivir para trabajar. Entonces no se trata de tomar decisiones solamente de carácter económico, se trata de que toda tu vida se ponga en servicio de determinada economía, que beneficia al sector empresarial, a unas finanzas deslocalizadas, a una circulación global de mercancías donde prima la rentabilidad, pero no generar riqueza que produzca unas vidas sostenibles. Un proyecto como este parte de la certeza de que el neoliberalismo y la sociedad neoliberal no se puede estudiar desde una esquina, hay que aportar con la antropología, con la psicopatología, la sociología; es necesaria la colaboración interdisciplinar para alumbrar las fuentes de sufrimiento social

UNA INVESTIGADORA EUROPEA

Aunque Sánchez Madrid, es madrileña de toda la vida y ha hecho su carrera en la Complutense, también tiene un vínculo estrecho con muchas instituciones europeas, gracias a los programas de intercambio de académicos. Trabaja de forma cercana con el instituto de filosofía de la Universidad de Oporto y con el centro de Filosofía de la Universidad de Lisboa. También es miembro externo y colabora con las Universidades de Roma, Tor Vergata y Roma Tre.

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Sobre la firma

Nicholas Dale Leal
Periodista en EL PAÍS América desde 2022. Máster de periodismo por la Escuela UAM-EL PAÍS, donde cubrió la información de Madrid y Deportes. Tras pasar por la Redacción de Colombia, ahora es parte del equipo que produce la versión en inglés del periódico.

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