El misterioso plan de 270 puntos que diseñó el estratega de Ayuso para la pandemia
La Comunidad de Madrid no ha publicado el documento que Antonio Burgueño elaboró en los días críticos de la primera ola
Un documento clave en la gestión de la crisis del coronavirus en la Comunidad de Madrid es un año más tarde un enigma. Lo elaboró Antonio Burgueño, el consultor sanitario que la presidenta Isabel Díaz Ayuso reclutó personalmente el martes 10 de marzo, y fue la guía de 270 medidas que marcó el paso durante esa semana en la que el coronavirus ganaba la batalla. Es un plan con información comprometedora para la Comunidad ya que contiene medidas de auxilio que nunca fueron implementadas en las residencias de mayores.
Burgueño ha dado nuevos detalles sobre su plan este viernes en la Asamblea de Madrid donde ha sido interrogado por los diputados que investigan el abandono de los mayores de residencias durante la primera ola de coronavirus, pero no ha revelado el documento, del que habló por primera vez hace meses durante una entrevista con EL PAÍS.
El plan tiene una quincena de puntos para salvar vidas en las residencias, entre ellas la visita diaria en coches de Uber y Cabify de “un ejército” de al menos 250 médicos de atención primaria. Sus propuestas para las residencias no fueron tenidas en cuenta, pero según su versión el resto de puntos fueron las líneas maestras de la estrategia contra el virus en Madrid. Él ha dicho ante los diputados que la Comunidad sí cumplió aproximadamente con un 70% de las medidas.
Burgueño, de 78 años, tuvo su momento estelar durante casi una semana a mediados de marzo. Ayuso le llamó por teléfono el martes 10 por la tarde para pedirle ayuda. Había sido el director general de Hospitales en Madrid entre 2008 y 2014, años en que se ganó muchos enemigos en la sanidad pública madrileña a causa de sus planes de privatización, pero tenía buenas relaciones con el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, y el de Hacienda, Javier Fernández Lasquetty. Además, a favor de Burgueño jugaba que es una mente llena de ideas y conoce al dedillo el sector sanitario. Dirige la consultoría Planning Business Big, un equipo de seis personas con sede en una oficina del barrio de Argüelles, en la capital. El miércoles 11 por la mañana se reunió en la Puerta del Sol con Ayuso y varios de sus hombres fuertes. Allí decidieron que Burgueño y su equipo elaboraran un plan, que entregaron en cuestión de 24 horas.
El jueves 12, Burgueño dio un discurso ante los directores de hospitales de Madrid, a quienes informó de las líneas generales de su plan. El consejero Escudero dio una rueda de prensa y mencionó las grandes medidas, entre ellas que los mayores de residencias serían atendidos en ellas. Pero no dio más detalles.
Desde el viernes 13 al lunes 16, Burgueño acudió a la sede de la Consejería de Sanidad para la reunión matutina del gabinete de crisis, presidida por el consejero Escudero. En torno a la mesa también se sentaba una docena de especialistas (intensivistas, geriatras, internistas y epidemiólogos), cuyos nombres no han sido revelados por la Comunidad. Burgueño eligió al geriatra del Hospital Gregorio Marañón, José Antonio Serra, pero cayó enfermo con el virus y fue sustituido por otra geriatra de su equipo. Conectaban por videoconferencia con los directores de hospitales públicos y privados, quienes les detallaban la situación en sus centros. En la reunión no se sentaba nadie de la consejería de Políticas Sociales. Es una ausencia clamorosa. La Comunidad de Madrid había decidido medicalizar los hogares donde vivía la población más vulnerable al virus pero nadie de ese sector estaba participando en el proceso.
“De comparsa”
Burgueño no tenía contrato. Según él, colaboraba desinteresadamente por su compromiso público. Pero el lunes 16, Burgueño se marchó a casa desilusionado. Se veía a sí mismo como un gran general curtido en mil batallas y creía que por su experiencia y por haber redactado el plan, debía dirigir la crisis, pero estaba siendo ignorado. El martes 17 no fue a la consejería. “Nadie me despide, pero es que entraba allí y me daba cuenta de que hacía de comparsa”, le ha dicho este viernes a este periódico. Escudero veía a Burgueño como un problema. Los médicos de la sanidad pública estaban protestando en redes sociales, recordando sus planes de privatización.
Ese día por la mañana estalló la crisis de las residencias al conocerse que al menos 19 personas mayores habían muerto en la residencia Monte Hermoso. Más tarde se sabría que el hospital estaba rechazando sus llamadas de socorro. La Consejería de Sanidad estaba aplicando un triaje a las personas que vivían en geriátricos. Fuera de los hospitales quedaban personas con dependencias o que superaban determinada edad.
Burgueño iba a reaparecer en la crisis la semana siguiente. Su hija Encarnación fue contratada como encargada de un proyecto integral para la asistencia médica en las residencias. La recluta Carlos Mur, un alto cargo de la Consejería de Sanidad muy cercano a Antonio Burgueño. El padre asegura que no tuvo nada que ver en la selección. De nuevo su mala reputación entre los médicos de la sanidad pública madrileña le juega una mala pasada. Su hija y un pequeño equipo de sanitarios son apartados en cuanto este periódico desveló el posible caso de nepotismo.
Hoy en la Asamblea, el estratega ha tachado de “fracaso” la gestión de la crisis de las residencias en Madrid y el resto de España. “No fueron bien atendidos”, ha dicho a los diputados. “Hubo enfermos que murieron sin haber visto a un médico”.
El Gobierno de Ayuso se ha desmarcado de Burgueño. Un portavoz de la Consejería de Sanidad dice desconocer la existencia de su plan y en la Asamblea, la diputada del PP Dolores Navarro ha aprovechado su intervención en el interrogatorio para enviar un mensaje que contrasta con todo lo que afirma Burgueño: “Le agradezco que haya venido, nos ha clarificado muchas cuestiones pero realmente usted no tuvo nada que ver más allá de su buena fe”, le ha dicho. “Realmente usted no formó parte en ningún momento en el proceso y en la escala de mando”.
Él tampoco está por la labor de avivar el fuego. No quiere revelar el plan. Recordarlo le trae mal sabor de boca: “Es como un libro que después de escribirlo ya no quieres volver a abrir”.
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